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DOS NUEVOS MIEMBROS INGRESAN A LA ACADEMIA

Eduardo Badía Serra,

Director de la Academia Salvadoreña de la lengua

Este jueves 5 de diciembre recién pasado, ha ingresado como Miembro de Número a la Academia Salvadoreña de la Lengua, una joven intelectual salvadoreña, la doctora Amparo María I. Marroquín Parducci. Ella llega a ocupar la silla D, que ocupara en su momento un digno y recordado compañero académico, el doctor Juan Allwood Paredes. La Academia se regocija con que nuevos miembros llenos de juventud y altamente calificados lleguen a honrar su membresía. Esta vez, la doctora Marroquín Parducci lo hace. De formación más hermenéutica y semiótica que lingüística o filológica, como ella misma se califica, es grave, para su corta edad, su contribución a la cultura nacional y al sostenimiento del lenguaje como uno de sus pilares fundamentales. Ya en los primeros momentos de su discurso de ingreso, “Pedagogías lingüísticas y resistencias en la narrativa sobre la migración internacional”, nos lo dice, cuando reconoce a este como un “dispositivo esencial de la cultura”. Dice la doctora Marroquín Parducci: “Que el lenguaje es dispositivo de la cultura es una obviedad, pero me interesa señalarlo como punto de partida de las reflexiones que voy a compartir”. Y esas reflexiones las sitúa en tres momentos. El primero revisa tres estrategias lingüísticas de trasgresión que pelean contra la semántica establecida sobre la migración en los últimos dieciocho años; en un segundo momento revisa el estado de la cuestión desde una mirada diacrónica, repasando de manera rápida las agendas que han llevado a entender sobre la migración lo que ahora, la gran mayoría, entienden; y finalmente en el tercero, señala los elementos que le resultan más “problemáticos” del discurso predominante sobre la misma.

El tema es actual; su tratamiento, novedoso y muy especializado, va en profundidad desde su análisis hasta sus propuestas; y su sentido es crítico, fuertemente crítico, pues es que ella misma reconoce que el lenguaje “..….constituye una tradición y una cultura. Se encuentra al centro de los procesos con los que construimos sentido”, y como sabemos, todo aquello que construye tradición y cultura, y genera así sentido, no puede verse de otra forma más que críticamente. Pero también la doctora Marroquín Parducci deja a la Academia una inquietud, que más bien es un mensaje señalador, cuando finaliza diciendo: “Ojalá que esta institución con tanta historia pueda también ser memoria, pensamiento crítico, denuncia y espacio para seguir reflexionando sobre lo que el lenguaje nos permite”.

Unos meses antes, el 16 de julio  de este mismo año, habíamos tenido la alegría de recibir dentro de la Academia como Miembro de Número, a otro distinguido intelectual, este vez, para más, un reconocido poeta nacional, hombre de una alta sensibilidad social y con la propiedad de poder escribir versos que lo sitúan dentro de lo más alto de la poesía nacional. Esta vez, Rafael Antonio Mendoza Mayora, a quien todos conocemos como Rafael Mendoza. Viene él a llenar la silla que dejara vacante una persona que fue de la más alta estimación dentro de la institución, el arquitecto Luis Salazar Retana. La silla que llena ahora Rafael Mendoza es la silla H.

El discurso de Mendoza lleva diferente tono. Él habla sobre otro escritor, habla sobre Luis Gallegos Valdés, y lo hace, como lo dice el título del discurso, a la luz del 50 aniversario del grupo literario “Piedra y Siglo”. Hablar de esa suave y frondosa figura nacional de las letras, autor de un texto que ha sido inicio y gestión de la investigación literaria nacional, “Panorama de la Literatura Salvadoreña”, y sobre quien ha habido tantos elogios de otras grandes figuras de la literatura mundial, es entrar en esas escondidas y silentes rutas que fueron construyendo nuestras grandes figuras nacionales, y que ahora constituyen el soporte de los nuevos escritores,  incluso de otros ya no tan nuevos como el mismo Rafael Mendoza, quien comenta sobre la figura y la obra de Gallegos Valdés llenándole de elogiosos calificativos, que, aunque muchos, son muy merecidos. Dice de él, por ejemplo, que es la “figura apacible de un personaje de suave trato personal y acertados juicios literarios”; y cita, por ejemplo, a Rolando Elías, cuando hablando del escritor, lo describe caminando “….con parsimonia, como contando los pasos, vestido siempre de traje entero, a la usanza de un caballero antiguo, con su esposa Conchita del brazo. Iba siempre con la cabeza levantada, como oteando el horizonte, porque el escritor parecía siempre más atento al fluir de sus pensamientos que al entorno circundante”.

La Academia Salvadoreña de la Lengua tiene dos nuevos miembros, que ocupan las sillas D y H, que dejaran vacantes nuestros recordados Juan Allwood Paredes y Luis Salazar Retana. Es un hecho que nos alegra y reconforta, pues de la hermenéutica y de la semiótica, así como del verso y del mensaje que nos da la poesía, tendremos para rato con estos dos nuevos ingresos. Ello compromete nuestra labor de limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra lengua, que es la lengua de seiscientos millones de hispanohablantes en el mundo, y bajo la cual se sustenta buena parte de nuestra historia y de nuestra cultura.

  

 

 

  

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