Salvador Arias
En las últimas semanas se han desarrollado dos encuentros que permiten vislumbrar el panorama de la geopolítica mundial, sobre todo con las incertidumbres que ha despertado la azarosa política exterior, o discursos, del Gobierno estadounidense bajo el mandato de Donald Trump. En Taormina, Italia, se ha desarrollado la cumbre del G7, el 26 y 27 de mayo, y en Bruselas una cumbre de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El G7 apenas ha pasado de puntillas sobre la crisis migratoria, uno de los asuntos centrales a tratar; no hay mención ninguna a Latinoamérica, tampoco se ha abordado el tema de las hambrunas en Sudán del Sur, Somalia, Nigeria o Yemen. Los 6 han tenido que bregar para vencer las reservas de Trump a la hora de suscribir una posición común sobre la lucha contra el proteccionismo en materia de comercio internacional. Pero el motivo principal de la discordia hay que buscarlo en el asunto climático.
Al final Donald Trump hizo lo que se esperaba, desmarcarse de la postura unánime del resto de líderes y evitar dar una respuesta sobre si se compromete o no a cumplir con los Acuerdos de París sobre la reducción de emisión de gases de efecto invernadero.
Frente a la declaración conjunta de los otros seis países, que se mantienen firmes ante los compromisos adquiridos en París, la postura de Trump es un ambiguo ‘ya veremos’.
Mientras en la declaración oficial le conceden tiempo (con la vista puesta en el próximo G20 que se celebrará en Hamburgo el 7 de julio), de puertas adentro parece que pocos confían en un cambio de sensibilidad de Trump en materia de cambio climático.
La canciller alemana (en lo expresado a medios germanos) ha tachado el debate de “muy difícil y muy insatisfactorio”, esa indefinición solo puede interpretarse de una manera: “Por el momento, no hay ninguna señal de que EE.UU. vaya a permanecer en el marco del Acuerdo de París”.
También el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, ha tenido palabras para Trump, “Espero que esa fase de revisión concluya pronto y bien. Pronto, porque la incertidumbre es grave; y bien, porque el Acuerdo de París necesita de la contribución de EE.UU.”.
El Acuerdo en mención, de lucha contra el cambio climático, se firmó en abril de 2016 y ha sido ratificado por 97 países, que suman más del 60% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Parte del objetivo del Acuerdo de París es mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1.5°C con respecto a los niveles mencionados, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático; aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos; elevar las corrientes financieras a un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), publica un informe en el que advierte que para tener alguna posibilidad de minimizar los peligrosos efectos del cambio climático, habría que recortar urgentemente un 25% las emisiones previstas para 2030.
Sin embargo, con las promesas actuales de recorte realizadas por los Gobiernos, se calcula que en 2030 las emisiones alcanzarán las 54 o 56 gigatoneladas, lo que llevaría a un incremento de la temperatura de entre 2.9 y 3.4°C.
El presidente estadounidense, que ha señalado en diversas ocasiones que el cambio climático es un fraude, ha sido presionado por la comunidad internacional para defender el Acuerdo en discusión, que fue redactado en 2015 y establece medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero.
La canciller alemana, Angela Merkel, ha criticado la actitud de Trump hacia el Acuerdo, que ha sido firmado por 195 países hasta el momento. “La discusión sobre el cambio climático ha sido muy complicada si no muy poco satisfactoria. No hay ningún indicio de que Estados Unidos vaya a continuar actuando según lo establecido en el Acuerdo de París”, ha manifestado Merkel.
El dirigente estadounidense podría dejar de cumplir el Acuerdo, pero para ello debería denunciar el citado acuerdo multilateral, algo que recoge el propio texto y que no podría realizar antes del 5 de noviembre de 2019, a la mitad de su mandato. Además, la decisión no surtiría efecto hasta un año después, lo que situaría la salida de Estados Unidos prácticamente al final de su mandato en la Casa Blanca.
Según recoge el Acuerdo de París, en su artículo 28, cualquiera de las partes puede denunciar el texto mediante una notificación por escrito al Depositario “en cualquier momento” después de que hayan transcurrido “tres años a partir de la fecha de entrada en vigor” del Acuerdo para esa Parte.
Por el contrario, la lucha contra las actividades terroristas sí ha suscitado el consenso de todos los países del G7, que han firmado una declaración “contra el terrorismo y el extremismo violento” que atribuye una elevada importancia a la seguridad en internet.
Bajo una tónica similar, en Bruselas, en la cumbre de la OTAN, Trump ha declarado que una inversión del 2% del PIB en defensa en los países miembros de la Alianza es insuficiente para garantizar la seguridad. El presidente ha instado a sus aliados en el bloque militar a “cumplir con sus obligaciones financieras” para asegurar la defensa común ante las “muy reales y feroces amenazas actuales”. Trump ha recalcado que “23 de los 28 países miembros todavía no pagan lo que deberían pagar” y que “muchas de estas naciones deben cantidades masivas del dinero que no han estado pagando en los últimos años”.
Sin embargo, Trump no confirmó el compromiso estadounidense hacia la promesa de defensa mutua, al no mencionar directamente el artículo fundamental de la Alianza. Según señala el portal ‘Vox’, es “difícil exagerar cuán ensordecedor fue su silencio [de Trump] para los líderes europeos”.
