Dominando la ira

Álvaro Darío Lara

Escritor

 

Es muy frecuente, durante los juveniles años universitarios, que conozcamos a aquellos que serán luego, nuestros grandes amigos de toda la vida. En efecto, ese fue mi caso.
Los estudios nos obligaban a verdaderas maratones que podían durar varios días preparando los benditos exámenes. Exámenes que rendíamos en asignaturas, que tenían una gran sapiencia, pero una muy escasa y amigable metodología. Todo lo contrario de ahora, poca sapiencia y exagerada metodología.
En esas faenas académicas, no exentas también de una alegre bohemia, hice de la casa de un querido amigo, mi segundo hogar. Y de forma recíproca, mi amigo, hizo de la mía, lo mismo. Pero no sólo fue cuestión de estudios, fue la oportunidad de conocer a su familia, y de convivir con otras costumbres, tradiciones y hábitos.
Los padres de mi amigo, fueron mis segundos padres también. De ellos recibí aprecio, afecto y una enorme comprensión.
Recuerdo que el padre de mi amigo, habitualmente aparecía pasadas las nueve o diez de la noche, con ricas meriendas que eran nuestro deleite durante esas sesiones. Venía de la calle, de lo que él llamaba «mi grupo».
Con el tiempo me enteré que pertenecía a la sociedad de los Neuróticos Anónimos (N.A), y que había llegado allí, después de un terrible ataque de ira, cuando destrozó, literalmente, los ventanales de la casa de un vecino, con cuanta piedra encontró en la calle. Esta acción contrastaba profundamente con la imagen del hombre bonachón, mesurado y de gran ánimo que yo conocía. En algunas ocasiones me habló del programa de Neuróticos Anónimos, y cómo éste le había sostenido espiritualmente, logrando importantes y significativos cambios en su vida.
Hace un tiempo, en mis afanes lectores, encontré un volumen titulado «Las leyes de la enfermedad mental y emocional», publicación de N.A., donde al respecto de la ira, dice: «Equivocadamente, muchas personas piensan que la ira es necesaria para hacer que las personas tomen una acción correcta, con lo que está incorrecto. Esto no es verdad. La acción constructiva puede ser tomada sin ira. En realidad, todas las acciones apropiadas se realizan sin ira. Lo sabemos; hemos experimentado ambas situaciones y conocemos los aspectos destructivos de la ira. Sabemos que la ira hace que la persona ´pierda los estribos´, diga cosas de las que más tarde se arrepentirá y cosas que pueden hacer daño irreparable a él y a otros…».
Dominar la ira, los sentimientos enfermizos, no es tarea fácil. Grupos como N.A. o Alcohólicos Anónimos, lejos de la publicidad, trabajando en la recuperación de miles y miles de enfermos emocionales y alcohólicos, hacen todos los días, una labor extraordinaria. En silencio, como decía el Maestro Jesús. Sus puertas están abiertas permanentemente a hombres y mujeres, sin ninguna distinción, que deseen únicamente recuperarse de las garras de estos verdaderos infiernos. Nunca es tarde para cambiar el rumbo de nuestras vidas. Superar estos flagelos es posible. Todo nuestro reconocimiento a los hombres y mujeres que mantienen vivas estas instituciones de verdadera esperanza.

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