Julio Fausto Fernández,
ExMiembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua
La palabra «Axiología» es un neologismo usado en 1902 por el filósofo francés Lapie, en su obra Lógica de la Voluntad». En Alemania la usó antes que ninguno Eduardo von Hartmann, (1842-1906), en los Elementos de Axiología. Don José Ortega y Gasset propuso en España con igual sentido, la adopción de la palabra «estimativa». Sin embargo, el vocablo «axiología» ha tomado carta de ciudadanía en nuestro idioma, al igual que en las otras lenguas cultas.
No obstante haber sido acuñado recientemente, existen dudas sobre la etimología de este neologismo. Eduardo von Hartmann lo hace derivar de «axu», que significa pesar, medir. En cambio, Alfredo Stern, en su obra La Filosofía de los Valores, consigna una etimología diferente: «axios», precioso, digno; «axico», yo aprecio.
Los primeros que constituyeron una «teoría del valor» fueron los economistas; si bien ellos dieron a la palabra, como es natural, un significado que no es el filosófico aún cuando está emparentado con éste. Con la expresión «valor», los economistas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, comenzaron a designar cierta cualidad que deben poseer los satisfactores de las necesidades humanas. Para unos el valor es la manifestación de la utilidad de las cosas, para otros es cristalización del trabajo humano en los objetos.
Adam Smith, (1723-1790), en su obra famosa Riqueza de las Naciones, (1776), esbozó en Inglaterra una teoría económica del valor. El intercambio de mercancía, dice, presupone el valor de éstas. La utilidad de las cosas sustituye su valor de uso, pero hay en las mercancías otro valor, el valor permutable de las mismas, constituido por la potencia de adquirir, mediante el intercambio, otros objetos con cada mercancía que es llevada al mercado. Muchas de las ideas de Adam Smith fueron más tarde desarrolladas por David Ricardo, (1772-1883), en la obra Principios de Economía Política e Imposición, (1817). En ella se distingue claramente entre el valor de uso y el valor de cambio de las cosas; el primero está basado en la utilidad que las cosas prestan, el segundo en la rareza de las mismas y, más frecuentemente, en el trabajo humano que llevan acumulado. Carlos Marx, (1818-1883) continuó la tarea. En su monumental obra El Capital, cuyo primer volumen publicó en 1867, desarrolla la tesis de que el valor de cambio de las mercancías proviene del tiempo de «trabajo socialmente necesario» empleado para producirlas. Las modernas teorías económicas del valor tienden a destacar los factores psicológicos, eso es, la apreciación subjetiva que de las cosas hacemos, de acuerdo con nuestras necesidades o con las particulares circunstancias en que nos encontramos.
Federico Nietzsche, (184-1900) dio un sentido cultural a la expresión «valor», al distinguir entre los valores de decadencia y los valores vitales. Con ello contribuyó al nacimiento de la axiología, si bien cabe aclarar que Nietzsche no estudia propiamente el problema de los valores, sino que se limita a criticar los valores morales sustentados por el cristianismo, especialmente la misericordia y la caridad, a los que considera decadentes. El pensador alemán propone sustituir la tabla de valores éticos del cristianismo por una nueva jerarquía de valores basada en la voluntad de poderío, esto es, en el no contentamiento y en el deseo de más poder. Esta es la tesis que él llama la «transmutación de los valores». La misericordia, la compasión, la caridad, representan procesos degenerativos de la conciencia humana, negadores de la grandeza del hombre; en cambio, la exaltación de los valores vitales conducirá a la formación de una nueva humanidad, de un superhombre cuyo tipo ideal es Zarathustra. Nietzsche desarrolla estas tesis en dos de sus obras más conocidas: Así hablaba Zarathustra, y El Crepúsculo de los Ídolos