Blanca Flor Bonilla
Luchadora social por los derechos humanos.
Antes de la invasión española, el territorio que ahora se conoce como El Salvador era poblado por diferentes etnias indígenas: Náhuas, Mayas Chortís, Mayas Pokomames, Xincas, Cacaoperas, Chorotegas y Uluas. Habitaban en tres entidades territoriales, siendo el Señorío de Cuzcatlán el más importante y unificado. Los lencas fueron una alianza de varios grupos étnicos después del Rio Lempa y de territorio hondureños, entre ellos los Cacaoperas, Chorotegas y Uluas1.
La Procuraduría para los Derechos Humanos (2004) identificó tres grupos y territorios indígenas en el país: a) Nahua/Pipiles: departamentos de Ahuachapán, Santa Ana, Sonsonate, La Libertad, San Salvador, San Vicente, La Paz y Chalatenango, b) Lencas de la rama Potón: departamentos de Usulután, San Miguel, Morazán y La Unión y c) Cacaopera, departamento de Morazán2. Sin embargo, en los departamentos de Cuscatlán y de Chalatenango hay quienes se identifican como Mayas Chortí.
El IV Censo de Población y V de Vivienda de El Salvador del año 2007 registró 11,488 personas (0.2 % de la población total) que se identificaron como indígenas: 15,1 % Lencas; 31,3 % Cacaoperas, 26,6 % Nahuas/pipil, y 27 % otras etnias sin identificar. En 2011 la ONU realizó un diagnóstico en Centro América, siendo la información sobre población indígena en nuestro país la siguiente: Lencas 1,735, Cacaoperas 3,596, Pipiles 3,056, (0.15 %, en conjunto, sobre la población total del país)3.
Los datos reflejan claramente que existen pueblos originarios. Sin embargo, también hay certeza del subregistro de datos, debido a la discriminación, desprecio y violencia étnica de mucha población blanca proveniente de diversos países europeos y árabes sobre la población originaria, que hizo que estos últimos no se sintieran orgullosos de sus raíces. Así, la cultura salvadoreña subordinó a las poblaciones originarias. Este comportamiento y actitudes negativas se mantiene en nuestros días, por lo que se requiere de una revaloración y educación, para toda la población, sobre la importancia de la identidad cultural, su contribución al desarrollo, a la concordia y la paz.
El sometimiento, discriminación, despojo de tierras y exterminio poblacional indígena les obligó, desde principios del siglo XX, a abandonar progresivamente su identidad como estrategia de supervivencia. Esto mermó progresivamente las característica multiculturales y multiétnicas -incluyendo las lenguas maternas- en el territorio. Sin embargo, algunos colectivos han logrado resistir hasta nuestros días, heredando parte de esa riqueza cultural que aporta multiplicidad de miradas y soluciones a los problemas actuales, y constituyen una herramienta para el desarrollo que se fundamenta en experiencias y saberes populares acumulados; razón por la que deben ser conocidas y fomentadas.
La cultura de un país engloba las diferentes manifestaciones en la vida cotidiana de los pueblos, que está relacionada con la diversidad geográfica y el desarrollo histórico. En este sentido, El Salvador es conocido internacionalmente por su gastronomía basada en el maíz y sus derivados, así como por sus sitios arqueológicos, como Tazumal, Joya de Cerén, Tehuacán, San Andrés, Cihuatehuacán y muchos más, que son evidencia de antiguos centros políticos, ceremoniales y poblacionales a lo largo y ancho del país. También sobreviven el uso de plantas medicinales originarias, la producción de bálsamo, añil en mínima escala y cacao.
Reconocer la diversidad cultural de una sociedad es importante para que se gobierne y conviva de manera inclusiva, respetuosa y en paz, que es base del desarrollo. La valoración de la diversidad aporta a las personas valores de tolerancia, la cooperación, el aprecio y respeto sincero hacia los demás.
La ONU plantea que erradicar la superposición entre las culturas es urgente y necesario para la paz, la estabilidad y el desarrollo. La diversidad cultural, posee un valor intrínseco y es fuerza motriz para el desarrollo, la cohesión social y la paz; propicia y facilita el crecimiento económico, es medio para una vida intelectual, afectiva, moral y espiritual más enriquecedora. Esta diversidad es un componente indispensable para reducir el empobrecimiento y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, que incorpora normativas en el ámbito cultural.
La paz no sólo es la ausencia de conflictos. Convivir en paz es aceptar diferencias y diversidades, así como cultivar la capacidad de escuchar, reconocer, respetar y valorar a los demás, resolver los conflictos mediante el diálogo; y vivir de forma pacífica y unida, desde las familias, comunidades y sociedades4.
La ONU ha definido en mayo, el Día de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, y Día para la Convivencia en Paz, para incidir en los Estados.
1. Mariella Hernández Moncada Antropóloga, Pueblos Indígenas de El Salvador: La visión de los invisibles. S/F
2. IDEM
3.Víctor del Cid, Javier Rodríguez Oconitrillo y Cristina Valdivia. ONU. DIAGNÓSTICO SOBRE LA SITUACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE AMÉRICA CENTRAL. 2011
4.Convivir en paz: un proceso necesario para el desarrollo sostenible. ONU.