Dr. H. Spencer Lewis (No. 1)
Pasado Imperator de AMORC
De la Revista El Rosacruz, Julio de 1976
En muchas antiguas enseñanzas o más bien, creencias tradicionales pasadas de generación a generación por medio de la palabra, el hábito es considerado una institución del espíritu del mal o el diablo –para usar un término más moderno de la misma idea–. En un raro manuscrito de las antiguas enseñanzas de los parsis, esta idea es expresada numerosas veces.
Para un oriental que se ha acostumbrado al punto de vista más amplio y verdadero del occidental, estas antiguas ideas son muy inadecuadas para llenar el razonamiento de la mente. El punto más importante sobre las antiguas enseñanzas es, sin embargo, la falta de aplicación práctica. En muchos casos nuestros actos, nuestras funciones y pensamientos son expresados en términos negativos y raras veces se dice algo para ayudarnos a cambiar cualquier parte de nuestra naturaleza de pensamiento.
En el caso del hábito, las enseñanzas antiguas solamente declaraban que toda maldad o malos hábitos eran el resultado del control sobre nuestras mentes o acciones por un espíritu maligno o más de uno. Nosotros éramos impresionados por muchos proverbios y la idea de que una vez que un mal hábito se posesionaba de nosotros, estaba allí para quedarse permanentemente, solo que un milagro ocurriera, o a través de invocación y magia algún otro gran espíritu o dios lo sacaba de nosotros.
El moderno punto de vista occidental de dichas cosas es sin duda más amplio y más científico. Hemos aprendido cómo se forman los hábitos realmente; hemos aprendido su origen y proceso de maduración, y hemos aprendido cómo pueden ser cambiados o cómo puede negárseles expresión.
Diablo o Satanás en las Doctrinas Cristianas
En las doctrinas cristianas de hoy tenemos solo una personificación del mal, llamado como he dicho, el diablo o Satanás. En los viejos tiempos, en la mayoría de las enseñanzas orientales, se consideraba que habían muchos principios o poderes maléficos en existencia. En algunas escuelas de pensamiento, los poderes maléficos superaban a los buenos. En muchos casos estos eran personificados. Cada acto concebible o inconcebible que era destructor, malo o misterioso, era atribuido a estos malos espíritus o dioses.
La mente 0riental puede, sin embargo, ver una relación estrecha entre las antiguas enseñanzas y las más modernas declaraciones de hechos. Este último puede sin peligro considerarse como simbólico de los hechos de la Naturaleza. Así, hay en el mundo un verdadero, y no especulativo dios o mal, especialmente de malos hábitos y pensamientos, y ese dios, a quien yo quiero revelar, es el pequeño dios que reside dentro de nuestro propio cerebro.
Los hábitos, sean buenos o malos, son de nuestra propia hechura. En las enseñanzas Rosacruces hay un axioma que dice que “el hábito es el resultado inconsciente de una ley”, etc. y esto es cierto en un sentido psicológico. Muy ciertamente los hábitos, como tales, son actos generalmente inconscientes, es decir, son tendencias inconscientes. Somos conocedores de los hábitos por medio de su manifestación, pero dicha manifestación es un signo exterior de lo que se ha ido acumulando inconscientemente dentro de nuestro cerebro o procesos mentales.
No hay peligro de decir también que los hábitos pueden ser modificados o quitados por el mismo proceso que los trae a existencia, y siendo esto así, podemos fácil, aunque lentamente, obtener dominio de nuestros hábitos.