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Disturbios en protestas en México por 43 estudiantes desaparecidos

Por Carola Solé/Maria Isabel Sánchez
México/AFP

Enfurecidos manifestantes se enfrentaron el jueves con petardos y palos a fuerzas antimotines que amurallaron el Palacio Nacional, case en Ciudad de México, sovaldi al cierre de una jornada en que decenas de miles protestaron contra el presidente, Enrique Peña Nieto, por la desaparición de 43 estudiantes.

Con gases lacrimógenos, chorros de agua y extintores de fuego, cientos de policías, protegidos con escudos y cascos, lograron desalojar a los manifestantes de la emblemática plaza del Zócalo, corazón de la capital, donde está la sede de Gobierno.

Armados con palos y bombas molotov, grupos radicales que protestaban, algunos encapuchados, intentaron traspasar las vallas metálicas que resguardaban el Palacio, pero la policía los contuvo, mientras que el fuego de los petardos no logró alcanzar la puerta.

Los disturbios estallaron en la noche tras una larga jornada, en la que tres grandes marchas que confluyeron en el Zócalo y en la que participaron unas 30.000 personas según el gobierno de la capital. Recorrieron las principales vías de la ciudad coreando «¡Fuera, Peña Nieto!», «¡Renuncia!» y «Justicia».

En la mañana, encapuchados se enfrentaron a los antimotines tras bloquear con llantas incendiadas una vía cerca del aeropuerto de la capital. Según las autoridades, ambos choques dejaron una treintena de detenidos y dos policías heridos.

Otros miles marcharon también en los estados de Guerrero, Puebla Chihuahua, Morelos, Oaxaca y Veracruz, Baja California al grito de: «Vivos se los llevaron, vivos los queremos».

Las manifestaciones fueron convocada para protestar por la desaparición de 43 estudiantes de la escuela de maestros de Ayotzinapa, en el sureño estado de Guerrero, el 26 de septiembre en Iguala -misma región-, tras ser atacados por policías corruptos y narcos bajo órdenes del alcalde local vinculado al cártel Guerreros Unidos.

 En el ojo del huracán

El brutal crimen desencadenó manifestaciones en estos dos meses y el 8 de noviembre un pequeño grupo ya había tratado de incendiar la puerta del Palacio Nacional. En Guerrero se registraron hace unos días quemas de edificios estatales, además de bloqueos en varias regiones del país.

Presionado por el caso de los estudiantes y el escándalo por una lujosa mansión de su esposa, Peña Nieto, cuyo gobierno pasa por su peor crisis desde que inició en 2012, había advertido firmeza ante brotes de violencia.

«México, es cierto, está dolido. Pero el único camino para aliviar este dolor es el de la paz y la justicia», dijo más temprano el presidente en un acto de condecoración de militares, tradicional en el día de la Revolución Mexicana de 1910.

Respaldando al gobierno, el ministro de Defensa, Salvador Cienfuegos, advirtió en esa ceremonia que la violencia sólo lleva «a la ingobernabilidad» e «inestabilidad» y genera «rencores inconciliables.

«No se van a permitir hecho violentos», declaró al noticiero de Televisa el secretario de Gobernación (interior) Miguel Angel Osorio Chong, al defender la actuación policial.

El caso de los desaparecidos le ha valido críticas internacionales a Peña Nieto. Otras manifestaciones se celebraron en ciudades de Estados Unidos y países de Latinoamérica, como en Bolivia y El Salvador.

La punta del iceberg

Según investigaciones oficiales, los policías entregaron a los estudiantes a sicarios del cártel, que los ejecutaron y quemaron en un basurero de Cocula, vecino a Iguala, y lanzaron los restos a un río.

Pero las familias aseguran que están secuestrados y exigen al gobierno mantener la búsqueda. «No vamos a descansar hasta encontrar a los muchachos o hasta que nos los entreguen, porque estamos seguros que saben donde están», dijo Felipe Cruz, padre de uno de los desaparecidos, desde una tribuna en el Zócalo.

Los padres habían encabezado las manifestaciones, tras haber llegado en tres caravanas que recorrieron en estos días varias regiones del país en busca de ayuda.

Para los analistas, México vive una de las peores crisis en décadas. «Mucha indignación. Lo que estamos viviendo es la punta del iceberg que nos manifiesta que por abajo las cosas están podridas», comentó a AFP el analista Erubiel Tirado, de la Universidad Iberoamericana.

Los mexicanos han alzado la voz por el caso de los estudiantes, pero también para expresar su hartazgo por la corrupción, la penetración del narcotráfico en las instituciones -crudamente desnudada con Iguala- y la violencia.

«Nunca había pasado algo así y a Peña Nieto no le importa», dijo Luis García, de 19 años, estudiante de la escuela de Ayotzinapa.

Más de 80.000 muertos y unos 22.000 desaparecidos deja hasta ahora la ofensiva militar iniciada en 2006 por el expresidente Felipe Calderón contra los cárteles, y continuada por Peña Nieto.

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