Francisco Javier Bautista Lara
El rumbo de la vida, el enlace y desenlace de los acontecimientos en el ciclo de opciones (amplio o limitado), con el que las circunstancias irrumpen en la historia personal y colectiva, está determinado por la fuerza que encierran dos de las palabras más breves y de uso más común del lenguaje humano: SÍ y NO, cuyas consecuencias han derivado, a partir de cada presente –por efecto del “sí” y “no” dichos, asumidos u omitidos-, el futuro lineal o circular (según cada quien entienda), de nuestra existencia.
La primera, afirmativa, conjunción y aseveración, implica: tomar, asumir, hacer, aceptar, acordar, etc., y la segunda negativa, que es deshacer, rechazar, negar, omitir, etc. No existe ningún otro vocablo (significado explícito e implícito, verbal, entendido o percibido), que tenga la fuerza transformadora para pautar lo que sigue. Estas son las dos expresiones más poderosas, a pesar de ser diminutas, simples y frecuentes en cualquiera de los idiomas actuales y ancestrales del género humano (yes/no –inglés-, hai/te –japonés-, ja/nein –alemán-, da/ne – ruso-, shi/bú shi –mandarín-, oui/pas –francés-,…).
¿Cuál fue el primer SÍ fundamental para cada uno? Por eso estamos leyendo este artículo: fue el de la madre, cuando nos permitió nacer. Después vino una multitud de SÍ y NO, dichos por otros, de manera expresa o tácita, con efecto en nosotros, y cuando fue posible, cada quien aceptó, dijo, asumió o fue arrastrado por sus propios SÍ y NO en los caminos por los que transita; en las vueltas, desvíos y encrucijadas que fuimos resolviendo o complicando, los asumidos oportuna o tardíamente, los obviados y olvidados, los impuestos y aceptados por diversas circunstancias que cada quien podrá o no entender o explicar… Ocurrieron y fueron dichas esas palabras mágicas que encierran un poder inusitado, concentrado como la energía del átomo, más que una minúscula “partícula gramatical”, tienen la capacidad de provocar una reacción en cadena…
Las palabras, -las dos anteriores en particular-, contienen poder para formar o destruir, son la más vigorosa herramienta humana, tienen la potencia para derivar en actos, sentimientos o paradigmas que liberan o esclavizan, que bendicen o maldicen, que estancan o desarrollan, son semillas que se siembran y guardan la esencia de lo que somos y vendrá. “La boca habla de lo que está lleno el corazón”, narra Lucas el evangelista. Las palabras comunican, desahogan, reafirman, contaminan, purifican, anuncian y declaran, se anticipan, crean lo que existe y lo por venir. Cada SÍ y NO dichos, expresados o silenciosos, arrastrarán consecuencias no siempre estimadas; por ellas somos lo que somos, estamos donde estamos y hemos influido en otros para bien o para mal. Cuida tus palabras y los actos que derivan.
El lenguaje hizo al ser humano, es el instinto fundamental que descubrió (¿o aprendió?), y desarrolló (¿o lo formó?), concentrando en él la capacidad para transformar y transformarse. El primer aprendizaje humano es saber decir SÍ y NO, más allá de los sustantivos o verbos primarios con el que se sigue a una de las dos opciones fundamentales de la existencia humana. Una u otra, no detiene el rumbo de la existencia ni el transcurso del tiempo, únicamente dejará que el caudal te arroye o tire a la orilla.
Los acontecimientos ocurren a pesar de nosotros. El calendario, el clima, la ciudad, las personas que nos rodean, cambian. Cada uno dirá o asumirá ante ello, un SÍ o un NO, existirán a pesar de nuestra ausencia, indecisión o evasión, podemos aprovecharlos y disfrutar. Allí está el año que comienza, no es una página en blanco (existió el pasado), pero es una oportunidad para usar el poder de las palabras. El tiempo es implacable, ¿nos montamos en él, o lo dejamos pasar con las consecuencias ineludibles que implica? Un buen SÍ o un buen NO dichos en el presente condicionarán tu futuro.
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