David Brooks / J. Jaime Hernández
La Jornada
De acuerdo. Asumamos por un momento que Michael Moore, ese cineasta acostumbrado a espolear la cresta de los poderosos y a incomodar a las buenas conciencias, tiene razón. Que, últimamente, Donald Trump se ha propuesto dinamitar su propia campaña por la presidencia porque, para empezar, su intención nunca fue llegar tan lejos en un lance que nadie imaginó tan exitoso.
Tan exitoso que hoy Donald Trump se encuentra a punto de “morir de éxito” ante su incapacidad para satisfacer las expectativas generadas entre una base conservadora que se creyó sus promesas de cambio y lo convirtió en el campeón de los jodidos y la clase trabajadora, sin sospechar que el magnate sólo se había propuesto organizar un montaje publicitario.
Si, de esos que siempre ha orquestado para ganar dinero y, acto seguido, salir corriendo para dejar a muchos con los bolsillos vacíos y la humillante sensación de haber sido estafados .
Según la teoría de Moore, que ofrece en su más reciente blog sin citar fuentes aunque, eso sí, aludiendo a “ciertas gentes que cuando lean esto sabrán que las cosas sucedieron así realmente”, todo comenzó con un plan urdido por Donald Trump para conseguir un contrato más jugoso de la cadena NBC para la nueva temporada de su show “The Aprentice” (El Aprendiz).
“En pocas palabras, Trump quería más dinero. Por eso dejó caer la vieja idea de que quería aspirar a la presidencia con la esperanza de ganar la atención (de los ejecutivos de NBC) y para que su posición de negociación fuera más fuerte. Pero Trump sabía muy bien, como rey de los negociantes, que cuando uno dice que va a hacer algo equivale a dar pasos en balde. Hacer las cosas es lo que realmente hace que te presten atención.
“Así fue como el 16 de junio del año pasado, Trump descendió por las escaleras automáticas doradas (de las Torres Trump) y abrió la boca (para anunciar su candidatura presidencial). Sin tener el personal suficiente, ni una infraestructura para competir en los 50 Estados de la Unión”, resumió Moore.
Hasta aquí, la narración de Moore se apega a los hechos como el estiércol a los cascos de los caballos. Cuando Donald Trump decidió echarse a la piscina de la contienda por la presidencia, los más veteranos operadores en Washington se rascaron incrédulos detrás de la oreja.
Sobre todo porque, en sucesivas entrevistas, Trump aseguró que, a diferencia de otros políticos que contratan asesores, él sólo consultaba consigo mismo:
“Hablo conmigo mismo, en primer lugar, porque tengo un muy buen cerebro”, aseguró el magnate para causar aún más extrañeza entre quienes saben muy bien que las actuales campañas por la presidencia en EU se han transformado en una de las más sofisticadas operaciones de propaganda y mercadotecnia; con ejércitos de operadores sobre el terreno, voluntarios, facilitadores de eventos para recabar fondos y expertos en demoscopia y meta data encargados de diseccionar el mapa electoral de costa a costa.
En lugar de tener a un experto como David Axelrod, como lo tuvo Barack Obama, o un Karl Rove, como lo tuvo George W Bush durante su campaña, Donald Trump ha dependido de su círculo más estrecho. Su hija Ivanna y su yerno, Jared Kushner, son los verdaderos operadores de su estrategia. Incluso el director de su campaña, Paul Manafort, quien por cierto se ha visto envuelto en un escándalo por sus estrechos vínculos con el depuesto presidente e Ucrania, Viktor Yanukovych —un protegido del poderoso líder ruso, Vladimir Putin—, ha reconocido que Trump es quien dirige la campaña y que él sólo se encarga de obedecer y hacer cumplir las órdenes que salen del primer círculo de Donald Trump.
La ausencia de un equipo de profesionales al frente de su campaña y el desplome de su candidatura en todas las encuestas a nivel nacional y en las de estados que serán cruciales, han llevado a muchos a pensar que, en realidad, Donald Trump nunca ha tenido serías intenciones de conquistar la presidencia.
¿Sabrá algo Michael Moore que le permita hoy ir más allá de esta sospecha?
Por el momento, los hechos se ajustan al guión de la teoría expuesta por Moore. Tras una exitosa fase de elecciones primarias, en las que cosechó 14 millones de votos y eliminó a 17 aspirantes incapaces de superar a Trump en sus insultos y sus comentarios derogatorios contra los inmigrantes, los mexicanos, las mujeres, los musulmanes, los veteranos de guerra y los discapacitados, el candidato del partido republicano no solo parece haber tocado el techo de sus incapacidades, sino que ya se encuentra en una fase de caída libre de la que difícilmente podrá recuperarse de aquí a noviembre.
En medio de una operación, lo más parecido al “achicar las aguas” del barco que se hunde, el magnate anunció hoy importantes cambios en la cúpula de su campaña. Pero, en lugar de pedir el auxilio de los profesionistas, decidió echar mano de personajes como Steve Bannon, director de la página de Drudge Report, un medio considerado como la “máquina de odio” de la extrema derecha.
Tras conocer estos cambios, desde la derecha conservadora algunos medios criticaron esta decisión por considerar que Trump se ha propuesto retornar a la fórmula populista y nacionalista que le permitió alzarse con una victoria en la fase de las primarias, pero que le arrojará en brazos de una segura derrota en las presidenciales de noviembre próximo:
“Una vez más, el partido republicano se ha doblegado ante ‘El estúpido’ y ahora el coche del payaso se ha salido fuera de la pista. La implosión del partido conservador ha entrado en una imparable reacción en cadena. Por lo visto, Trump tiene un propósito, y podría demostrar ser mucho más peligroso”, aseguró Jayson Taylor desde la página de The Resurgent, una influyente tribuna del movimiento conservador.