Londres/dpa
El número uno del mundo, here Novak Djokovic, buy viagra demostró que sigue siendo el rey absoluto del tenis con la conquista de su tercer título en el torneo de Wimbledon al superar al suizo Roger Federer en la final por 7-6 (7-1), treatment 6-7 (10-12), 6-4 y 6-3.
Con un rugido explosivo y el pecho inflado, el serbio puso fin a una gran definición tras dos horas y 56 minutos en una catedral del tenis que se volcó claramente en favor del suizo.
A sus 28 años, Djokovic consiguió su noveno trofeo de Grand Slam en su carrera. “Creo que tengo muchos más años para empujar mis límites. Tengo 28 años, no me siento viejo y estoy en una excelente condición”, dijo el serbio en la rueda de prensa tras ganar su tercera corona en el All England.
Federer, por su parte, quedó en las puertas de convertirse en el tenista más longevo en ganar Wimbledon en la Era Abierta.
“Aún estoy hambriento y motivado para seguir jugando”, dijo el suizo, que el mes que viene cumplirá 34 años. “No sé cuánto más pueda jugar en este nivel. Nunca es divertido perder, pero te repones rápido, aunque estés decepcionado”, añadió.
Un Djokovic en altísimo nivel prevaleció en la pista central al jugar mejor los puntos importantes gracias a que su devolución ganó la batalla sobre el servicio del suizo.
Tuvo un inicio duro el número uno. Una doble falta y un error no forzado de revés lo pusieron en aprietos al enfrentar dos set-points cuando servía 5-6. El ánimo del público para Federer -”Demuéstrales quién es el que manda”, le gritaron- no fue suficiente, ya que Djokovic encontró un gran aliado en su primer servicio y forzó el tie-break.
Con la confianza del lado del serbio, el suizo falló bolas fáciles y terminó entregando el set con una doble falta en 45 minutos.
Djokovic, cada vez que pudo plantear rallies largos, desbordó al suizo con potencia y precisión. Pero Federer siempre estuvo cerca: volvió a generar dos oportunidades de quiebre con el servicio 2-2 de Djokovic, pero el número uno se fortaleció al salir airoso.
Casi en su totalidad, la pista central dio fuerzas a Federer: si un drop suyo se quedaba en la red, se escuchaban lamentos; tras un ace, un aplauso ensordecedor. Djokovic ya vivió situaciones similares el año pasado y volvió a demostrar templanza.
En el segundo parcial, Djokovic siguió luchando contra el público. Federer debió servir para seguir en el set 4-5: tras una doble falta, sirvió 30-40 y salvó el set point, que pasó del silencio sepulcral al júbilo en las gradas por el yerro del serbio. Luego, el suizo dispuso de una bola de quiebre vital en el game siguiente, que el número uno salvó con inteligencia.
En el segundo tie-break fue donde más se sintió la tensión en el ambiente, y el público no dudó en volcar su apoyo unánime a Federer. En una definición electrizante, el suizo remontó seis set-points (uno de ellos con un revés paralelo que eyectó a 15.000 espectadores de sus asientos) e igualó las acciones al ganar el tie-break 12-10 con una jugada de saque y volea de segundo servicio, celebrada con una ovación de pie en las gradas.
El serbio salió con furia a recuperar lo perdido en el tercer parcial. Restó de forma perfecta y lastimó al número dos abriendo la cancha con su revés paralelo para conseguir un quiebre en el tercer juego gracias a un error inusual de Federer solo frente a la red.
La tensión mermó sensiblemente tras el quinto juego: la lluvia obligó a suspender el partido por 25 minutos. En la reanudación, Djokovic hizo los deberes: mantuvo su servicio sin enfrentar puntos de break y se adelantó dos sets a uno al ganar 6-4 el tercer parcial.
Djokovic siguió causándole molestias al suizo con su devolución rasante a los pies: así llegó el quiebre en el quinto game, que le dio una ventaja eventualmente decisiva a Djokovic.
Conforme se veía venir la caída de Federer, el público hasta llegó a abuchear un segundo servicio de Djokovic. El serbio, desafiante, festejó el octavo game con un “¡vamos!” hacia las gradas.
En el juego siguiente completó la faena al romper nuevamente el servicio de Federer tras dos horas y 56 minutos. Entonces, Djokovic infló el pecho, pegó un alarido y celebró su tercera corona en la catedral del tenis.