Por Rolando Alvarenga
Hay hombres integrales que pasan por esta vida y por su siembra dejan su huella para la posteridad. Es más, los hombres buenos nunca deberían morir, porque lamentablemente cada vez quedan menos sobre la faz de la tierra y porque son una especie en extinción.
Y fue justamente a esa especie que perteneció el recién fallecido Mario Antonio Aguilar Guzmán, de 79 años de edad, popularmente conocido como “El Papá Puma”.
Don Mario, como también se le conoció, durante más de 50 años fue un mecenas y quijote del baloncesto federado y estudiantil; del deporte en general; altruista anónimo y forjador de muchas generaciones útiles y orgullo de la patria.
Y fue de la mano de Don Mario que desde la década de los ochenta hasta 2016, el Centro Denver, integrado por la mayoría de los mejores basquetbolistas nacionales y extranjeros, impuso respeto. Auténticos
“trabucos” que local e internacionalmente escribieron con letras doradas su propia historia y una mítica leyenda.
Es que no por ególatra, sino por ser forjador de campeones y por su espíritu competitivo y ganador en el juego limpio, Don Mario siempre apostó fuerte y siempre fue protagonista. Lamentablemente -y de eso puedo dar fe- hubo muchas ocasiones en que desde varios sectores le jugaron “chuco” más que todo sobre la misma duela, cargándole la mano arbitral contra sus ahijados. Reiterativos horrores que casi anticipadamente se lo llevaban al sepulcro, pero nunca pudieron doblegar su alma y carácter felino. ¡Siempre que pudo les peló la cara!
Ahora que se ha marchado por el camino sin retorno -y habiéndolo conocido como a la palma de mi mano- puedo sostener que a estas alturas ya está integrando el “Dream Team Salvadoreño Celestial”. Un equipo al que un día ingresaron personajes históricos de la talla de Adolfo “Chorro de Humo” Pineda, Fito “Jocote” Rubio, Miguelito Álvarez, Fernando Chavarría, Enrique Samour y el Hermano León Echevarri, entre otras míticas y célebres estrellas de nuestro baloncesto.
En lo personal, tuve el privilegio durante muchos años de estar muy cerca de Don Mario gracias al periodismo, por lo que puedo decir que siempre me pareció un hombre bueno y que en todo aspecto hizo el bien a semejantes. Y muestras de ello es la impresionante cantidad de chicos y grandes que la noche del lunes anterior abarrotaron la funeraria para darle el último adiós y después, en un ambiente de consternación, acompañaron sus restos mortales hasta su última morada.
Han pasado varios días de su fallecimiento y todavía resuenan en mis oídos las palabras de nuestra última conversación telefónica, unas noventa horas antes de que su felino corazón dejara de palpitar, dejándonos sumidos en la incertidumbre y la impotencia. Admito que no logro digerir su deceso y para él y su familia, mi eterna gratitud.
¡Descanse en paz!, y ¡espérenos que por hay le llegamos! Su novenario se está realizando a las 7:30 p.m., en la iglesia católica de la colonia Altos del Boulevard, entrando por Molinos de El Salvador, Boulevard del Ejército, para todos los que deseen acompañar a la familia.