EL EFECTO DUNNING-KRUGER: Cuando los idiotas se creen supercapacitados

Por David Alfaro
22/03/2025

En El Salvador, la política ha sido tomada por asalto por una élite de la ignorancia. El efecto Dunning-Kruger, ese fenómeno psicológico en el que los incompetentes sobreestiman sus habilidades y los expertos dudan de las suyas, se ha convertido en la columna vertebral del bukelismo. En las últimas elecciones presidenciales, una población desesperada, manipulada y adoctrinada, llevó al poder, una vez más y de manera inconstitucional, a Bukele, un hombre sin formación académica relevante, sin experiencia laboral real y con un historial de vida marcado por el fracaso empresarial y la mentira sistemática.

¿Cómo fue posible que Nayib Bukele, un tipo que jamás ha trabajado más allá del negocio familiar y que, según documentos filtrados, compró su título de educación media, llegara de nuevo a convencer a una nación de que es el más capacitado para dirigirla? La respuesta es simple: el culto a la personalidad y la promoción de la ignorancia como virtud.

Gobernados por la ineptitud

Bukele no gobierna solo; se ha rodeado de una pandilla de incompetentes que elevan el efecto Dunning-Kruger a niveles de espectáculo grotesco. Diputados y ministros que escriben “haber” en lugar de “a ver”, que confunden cifras, que no comprenden la diferencia entre PIB y presupuesto, y que creen que la economía funciona con magia y el poder divino. Personas sin preparación alguna, con un historial profesional vacío, de corrupción o fraudulento, deciden el futuro del país mientras los verdaderos profesionales, científicos y académicos están presos, exiliados o silenciados.

Los diputados de la Asamblea Legislativa, con su pobre capacidad de argumentación y un dominio del idioma que haría sonrojar a cualquier estudiante de secundaria, se han convertido en marionetas que aprueban leyes sin leerlas. Su único mérito es la lealtad perruna a un presidente que, paradójicamente, presume de ser el más inteligente de todos, un «Philosopher King» de pacotilla. Pero, como diría Dunning y Kruger, “los incompetentes no tienen la capacidad de reconocer su propia incompetencia”.

El castigo a la inteligencia

En Bukelelandia, la inteligencia es un delito y la ignorancia es premiada. Científicos, economistas y profesionales universitarios que han osado cuestionar la narrativa oficial han terminado en prisión o en el exilio. Mientras tanto, la banda de idiotas del bukelismo sigue acumulando poder y dinero, convencida de que su mediocridad es genialidad.

El fenómeno no es nuevo. La historia nos ha enseñado que los regímenes autoritarios prosperan cuando la ignorancia se institucionaliza y el pensamiento crítico es castigado. En El Salvador, el resultado ha sido un país donde la realidad se distorsiona a diario: donde el dictadorzuelo presume del “buen PIB de la playa” mientras el hambre y el desempleo aumentan; donde el “sistema de salud de primer mundo” no tiene medicamentos ni especialistas, y donde la “seguridad total” esconde 8,000 desapariciones y ejecuciones extrajudiciales desde el 2019.

Conclusión: el precio de la idiotez

El Salvador es hoy un experimento sociopolítico en el que la ignorancia es el principal requisito para gobernar. Bukele ha logrado que una generación de ineptos se crea experta en política y economía con sólo repetir eslóganes vacíos y aplaudir sus ocurrencias en redes sociales. Pero la historia es implacable, y llegará el día en que la realidad se imponga.

El problema es que, cuando eso suceda, los idiotas que hoy se creen supercapacitados no estarán para asumir responsabilidades: habrán huido con los bolsillos llenos, dejando atrás un país empobrecido y contaminado, saqueado, con un pueblo sumido en un verdadero pozo de ignorancia: en la incapacidad de darse cuenta de cuán profundo es el abismo en el que han caído.