París/dpa
El serbio Novak Djokovic saldó su última cuenta pendiente al conquistar el Abierto de tenis de Francia gracias a su victoria por 3-6, thumb 6-1, clinic 6-2 y 6-4 sobre el británico Andy Murray.
Con su triunfo en Roland Garros, sale el número uno del mundo se convierte en el octavo hombre en la historia capaz de ganar en los cuatro grandes torneos del mundo, además de abrir la puerta a la posibilidad de ser el tercero en completar el Grand Slam en un año natural.
El dominio de Djokovic en el circuito se ha hecho tan abrumador que nadie se extrañaría si el serbio de 29 años, campeón este año en Australia, lograra imponerse también en Wimbledon y US Open y emulara a los legendarios Don Budge y Rod Laver.
Si a eso añadiera el oro en los Juegos de Río de Janeiro lograría lo nunca visto en hombres, el Golden Slam, algo logrado hasta ahora únicamente por la alemana Steffi Graf en 1988.
Pero todo eso queda aún lejos. Lo que ya es un hecho es que Djokovic entró junto a Fred Perry, Budge, Laver, Roy Emerson, Andre Agassi, Roger Federer y Rafael Nadal en el exclusivo club de los hombres que han logrado el “career Grand Slam”, es decir, ganar los cuatro torneos más importantes durante su carrera.
“Es un momento muy especial, quizá el más grande de mi carrera”, dijo el serbio aún sobre la cancha central, cuando el sol salía tras las nubes por primera vez en días, como si quisiera asistir al gran acontecimiento.
El balcánico sumó además su duodécimo título en un grande, con lo que iguala con Emerson en la lista histórica. Por encima sólo quedan ya los 14 de Pete Sampras y Nadal y los 17 de Federer.
El tenis británico, por el contrario, tendrá que seguir esperando para ver a uno de los suyos coronarse en la cancha de arcilla más importante del mundo.
En su primera final en Roland Garros, Murray estuvo lejos de emular el triunfo de hace 81 años de Perry, único campeón de las islas.
De sus diez finales de Grand Slam, el escocés ha jugado siete ante su rival, un hombre siete días menor que él con el que lleva cruzándose desde que tenían 11 años.
Desde que son profesionales se han medido en 34 ocasiones, con 24 victorias para el serbio, cinco de ellas con títulos de Grand Slam en juego.
Murray tendrá que seguir esperando. Campeón en Wimbledon y US Open, el británico ha jugado todas las finales de Grand Slam posibles, pero su balance es claramente perdedor.
Su partido de ayer en Roland Garros fue tan gris como el encapotado cielo de París.
Sólo durante un set dio la sensación de poder frustrar al campeón serbio, que después de tres finales perdidas, sintió quizá los nervios de la cita con la historia en el arranque del partido.
Djokovic rompió en blanco el servicio de Murray en el primer juego, pero a partir de ahí se bloqueó, cedió sus dos siguientes saques y perdió el primer set.
Eran los mejores momentos del escocés, que estaba tan metido en el partido que exigió incluso que desalojaran de su box a un famoso periodista francés de televisión.
Si en ese momento pasó por la cabeza de Djokovic la final del año pasado, cuando el suizo Stan Wawrinka le sorprendió a él y al mundo llevándose el título, no lo dejó traslucir.
Está claro que no se ganan 12 títulos de Grand Slam dejándose sucumbir por la ansiedad, así que el serbio metió una marcha más, bajo el número de errores drásticamente y empezó a mostrar el tenis que le ha llevado donde está.
Impecable al resto, el serbio fue una apisonadora los tres siguientes sets, en los que Murray, con las piernas mucho más espesas, no supo ya como contrarrestar el juego profundo y preciso del número uno.
En el cuarto set, Djokovic quebró en blanco a Murray para ponerse 5-2 y servicio. Tras el cambio de campo, el pupilo de Boris Becker saltó de su silla con ganas de cerrar el partido cuanto antes, pero incluso la mano de un número uno tiembla cuando se encuentra frente a frente con la historia. Murray logró el break y recuperó parte de la desventaja. Un escalofrío de esperanza recorrió la espina dorsal del segundo jugador mundial, que celebró en el juego siguiente con un sonoro “come on” el 5-4.
Tres match balls necesitó el serbio para cerrar el partido. Tras tres horas y tres minutos de juego, el último revés de Murray se quedó en la red para darle a Djokovic el momento más grande de su carrera.