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Educación y transformación política

Oscar A. Fernández O
Oscar A. Fernández O

Oscar A. Fernández O.

El principio de equidad, prescription en el terreno de la educación, no rx hace referencia al tratamiento igual, cialis en cuanto al acceso, permanencia y éxito en el sistema educativo para todos y todas, sin distinción de género, etnia, religión o condición social, económica o política, señala Carlos Tünnermann (1994).

En la actualidad, los cambios en el sistema educativo, ha obedecido al cambio en las tendencias sociopolíticas y en las ideas acerca del Estado. Tales concepciones educativas –acuñadas típicamente en Europa y Estados Unidos- tienen una profunda influencia sino dependencia, sobre la educación en América Latina y el Caribe. Esta preponderancia de intereses particularistas ha sido una constante en la historia regional, que también afecta los actuales proyectos de transformación educativa en prácticamente, todos los países del área, lo cual Aníbal Quijano llama “la colonialidad del poder” (CLACSO 2000).

Uno de las puntales que ha de sostener la construcción de una alternativa radical educativa en el contexto de la consolidación de la democracia popular, es la equidad. La equidad parte del principio de que para sostener un servicio ineludible al Estado, como es la educación, los ciudadanos deben cumplir con sus obligaciones fiscales, exigiendo y comprobando que éstas sean devueltas en igualdad de condiciones, en mejoras y avances sustanciales en los servicios. Quienes poseen más capacidad de pago deben contribuir en esa proporción y los que estén en igualdad de condiciones, aportarán en igual proporcionalidad.

En un sin fin de documentos y análisis de organismos internacionales y nacionales, el problema de la equidad está explicado. La insistencia en este tema revela el carácter desigual de nuestras sociedades, la asimétrica distribución de la riqueza nacional y la desproporcionada participación de una minoría en el reparto de los bienes y servicios. Existe un reconocimiento generalizado de que el problema del ajuste estructural del Estado, está generando efectos sociales desastrosos que amenazan todo intento de profundizar la insuficiente democracia salvadoreña y violan la misma Constitución burguesa. Según el mismo Banco Mundial, Latinoamérica tiene el reparto de la renta más desigual del mundo. El 20% de los pobres reciben sólo el 4% del ingreso y el 10% de los privilegiados concentra el 67%, los demás se reparten el 32%. (Minsburg: 1999).

En El Salvador, un país expoliado casi doscientos años, por poderes de facto económicos ultraconservadores y administrados por testaferros políticos ultraderechistas, obedientes a tales intereses  y con modelos de dominación heredados de la colonia, estos montos son más aciagos. Los Estados, comprometidos con las políticas de ajuste, ante el incremento acelerado de la pobreza y la miseria de sus pueblos, prometen desde hace más de una década, reparar este daño. El avance social equitativo sigue siendo el saldo histórico. Esta es la perversa herencia que recibe el primer gobierno progresista de nuestra historia.

La realidad de los empobrecidos, marginados y excluidos muestra un panorama desolador. El acuerdo social clásico (Rousseau), define por excelencia al Estado de iguales, como el mecanismo garante de la distribución de la renta nacional. Disminuido y liberalizado éste, no existen otros recursos eficaces y colectivos. Las políticas neoliberales ortodoxas aplicadas por las derechas, consideran a las políticas sociales (como la equidad) “demandas agregadas”, es decir, no prioritarias.

La educación, si es establecida por la sociedad para sistematizar y ordenar objetivamente la herencia cultural de cada nación, tiene el fundamental objetivo de trasladarse a las nuevas generaciones para que se posesionen de ella, y a su vez contribuir a mejorarla, superarla y acrecentarla.

Por tanto ¿no es una inequidad educativa ofrecer a nuestros niños, adolescentes y jóvenes una educación carente de aptitud y  pertinencia? ¿Puede haber cambios estructurales sin la educación del pueblo?

La educación es un bien público y una potestad fundamental de las personas, por lo que resulta esencial en el pleno desarrollo de los pueblos y está orientado al íntegro ejercicio de la dignidad humana, al respeto y uso responsable de sus derechos. La educación promueve la realización personal y colectiva, el ejercicio de las libertades, la tolerancia, el respeto al derecho del pueblo y una serie de principios que permiten a las personas prepararse para participar eficaz y activamente en el desarrollo equitativo y la transformación social.

Cuando las corrientes menos ortodoxas del liberalismo llamadas reformistas, sustituyen en sus discursos el concepto de la igualdad de oportunidades por el de la equidad sin que aparezcan las razones filosóficas y técnicas de tal cambio, tenemos que sospechar que su lenguaje –que nunca es inocente- obedece a razones políticas y propagandísticas. La igualdad de oportunidades en educación está indisolublemente ligada a las luchas emancipadoras de los pueblos y el logro de sus derechos sociales, ninguno de los cuales ha sido un  regalo de los que detentan el poder. La igualdad en educación tiene dos aspectos. El primero, es que suscita el avance social y por lo tanto, es una condición efectiva para promover la equidad social. El segundo, es que para acceder a la educación de forma en que ésta se traduzca en factor de justicia, es preciso y previo que el acceso al servicio educativo sea distributivo e incluyente. (Torres: 2000).

Pero es la costumbre, que bajo el yugo del capital y del mercado, la mención de la equidad en las reformas educativas, sólo sirve para crear el espejismo de un contenido ético, que no aparece claro cuando la educación es mediatizada a los intereses del mercado. El primer gobierno progresista en El Salvador, ha iniciado cambios graduales  en la forma de gobernar y de repartir las riquezas producidas con el esfuerzo de todos, aún dentro de los parámetros de la cultura y el sistema político burgués, también se encamina a realizar las reestructuraciones necesarias, para lograr avances inclusivos en la Educación en todos niveles, un rubro estratégico en la ruta hacia la independencia verdadera y el progreso social de los pueblos. Aunque esto no nos sitúa en el problema de la transformación radical del enfoque educativo tradicional, reconocemos que el propósito es un paso en la dirección correcta del avance histórico.

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