Nueva York/dpa
Número de resonancias míticas, physician puerta a la adultez, la edad a partir de la que todo parece posible. Para Roger Federer el 18 tiene en cambio otro significado: pronunciarlo dentro de dos semanas en el US Open sería un logro gigante del suizo y un golpe a las esperanzas del español Rafael Nadal.
Que Federer grite “¡18!” significaría que la brecha de títulos de Grand Slam entre el suizo y el español se ampliaría a cuatro, 14 para Nadal, cuatro más para el helvético. No es la única de las medidas, pero en la lucha por el título inoficial de mejor jugador de todos los tiempos, la cantidad de Grand Slams es un argumento de peso.
Educado en su discurso y casi impecable en sus formas, a Federer lo mueve en el tenis una doble ambición: seguir practicando un deporte que le da placer y ampliar aún más las cifras de su leyenda. Las próximas dos semanas en Nueva York le ofrecen una oportunidad única gracias a la ausencia de Nadal por lesión.
“Los jugadores esperamos que se recupere, se sienta mejor rápidamente y todas esas cosas, para volver pronto al circuito. Pero al mismo tiempo creo que lo que se destaca es la oportunidad de sacar ventaja del hecho de que no está aquí. Es un jugador difícil menos entre los que hay que batir”.
Está claro: Federer no quiere dejar pasar la oportunidad de volver a alzar un grande, un recuerdo para el que debe remontarse a julio de 2012 en Wimbledon. Con el serbio Novak Djokovic dubitativo y quizás desconcentrado tras casarse y saber que será padre y su “némesis” Nadal fuera de combate, fracasar en Flushing Meadows sería muy doloroso para el suizo.
Federer viene de un buen verano (boreal), con las finales de Wimbledon y Toronto y el reciente título en Cincinnati. Está jugando bien, aunque la irregularidad dentro de los partidos clave sea ya una marca cada vez más asentada en su juego.
Cuando su tenis funciona, el discurso de Federer puede sonar soberbio. Seguramente no es la intención del suizo, que sonrió entre esperanzado y humilde cuando se le habló el sábado de unas probables semifinal y final en Nueva York. Pero sus comentarios no son precisamente los de alguien que duda acerca de sus posibilidades.
“Este año jugué muchos buenos partidos, no sólo en Toronto y Cincinnati, jugué buen tenis desde la primera semana. Y entonces llegas al US Open y recuerdas la sensación de ganar torneos, te acostumbras y casi te olvidas cómo es que se pierde un punto. Y la confianza crece, todo parece tan simple… Realmente siento que puedo jugar un gran torneo”.
Arrogante o no, Federer tiene argumentos para soñar con el 18 en un escenario en el que ganó cinco títulos, pero en el que no juega la final desde 2009. Conquistar el sexto a los 33 años sería una hazaña sin precedentes.
“Roger es el eterno optimista”, sintetizó Justin Gimelstob, ex jugador y analista en “The Tennis Channel”. “Este año muestra un físico rejuvenecido, energía y capacidad para hacer ajustes”.
Entre los ajustes figuran su nuevo entrenador, el sueco Stefan Edberg, y una raqueta más grande que contribuye enormemente a la potencia y colocación de su servicio, así como a la profundidad y versatilidad de sus golpes de fondo.
Un año atrás, en medio de una temporada en la que se vio afectado por problemas en la espalda, el español Tommy Robredo lo despedía inesperadamente en octavos de final. Federer llegó a caer al octavo puesto en marzo de este año, pero desde entonces recuperó terreno, y ahora tiene una posibilidad cierta de terminar el año como número uno del mundo.
Acompañado por su esposa, Mirka Vavrinec, y sus cuatro hijos, el suizo es un tenista que no admite ya comparación con ningún otro, porque nadie compitió a su edad en el tenis a tan alto nivel acompañado de semejante familia numerosa.
El Abierto de Estados Unidos marca, además, su sexagésimo torneo de Grand Slam consecutivo. Desde el Abierto de Australia de enero del 2000, Federer estuvo siempre en los cuatro grandes. Nadal, que comenzó a jugar unos años más tarde, se perdió ocho en ese lapso.
“Es muy destacable, increíble que haya sido tan consistente y bueno por tanto tiempo”, comentó el estadounidense John McEnroe, ex número uno del mundo. “Hacer 60 Grand Slams consecutivos es, en cierta forma, heroico”. Y gritar “¡18!”, más aún.