Dr. Víctor M. Valle
Dijo bien un editorialista cuando afirmó, try recientemente, ask que “En cualquier esquema de modernización nacional, viagra el sistema educativo tiene que estar en primera línea”.
Podría decirse mejor: en cualquier esquema de transformación social en serio, la educación debe ser la piedra angular.
Pero para que la educación esté en primera línea se deben tomar decisiones fundamentales y radicales con las cuales se venzan los obstáculos que nos han dejado una educación no tan bien parada.
Lo primero es que en El Salvador no se le da mucha importancia a la educación y, consecuentemente, se dedican muy pocos recursos al desarrollo de programas educativos. Eso tiene su razones históricas sociales y en cómo los ostentadores del poder vieron a la educación y acumularon sus fortunas.
Lo concreto es que, después de casi 200 años de vida republicana, los gobiernos nos han llevado a que el país solo destina el 2.8 % de su producto interno a la educación, mientras Costa Rica, por Constitución Política, destina el 8%.
A esto debe agregarse que mientras el producto interno de El Salvador es de 24,000 millones de dólares, el de Costa Rica, con el 30% menos de habitantes, es de 36,000 millones. Gracias a la educación, aquella sociedad produce más.
Eso significa que, en cifras globales, El Salvador puede dedicar unos $700 millones de dólares a la educación (el 2.8% del PIB), mientras Costa Rica, otro país vecino centroamericano pequeño y subdesarrollado, (aunque en vías firmes de desarrollo gracias a su apoyo a la educación) puede dedicar cerca de $2,900 millones a la educación (El 8% del PIB). Por eso es que mientras la Universidad de El Salvador tiene un presupuesto anual de menos de $70 millones, la Universidad de Costa Rica, una de las cinco estatales, tienen $500 millones.
A esto, en Costa Rica, no se ha llegado de la noche a la mañana. El Estado y la Sociedad han creído que la educación “debe estar en primera línea”, pero han actuado en consecuencia.
La educación en El Salvador no ha sido tan bien ponderada ni debidamente apreciada por la sociedad. Cortar café, primero, y después algodón y caña de azúcar, la base de muchas fortunas, no necesitaban que se supiera y escribir .Además, las gentes sencillas creían que las “cipotas” no debían educarse, pues tenían que ayudar en la casa o trabajar como sirvientas. Los “cipotes” eran necesarios para ayudar en las labores del campo, ayudar en la casa y ganar sus centavos desde niños.
Los que mandaban, estimulaban tales prácticas, pues tenían necesidad de fuerza laboral de baja calificación laboral para producir y exportar bienes agrícolas y tener enormes ganancias en un sistema social donde los impuestos eran bajos o inexistentes y la seguridad social era precaria y ausente de las zonas rurales.
La educación no ocupaba un lugar prioritario. Solo eran necesarios unos cuantos técnicos y amanuenses para conducir los asuntos del país y satisfacer las necesidades de unos pocos.
Y así se fue configurando un desdén por la educación que se expresa, de manera tangible, en los pocos recursos que se dedican a la educación.
Por eso, para que la educación esté “en primera línea”, se deben asignar más recursos. Pero para eso, el Estado necesita más recursos. O sea, hay que revisar las fuentes y cuantía de los ingresos tributarios.
El Salvador cuenta con uno de los más bajos ingresos tributarios, como porcentaje del Producto Interno Bruto, de América Latina. Para toda la región ese porcentaje es 18 y el Salvador no llega a 16%, a pesar de los esfuerzos del gobierno actual de moverlo un poco y pasarlo de 13 % a 15.7% y llevarlo, ya en sus postrimerías, al 17%, aún por debajo del promedio regional. Y eso es lo que ha traído reclamos de algunos que se niegan a cambiar y contribuir al desarrollo nacional.
Para darse cuenta de nuestra situación, debe compararse información de otros países en cuanto al total de los ingresos tributarios como porcentaje del PIB. Veamos:
•Argentina: 37%;
•Bolivia: 26%
• Chile: 21%;
•Costa Rica: 20%;
• Nicaragua: 20%;
• Honduras: 18% y
• El Salvador: menos de 16%.
Como este es un artículo periodístico de opinión, y no una investigación académica, no se consignan las fuentes en detalle, pero los números pueden confirmase fácilmente en las estadísticas tributarias de la CEPAL y en los documentos oficiales del Ministerio de Hacienda, de El Salvador.
¿Estamos listos para revisar este retraso tributario? Si se quiere poner en primera línea la educación, como el principal instrumento del desarrollo, se debe actuar en la dirección de aumentar los ingresos tributarios
Si nuestras élites económicas hubiesen puesto en primera línea la educación y la equidad tributaria, en la actualidad tendríamos mucho más recursos para la educación.
Ahí está el detalle. Para dotar al país de una educación de calidad se necesitan recursos adecuados. Y eso debe basarse en un gran acuerdo nacional entre los que tienen el poder económico y político; pero también debemos convenir, si estamos hablando en serio, que se debe organizar una educación para la libertad responsable y la dignidad de todos, una educación para la producción eficaz de bienes y servicios y para la plena realización de todos.
Lo demás vendrá por añadidura: maestros calificados y tratados con dignidad, educación de calidad, educación secundaria diversificada, obligatoria y gratuita, recursos tecnológicos para fortalecer los currículos y programas de educación generalizada para todos y para que el país tenga ciudadanos responsables, consumidores inteligentes, votantes lúcidos y dirigentes políticos y sociales con altura de mira. Ya se han emprendido esfuerzos para mejorar la educación de las mayorías y el entorno social. La ayuda económica directa que se provee a los sectores populares, le gana algunas batallas a la deserción escolar, un mal que afecta a los sistemas educativos e introduce injusticia en los hogares pobres. Hay que continuar con estos esfuerzos, consolidarlos y mejorarlos.
El programa de gobierno de los gobernantes que tomarán posesión el próximo primero de junio se propone una educación de calidad con inclusión y equidad y para eso se buscará la universalización de la educación, la mejor calidad de la educación, el mejoramiento de la educación superior, una educación general para el trabajo y el buen vivir y la dignificación del magisterio, una antigua bandera de lucha que tantos sufrimientos trajo a los maestros desde tiempos de la dictadura.
Es la hora de la transformación educativa a fondo, para lo cual se necesitan recursos. La tarea no es sencilla, pero emprenderla pone a prueba la buena voluntad de quienes manifiestan que la educación es vital para las transformaciones sociales que necesita el país. Debemos llevar la educación de calidad a todos, una educación que, al decir del Informe Delors, de UNESCO, en 1996, encierra un tesoro por medio del cual las personas aprender a ser, a saber, a hacer y a convivir.