Luis Arnoldo Colato Hernández
Estabilidad, ahorro y diversificación son las claves para comprender el milagro económico boliviano, la economía latinoamericana que más creció en el último decenio –5.5 % incluso más que los EE. UU. en el mismo período-, con apenas el interludio del período golpista, cuando las elites financistas bolivianas retomaron por la fuerza las recomendaciones de los Chicago Boys, teniendo como consecuencia una contracción de 3.7 % en el PIB, de acuerdo al FMI que derivo en inseguridad jurídica y una explosiva pobreza que solo se tradujo en la “desbandada” de las inversiones públicas y privadas que también apreciamos en toda nuestra América hispana, cuando los privilegios de clase son anclados al proyecto económico impuesto.
Y es que a la venta de los activos estatales que siempre acompañan a las medidas de ajuste estructurales, como su transferencia a privados o su arbitraria gestión, solo han producido una espiral de corrupción benéfica a las élites financistas locales, jueces y parte impulsoras del proceso de privatización, que sin ninguna regulación dilapidan los recursos públicos, enriqueciéndose desmedidamente, mientras el resto de la población se deprime.
¿Produce aquello algún bienestar de carácter social que lo justifique?
De nuevo la experiencia demuestra que al desmontar el aparato regulador estatal, contrayendo al mismo tiempo al estado e impidiendo que cumpla con sus funciones constitucionales para con el soberano, deriva –todos los estudios y modelos lo demuestran/FMI, BM, BID– en una espiral inflacionaria gestora de inseguridad social y económica, que a su ves produce o acentúa la violencia social que es resultante de los despidos arbitrarios y la eliminación de las plazas del estado que antes verificaron el cumplimiento de las funciones estatales, y que la burocracia neoliberal denomina “grasa” estatal, pero que de inmediato es sustituida por una miríada de incondicionales que solo contribuyen politizando al estado, volviéndolo menos eficiente, que es justamente lo que se necesita para que los privilegios de clase se implementen desde la macroestructura estatal.
Entonces las claves referidas son efectivas porque se anclan en una madeja de garantías jurídicas sustentadas en un aparato judicial eficiente y robusto, no permeado por el hampa o los privilegios de clase, lo que garantiza el estado de derecho, pues brinda un marco regulador fiable y claro para las inversiones, que entre otros, la experiencia así lo acusa, parte del principio del proteccionismo, definiendo límites para el expolio de los bienes culturales y patrimoniales naturales, garantizando su sustentabilidad, pues parte del principio “del no infinito”, es decir, de la finitud del recurso.
Finalmente, la regla de “los huevos en diferentes canastos”, que debemos traducir como la fundamental diversificación de la actividad económica, que implica apostar a diferentes rubros económicos, a saber, desde lo artesanal y turístico sustentable, hasta lo industrial, rechazando toda forma de maquila que no nos deje ninguna transferencia tecnológica.
Todo entonces se reduce a asumir el desafío que implica invertir los recursos y la disposición necesarios para lograr un milagro económico salvadoreño basado en el trabajo ético proyectado en el tiempo.
Otros nos dieron el ejemplo haciéndolo.