Gloria Silvia Orellana
@DiarioCoLatino
El hecho de que las mujeres ostenten el 53.1 % del porcentaje de la población salvadoreña no se traduce de inmediato en una ventaja de su participación y toma de decisiones en la vida nacional de El Salvador.
Sin importar los ámbitos en donde trabajen, aporten o estudien, siempre encontrarán limitaciones sociales, políticas y familiares. Sin embargo, la directora de Investigaciones de la Universidad Tecnológica de El Salvador (UTEC), doctora Camila Calles, y la lideresa, Luz Esmeralda Villalta, señalaron a la educación como herramienta de liberación para las mujeres y para construir sociedades más inclusivas.
Este 8 de marzo, Naciones Unidas conmemora el Día Internacional de la Mujer, con el lema “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”, un reiterado llamado a sus Estados miembro de la ONU para generar políticas públicas sobre la igualdad entre hombres y mujeres, con el fin de construir sociedades más equitativas en todos sus ámbitos.
“Yo le apostaría -para generar cambios- a la educación a las mujeres. Podría parecer un discurso bastante común, pero la educación nos puede ayudar. Tenemos que buscar, realmente, una educación integral y completa”, señaló Camila Calles.
Para la directora de Investigación, no solo se trata de educación formal para aspirar a una carrera profesional o técnica, sino a la necesidad de un abordaje amplio que llegue a la formación dentro de la familia.
“Entre más educados estemos, más criterio podremos tener y mejores decisiones podemos tomar. Y tenemos que apostarle a esas nuevas generaciones, a que conozcan mundo, a que se apropien del mismo para poder transformarlo, esto para mujeres y hombres”, expresó.
Sobre la educación, Calles añadió que se convierte en una “herramienta” para las niñas, adolescentes y mujeres, para comprender el mundo y saber cómo transformarlo; por lo tanto, debe ser integral e iniciar desde el hogar y con el apoyo y acompañamiento del sistema formal de educación.
“Que nos demuestre que las inequidades no son necesarias y, por el contrario, eso impide el desarrollo como sociedad. Que enseñen que todos son capaces de lo que se propongan, hablo de una educación que despierte sueños para que puedan buscar una formación y sepan que esto no tiene que ver con que sean mujeres u hombres”, señaló.
“Que no sea un obstáculo si tenemos dinero o no tenemos dinero; si nacimos en un estrato social o porque tengo vehículo o no; que no dependa de esto, sino de lo que quieran alcanzar; que dependa de lo que quieran lograr. Yo le apostaría a formar a las niñas en ese valor propio, en esa autoestima, esa dignificación de cada una como ser humano”, subrayó Calles.
Las limitantes se encuentran en ámbitos económicos, sociales, institucionales y personales, aseguró Calles, y para las mujeres lograr desarrollarse es superar los “patrones culturales” o roles impuestos históricamente, en donde hay una concepción de cómo deber ser o cómo debe comportarse o actuar socialmente una mujer.
“Cuando se rompe ese esquema somos criticadas. Cuando yo decidí seguir un doctorado, después de mi licenciatura, lo hice a través de becas y una de esas implicaba estar fuera del país, ya estaba casada y tenía dos hijas, la menor de año y medio. Y fui criticada por mi decisión, no por mi familia, pero eran opiniones que no podía dejar a mi hija, que mi responsabilidad de madre era quedarme… Cuando en ningún momento me estaba desprendiendo de mi hija, que ahora tiene 13 años y es feliz, fue una responsabilidad compartida con el papá y lo asumimos como tal”, narró.
“Como sociedad debemos apostarle a ello, a darle la oportunidad a las mujeres a soñar y no creamos que hay carreras para hombres y mujeres. Siempre está el tema del porqué las mujeres no estudiamos las ciencias duras y, precisamente, es porque no creemos que somos buenas para las matemáticas o que creemos que no somos buenas para la astronomía o ingeniería, cuando no es cierto. Todos los seres humanos tenemos las mismas condiciones”, señaló.
Asimismo, consideró que la tarea principal es que las niñas crean en ellas mismas y también las mujeres adultas, para capitalizar los cambios sociales, al construir “nuevas vidas” sin importar la edad; a partir de que la educación es una herramienta para mostrar las capacidades y retos para construir nuevos paradigmas.
