Iosu Perales
Cuando el presidente Sánchez Cerén terminó su mandato, de inmediato comenzó una campaña de crítica y desprestigio contra los dos gobiernos de izquierda que por primera vez en la historia habían alcanzado la presidencia del país. La consigna era evitar en el futuro un regreso del FMLN al poder. Se llegó a tal extremo que, desafiando la ley de la gravedad, se trató de ocultar lo que organismos internacionales ya reconocían, como la lucha contra la pobreza que se redujo en 450.000 personas, o el hecho de que por primera vez nació una nueva generación de estudiantes que no dejó de ir a la escuela por falta de zapatos, uniformes y útiles escolares.
Concretamente el profeso Sánchez Cerén es el autor, primer responsable que, desde la presidencia, aseguró millones de paquete escolares con una inversión de 330.000 millones de dólares. Con los gobiernos de izquierda 117 municipios fueron liberados del analfabetismo y 31.000 docentes fueron capacitados.
Pobreza y educación son dos renglones que identifican a la izquierda, ya que para la oligarquía ambas cosas son garantía de continuidad de la explotación humana, de desigualdad, de ignorancia de la mayoría de la población.
Se dotó de agua potable 300.000 personas más. 30.000 familias obtuvieron escrituras de propiedad de sus viviendas; otras 200.000 personas obtuvieron energía eléctrica. Se redujo la tasa de mortalidad en solo un año. Se consiguió que el 99 % de los partos fueran en hospitales. Se llegó a una cobertura de vacunación del 90 % en población infantil.
No sigo en este artículo señalando las políticas de la izquierda en el país. No hace falta. No es este un artículo de balance de los gobiernos de izquierda, lo que solamente quiero señalar es que para la derecha fueron diez años duros que no está dispuesta a revivir. De ahí su furia al difundir la idea de que la izquierda no sabe gobernar. ¿Tuvo errores la izquierda en el gobierno? Sí. El primero de todos fue no haber tomado conciencia total del poder de los monopolios privados de los medios de comunicación. La derecha tenía un rol protagónico y la izquierda carecía de los medios más básicos para poder comunicar sus avances y logros. En este sentido, Co Latino hubiera merecido un mayor apoyo desde la izquierda, lo que no se quiso o se supo hacer, tal vez por una mirada chata de lo que significa la comunicación en la batalla de las ideas y de la información.
Lo cierto es que la campaña de la derecha tuvo su efecto, incluso en las filas de la izquierda donde una parte pasó a relativizar los logros y a acentuar las críticas de los gobiernos sobre los déficits que también los hubo. Las reiteradas sospechas lanzadas por la derecha, terminó haciendo mella en votantes del FMLN. No hemos sabido valorar con toda su fuerza que los medios de la derecha han ocultado los avances sociales en los dos períodos de gobierno de la izquierda. Los han censurado. El método ha sido no informar, pero también destacar problemas con proyecciones irreales, divulgando incluso falsedades con el firme propósito de desacreditar conquistas logradas. Esto no es una exclusiva de El Salvador. Pasa lo mismo en países de América Latina, como Bolivia, Ecuador, Venezuela, el Brasil de Dilma, por poner algunos ejemplos.
La fabricación antidemocrática de la opinión pública castigó, castiga y castigará a la izquierda. Las falsas noticias vuelan imparables a cada minuto por las redes sociales e incluso desde platós de cadenas televisivas. Sin este factor distorsionador de la realidad, las dificultades y los errores cometidos por los dos gobiernos de izquierda tendrían su dimensión real, no serían transformados intencionadamente como fracasos.
La izquierda, en su primera experiencia en El Salvador, como fuerza gobernante, es posible que no esperara una campaña de terrorismo y pesimismo económico, como la que tuvo lugar. Desde tribunales, desde la misma Asamblea Nacional, y de los medios de comunicación, la izquierda se encontró chocando con fuerzas beligerantes que dando la espalda al diálogo y la negociación solo buscaban el cuanto peor, mejor, negando recursos al Gobierno democrático.
Daba igual que 2018 fuera el año de mayor inversión pública en la historia del país, y que nunca antes se importaran tantos bienes de capital para renovar y aumentar la capacidad productiva del país. La consigna era ocultar los datos positivos y magnificar los negativos. De ninguna manera la derecha podía aceptar unas legislaturas normalizadas que dieran a la izquierda el aprobado, a pesar de sus fallos.
Ahora bien, cabe pensar que desde adentro de la izquierda no se supiera manejar con eficacia el fin absoluto de todo indicio y rastro de corrupción, cuando el cuidado de la esfera pública debe ser sagrado. Patrimonio de la izquierda debe ser siempre la transparencia en el uso de recursos públicos. Para mí, personalmente, no se acertó tampoco a la hora de impulsar economías alternativas al neoliberalismo, asunto nada fácil. Siempre pensé que era en los territorios, donde se daban las mejores condiciones para dar impulso a economías populares mediante alianzas sociales y la autogestión. El mercado interno de consumo popular, necesitaba salirse de la lógica de los grandes mercados neoliberales, e ir construyendo otra realidad; islotes alternativos hasta conseguir archipiélagos territoriales liderados por actores comprometidos. La verdad es que nuestros gobiernos no tuvieron ninguna facilidad para esta tarea.
Es por todo esto que echo en falta un esfuerzo para construir la historia de los gobiernos de la izquierda (2009-2019), no vaya a ser que intereses oscuros imponga su relato sectario. Y es también verdad que pagaron la inexperiencia. ¿Qué son diez años de gobierno, comparados por las décadas de gobierno de la derecha?
Soy de los que creo que la ruta o curso de la izquierda no es una línea recta. Lo normal es un trazado lleno de curvas en las que hay poderes emboscados. En la última curva nos esperaba Bukele y nos hemos casi salido de la carretera. Pero habrá otras oportunidades. Lo que debe entender la izquierda como lección aprendida es que cuando llega a ser gobierno todas las hostilidades se ponen en marcha: medios de comunicación, poderes financieros, tribunales, partidos rivales y factores externos. Si la cancha donde la izquierda juega sus partidos contra rivales locales-nacionales, está bajo presión de fuerzas neoliberales adversas, con gran poder en las relaciones internacionales, lo tendremos siempre difícil, pues trataran de ahogarnos. De hecho, una de las explicaciones (dejando a un lado los propios errores) de retroceso de la izquierda, ha sido la no favorable realidad global
Cada conquista desde el gobierno de izquierdas será costosa, difícil de levantar y más fácil de derribar. De ahí la importancia de alianzas regionales y de unidad de acción: sobreviven y ganan los que se unen.
En El Salvador, la izquierda hizo lo que pudo, aunque pudiera haber hecho más. Gobernar cuando tienes presiones de todos lados y el Estado es débil, con pocos recursos económicos, es tarea ardua. Seguramente pudo hacerlo mejor, lo podemos reconocer. Pero hay problemas estructurales, como la injusta y magra fiscalidad que minimiza los ingresos del Estado, sin los cuales agoniza. Otra vez tenemos delante una fiscalidad pésima que no nos permite potenciar cambios.
En la reforma fiscal se juega el futuro de América Latina y, claro está, de El Salvador. La derecha odia la reforma fiscal. No quiere compartir con nadie los costes de una mayor justicia social en el país. Para no correr riesgos, tras dos legislaturas presidenciales en manos de la izquierda, la derecha económica necesitaba un recambio. ARENA ya no le daba garantías. Lo encontró en un tipo sin escrúpulos, sin programa y maquiavélico: Nayib Bukele, un hombre vinculado a las elites del país. Uno de los suyos.