A JOSÉ ANTONIO
CALDERÓN (hijo)
¿Dónde estás hijo mío?,
¿Qué hicieron de tu existencia?,
sin lápida en la cruz,
un sepulcro para identificar tu nombre.
Maldad ingrata, cruel, cobarde y asesina,
que hasta el lugar donde dejaron tu cadáver niegas,
para poder llevarte una flor de crisantemo.
¿Dónde está el verdugo maldad indigna,
o el que ordenó la muerte indefensa de mi fruto tan amado,
disparando con saña el plomo o asestando el acero criminal
para terminar con tu existir?.
¿Dónde estás pedacito de mi alma?,
por ti he llorado calladamente,
de hinojos frente al altar del Padre Eterno
y mis ojos están ahogados en mares de llanto,
sin encontrar quien los pueda consolar.
Pienso y pregunto,
¿Por qué lo más amado de mi vida es arrebatado?.
¿por qué el jazmín de la ternura tan solo vive un instante
y la maldad segadora que hiere y mata, dura y perdura?
¿Por qué?… ¿Por qué?… Señor mío.
No, no, no puedo creer,
no puedo perdonar, menos olvidar.
¿Qué tu pecado fue ser joven?
¿Qué el delito fue vivir en otro barrio?
Maldito verdugo,
asesino de vidas inocentes.
VIOLENCIA
Violencia contagiosa,
pregonera de luto y llanto,
tu siembra es odio y espanto,
que se arropa bajo la estampa tenebrosa.
Tus frutos son perversidades
que arrebatan sueños venideros,
tus cosechas tempestades,
donde brotan ríos de maldades.
Malvada y perversa violencia,
hija y discípula de Lucifer,
disfrutas festejando la inconsciencia,
sin que nadie pueda frenar.
Tu templo de sangre es guarida,
donde pululan espíritus diabólicos
y adoras becerros simbólicos,
como dioses y ángeles genocidas.
José Antonio Calderón. Profesor y poeta.