Por Huw Griffith
Tokio/AFP
El presidente estadounidense Barack Obama inició el miércoles en Japón una gira por Asia durante la cual tendrá que hacer malabarismos entre las disputas históricas y geopolíticas regionales que complican las ambiciones de Estados Unidos en la región.
El avión Air Force One de Obama aterrizó poco antes de las 7:00 de la noche, tadalafil cialis hora local, medical en el aeropuerto de Tokio Haneda, donde fue recibido por responsables japoneses y Caroline Kennedy, embajadora de Estados Unidos en Japón.
Obama cenará con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, con quien mantendrá una cumbre el jueves.
El viernes Obama viajará a Seúl, segunda etapa de la gira que incluye también Malasia y Filipinas, pero deja de lado a China.
Durante su gira, Obama tendrá que tranquilizar por un lado a sus aliados asiáticos respecto al compromiso de Estados Unidos, pero sin ofender a China.
Por otro lado, tendrá que reforzar la relación vital con Japón, teniendo en cuenta la irritación de Pekín o de Corea del Sur.
En definitiva, tendrá que tomar partido… sin tomar partido.
En vísperas del viaje de Barack Obama dos hechos ilustraron las tensiones en la región.
Las autoridades japonesas conmemoraron a los soldados muertos por Japón en el polémico santuario de Yasukuni de Tokio, donde reposan los restos de 2,5 millones de militares, entre ellos los de 14 criminales de guerra condenados por los aliados tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, lo que provocó la ira de China y Corea del Sur.
El lunes el primer ministro, Shinzo Abe, hizo depositar una ofrenda floral y el martes 150 parlamentarios se trasladaron hasta el santuario para rendir homenaje a los militares.
El sábado pasado, China embargó un buque comercial japonés debido a un diferendo que se remonta a antes de la guerra, provocando la reacción de Japón que advirtió que el incidente ponía en peligro la «normalización» bilateradisputal concluida en 1972.
Las relaciones entre China, importante socio político, comercial y financiero de Estados Unidos y Japón, «protegido» por Washington que dispone allí de 50.000 soldados, son execrables desde hace un año y medio debido a un conflicto territorial en el mar de China oriental. Una disputa que algunos, entre otros en Washington, temen acabe degenerando en enfrentamiento.
Son muchos los buques de guerra que patrullan en los alrededores de las islas Sensaku, nombre japonés de este archipiélago sin habitar y reivindicado por Pekín con el nombre de Diaoyu.
Y mientras que los dirigentes surcoreanos y japoneses se observan también con recelo, resurge la amenaza nuclear norcoreana: según informaciones surcoreanas, Pyongyang prepararía un cuarto ensayo nuclear.
Ausencia de cooperación interasiática
Después de Japón, Obama viajará precisamente a Corea del Sur, su otro aliado regional que se encuentra en primera línea frente al imprevisible régimen norcoreano, pero que está reñido con Japón, de nuevo por viejos odios históricos y por un conflicto marítimo.
«Si Seúl y Tokio cesan toda cooperación de seguridad hasta que superen sus disputas históricas, Asia del noreste será más peligrosa para ambos», advierte Taylor Washburn, experto en relaciones internacionales en Washington.
A finales de marzo, Barack Obama había logrado sentar en la misma misma a Shinzo Abe y a la presidenta surcoreana Park Geun-Hye, con él entre los dos, pero no manifestaban gran entusiasmo.
Para Christian Wirth, investigador de la Universidad australiana Griffith, Estados Unidos no han logrado realmente colmar las múltiples líneas de fractura que desgarran a Asia del este.
Estados Unidos, recuerda, se ha involucrado profundamente en la región desde 1945, por ejemplo en la guerra de Corea, «pero la preferencia de Washington por el bilateralismo tuvo como consecuencia una ausencia de cooperación interasiática y de reconciliación histórica».
Además, entre los esfuerzos por tratar de salvar el proceso de paz israelo-palestino y la crisis con Rusia sobre Ucrania, esta región inestable de Asia se siente un poco relegada entre las prioridades estadounidenses, pese a las garantías reiteradas de Washington.
A esto se sumó la anulación el año pasado de un gira regional, debido a la parálisis presupuestaria en Estados Unidos.
Así, en esta gira asiática que le llevará también a Filipinas y a Malasia, Obama se enfrenta a un verdadero juego de equilibrismo: tranquilizar a Pekín dando el mensaje de que la política regional estadounidense no pretende debilitar a China, y, en paralelo, reconfortar a Tokio sobre la solidez del compromiso estadounidense.
En este contexto, la visita de Abe al santuario de Yasukuni en diciembre no le facilita la tarea.
«Obama seguramente insistirá ante Shinzo Abe en la necesidad de frenar una tendencia en el seno de su equipo de promover una suerte de revisionismo con tendencia a minimizar los sufrimientos impuestos por el Japón imperial» a esta región, estima James Schoff, del Instituto Carnegie por la paz.