Mientras tanto, unas 6,000 personas han participado en la manifestación bajo el lema ‘Trump not welcome’ (Trump no es bienvenido); la protesta, avalada por las autoridades de la ciudad, se ha llevado a cabo a unos cuatro kilómetros del Palacio Real.
La manifestación fue convocada por una organización estudiantil que alega que Trump “ha causado indignación en todo el mundo, dividiendo y excluyendo a las personas, negando el cambio climático, intimidando a los medios de comunicación y eliminando la solidaridad”. El movimiento ha sido secundado por los partidos socialista y ecologista, y las ONG Oxfam, Amnistía Internacional y Greenpeace, así como organizaciones feministas que apoyan el proyecto Pussy Hat contra el machismo del presidente estadounidense.
Durante la cumbre del G7 y la cumbre de la OTAN salieron a relucir las diferencias que existen actualmente con el Gobierno del presidente de EE.UU., Donald Trump. “Nosotros los europeos tenemos que tomar nuestro destino en nuestras manos”, agregó la canciller que, sin embargo, indicó que también es importante mantener buenas relaciones con EE.UU. y el Reino Unido y mejorar las relaciones con Rusia. Europa ya no puede contar con Estados Unidos y con Reino Unido tampoco, al menos no como antes, o lo que es lo mismo, la Unión Europea no es la que era antes del Brexit y la alianza transatlántica no es ni la sombra de la que fue en la era pre-Trump. Esa es la imagen que ha devuelto el espejo de las cumbres de la OTAN en Bruselas y del G7 en Taormina (Italia), donde ha cristalizado una realidad en gestación desde hace ya varios meses.
Merkel ha señalado que los europeos no pueden confiar más en sus aliados, “Los tiempos en que podíamos confiar en otros han quedado atrás, eso es algo que he experimentado en los últimos días”, dijo Merkel en un acto electoral en Múnich.
Estas palabras de Angela Merkel no deben ser consideradas ni como una simple expresión de frustración ante los nulos resultados de las cumbres de Bruselas y Taormina ni como una pataleta política tendente a obtener algún beneficio. Son una seria advertencia sobre lo dañada que se encuentra la relación transatlántica.
Según el Frankfurter Allgemeine, el discurso de Merkel lleva implícito un plan para Europa, que empezaría con medidas concretas para hacer frente a la crisis de los refugiados y para profundizar la cooperación en defensa, y seguiría con una armonización de las políticas económicas.
El periódico alemán agrega que, después de las elecciones generales de septiembre en Alemania, Merkel estaría dispuesta a asumir nuevos compromisos con sus socios europeos; a cambio, según la misma fuente, los otros miembros de la eurozona podrían aceptar al actual presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, como sucesor de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo (BCE).
Por su parte, el Gobierno estadounidense ha retomado la defensa y la seguridad como las claras apuestas en su política exterior, y así lo deja claro el presupuesto presentado para el año fiscal 2017-2018. El documento aún tiene que ser discutido y aprobado por el Congreso, pero los detalles que se han conocido suscitan preocupación en América Latina, pues se propone un recorte de la ayuda a la región de hasta 614 millones de dólares en comparación con las cuentas del curso 2016-2017.
En el presupuesto de Trump, los programas centrados en el medio ambiente que USAID tiene para Sudamérica y el Caribe, también desaparecen; el dedicado a Centroamérica se mantiene, pero muy mermado, pasa de los US$39.7 millones de 2016-2017 a solo US$10 millones. Según el plan presentado esta semana, todas las partidas destinadas a medio ambiente, agricultura, comercio, derechos humanos y buen gobierno, quedan suprimidas; se mantienen, aunque recortadas, las del área de salud. Esta zona del continente queda especialmente afectada por las nuevas cuentas.
El Gobierno de Barack Obama impulsó la ayuda al desarrollo para Centroamérica, es así que, en el año fiscal 2016-2017, le asignó un total de US$743.6 millones, esto supone el 43% del total de ayudas solicitadas ese año para América Latina y el Caribe, según un estudio del grupo de investigación del Congreso de Estados Unidos (CRS, por sus siglas en inglés). La mayor parte de estos fondos fue destinada a El Salvador, Guatemala y Honduras, tres países que, de aprobarse el borrador de Trump, verán sus ayudas específicas reducidas en un tercio. La administración actual, en cambio, no solo se muestra más dura con los inmigrantes indocumentados que ya se encuentran dentro de sus fronteras, sino que ahora también quiere recortar las ayudas sociales en sus lugares de origen.
Con estas expresiones de la política exterior estadounidense se marca la tendencia de un repliegue de la influencia estadounidense en las decisiones de política global, esto de forma paralela a la crisis del dólar que se viene produciendo desde hace unos años. De ahí que se vaya fortaleciendo un mundo multipolar, donde los pesos de la geopolítica se están desplazando de occidente a países del este (como Rusia) y asiáticos (principalmente China). Los países que se mantengan con una relación basada en un paradigma unipolar, buscando la fortaleza de Estados Unidos, verán cada vez menos perspectivas de largo plazo. La apuesta en la coyuntura actual recae en estos nuevos polos de desarrollo que se van consolidando como verdaderos pesos en la geopolítica global.