Cuando experimentamos sucesivos aumentos en el precio de los combustibles, surge la pregunta ¿por qué en un mismo año estamos pagando ochenta centavos más por galón? La respuesta común es cambiaron los precios internacionales. Pero ¿por qué ahora cambiaron los precios internacionales? allí los analistas nos dicen: por la política estadounidense hacia Venezuela, las sanciones económicas a Irán y Rusia y las tensiones comerciales con China.
Igualmente que si hay guerra son los pueblos los que ponemos los muertos, en la política exterior estadounidense, guerrerista e intervencionista, estamos siendo los pueblos los que cargamos con los efectos negativos de su política exterior. Por supuesto que el precio más caro lo pagan los pueblos de los países a los cuales se dirigen las medidas; a Cuba, Nicaragua, a Venezuela, a Irán, les debe ser todavía más difícil el aumento adicional el precio de uno o varios productos.
Por eso es aconsejable una política exterior de respeto, de autodeterminación y de paz: No hace mucho tiempo los mandatarios latinoamericanos, declararon a América Latina como Zona de Paz. Sin embargo las presiones estadounidenses, han logrado someter a varios gobiernos de Latino América y el Caribe a un política exterior, que se aleja de las conocidas reglas de un orden internacional y su legalidad, que reconoce la capacidad de los pueblos de decidir por sí mismos a sus gobernantes.
Se ha instalado un peligroso principio, según el cual, un opositor descontento, pero de la mano de EE. UU. se puede declarar presidente, y así sea la llamada “Suiza Centroamericana” o el que mejor se considera, país de tradición democrática termina sometido y reconoce a un impostor. Esta situación a la cual se arrastra a países y a organismos regionales, es sumamente peligrosa.
Nuestro país se ha mantenido en un principio de respeto a la soberanía de los pueblos, de luchar por el diálogo y los entendimientos dentro de un mismo país, para resolver cualquier diferencia existente; pero al parecer y a juzgar las declaraciones del electo presidente, que dirigirá la política exterior a partir del 1 de junio, esa política cambiará por otra de sometimiento a los caprichos y necesidades geopolíticas de la administración Trump.
Ya en el pasado sangre de salvadoreños se derramó en la injusta guerra contra Irak, si esa política de Arena, se ve ahora reforzada, no sabemos a que efectos nos empujarán.
Respetarse uno mismo, respetar al pueblo debería ser la regla, para mantener una política exterior de respeto a la legalidad internacional y a principios democráticos y de paz en la relación entre naciones; independientemente del tamaño de nuestro territorio, del peso de su economía y de la cantidad de habitantes, siempre y aunque se estuviera en minoría, ésta debería ser la voz que más alto se eleve para reafirmar la dignidad de los salvadoreños.
Los bloqueos a Venezuela y Cuba son actos criminales contra la salud, el derecho a la alimentación, la libertad de contratación de esos pueblos hermanos; se les castiga por el solo hecho de tener opciones políticas diferentes a las de las fuerzas dominantes en EE. UU. en el caso de Venezuela, además por el afán de poseer las riquezas naturales y minerales existentes en su territorio.
Se busca el dominio sobre los recursos, las relaciones comerciales y el sometimiento político ideológico de nuestras sociedades. Los efectos de una política exterior imperialista de esta naturaleza, tal como lo analizan economistas de prestigio, impactará negativamente en el crecimiento de las economías de esos mismos países y de quienes estamos en su periferia.
Si se alteran las reglas para resolver diferencias entre potencias económicas con medidas unilaterales, el decrecimiento nos arrastrará como ocurrió en los años 2008- 2009; cuando nuestra economía entró a un crecimiento negativo, con baja de exportaciones, importaciones y hasta remesas.
En 2009 afortunadamente inició un gobierno de izquierda, que trazó política social y económica que limitara los efectos negativos de aquella crisis en la población urbana y rural; es en ese momento, en que surgieron los programas sociales en salud, educación, agricultura y empleo temporal que más adelante se organizaran como programa de protección social universal.
Los salvadoreños y salvadoreñas debemos estar atentos para demandar de los futuros gobernantes, una política que interna y externamente nos proteja lo mejor posible de la política exterior guerrerista e injerencista de EE. UU.; eso en nada contradice que se mantengan relaciones de respeto y colaboración en temas de interés común, como la lucha contra el narcotráfico, como efectivamente ha ocurrido; y más bien reafirma la importancia de una defensa de principios, sobre los derechos de nuestros compatriotas migrantes.
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