Las principales barreras que enfrentan las mujeres son altas, convertirse en lideresas en una sociedad machista se encuentra presente en todos los niveles académicos, culturales y políticos, donde los estereotipos señalan a las mujeres incapaces de ocupar estos lugares y que, incluso, hasta las mismas mujeres están arraigadas a este esquema.
Y para las mujeres rurales, campesinas e indígenas, el entorno es mucho más precario ante estos obstáculos sociales, pese a su papel fundamental en el desarrollo agrícola y su contribución a los alimentos que se consumen en el país; en donde la atención del sistema de educación y salud es tan precaria como su reconocimiento a su derechos a la tenencia de la tierra.
Luz Esmeralda Villalta es lideresa comunitaria y defensora de derechos de en la zona rural, comparte su vida con sus tres hijas en la comunidad San Romero, municipio de Tecoluca, San Vicente, y su vida tuvo un cambio cuando inició procesos formativos que impartía CRIPDES a finales de los años noventa. Sin imaginar que luego sería la responsable de un proyecto comunitario en la zona, corría el año 2000, y CRIPDES la escogió para coordinar un proyecto en defensa de los derechos de las mujeres.
“Era un proyecto para la conformación de los Comités de Mujeres de las Comunidades del municipio de Tecoluca y nunca había participado en una organización social. Yo solamente logré estudiar el bachillerato porque fui mamá soltera a mis 19 años (1993); luego, en el año 1997 nació mi segunda hija; para cuando tuve a mi tercera hija ya estaba en la organización”, recordó.
Sobre la educación, Villalta reconoció que era un herramienta clave para desarrollarse, al señalar que por la pobreza, y con un gran sacrificio, su madre y padre no pudieron darle más estudio que el bachillerato; pero luego se le presentó la oportunidad de estudiar a través de CRIPDES.
“Tuve siempre el sueño de estudiar en la Universidad Nacional (Universidad de El Salvador) la carrera de Agronomía; siempre me ha gustado el tema agrícola, pero por ser mamá soltera ya no pude estudiar”, opinó.
“Siempre soñé que mi hija mayor tuviera una carrera universitaria como mis otras hijas, pero lamentablemente la mayor vivió la misma historia de ser mamá soltera y dejo sus estudios. Ahora, solo espero que mi segunda hija termine sus estudios universitarios porque está a punto de graduarse de ingeniería agronómica y espero que mi tercera hija también logre sus metas”, agregó Villalta.
No obstante, Luz Esmeralda reconoció que ingresar a CRIPDES ha sido su escuela y universidad, que le ha permitido formarse en género, organización social y gestión de riesgo, que considera un tema interesante y que le llama mucho la atención.
Sobre las valoraciones de su trabajo y su desarrollo personal, Villalta consideró que CRIPDES fue una enseñanza porque, antes, su vida se limitaba al cuido de su familia y los oficios del hogar sin oportunidad de estudios, salud o participación política.
“Solo he trabajado en CRIPDES, no he tenido otras oportunidades; pero lo que he aprendido y enseñado en esta escuela de CRIPDES me permitió crecer como persona, pero también para sacar a mi familia adelante”, dijo.
“Formar parte de CRIPDES y con mi trabajo logré obtener una casa, que es muy importante para mí; entonces, conociendo de estos procesos, para el terremoto de 2001, la municipalidad de Tecoluca me incluyó en un proyecto de lotificación y pude obtener mi casa propia. Al principio tenía miedo de independizarme pero, ya con dos hijas, lo decidí y así tuve mi casa”, reafirmó Villalta.
Ambas mujeres, en diferentes ámbitos de trabajo, concuerdan que las principales barreras que enfrentan las mujeres se reparten entre institucionales, personales y propios entornos y, de estos últimos, incluyen cómo se han desarrollado en la parte individual
Por tanto, apostarle a la educación formal, desarrollar la autoestima de las niñas y mujeres y superar la importante barrera económica, que impide el acceso al estudio, debe ser un trabajo permanente del Estado salvadoreño.
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