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El 25 de enero de 1961, cuando “con su sangre escribió libertad”

Víctor Manuel Valle Monterrosa

Se cree que la historia educa sobre todo a los que asumen liderazgos políticos. Para eso consigno mis recuerdos del 25 de enero de 1961 que hubo en San Salvador, balas, sangre y frustración popular. (https://www.diariocolatino.com/25-de-enero-de-1961-balas-sangre-y-frustracion-popular/).

Cuando la madrugada de ese día se advirtieron movimientos militares, se supo que un golpe de estado estaba en marcha y que la Junta de Gobierno Cívico-militar progresista, instalada 3 meses antes, había sido derrocada.

El ensayo democratizador de tres jóvenes universitarios (René Fortín Magaña, Ricardo Falla Cáceres y Fabio Castillo Figueroa), que tenían entre 29 y 39 años, junto a 3 militares también jóvenes (Miguel Ángel Castillo, César Yáñez Urías y Alfonso Rosales) que eran el ejecutivo colegiado y habían despertado esperanzas de renovación en El Salvador, había llegado a su fin.

Al saberse la noticia, mucha gente salió a las calles para protestar y organizar marchas hacia los cuarteles principales. La que partió del centro de la ciudad hacia San Jacinto, sede del cuartel de Artillería El Zapote, reputado como el bastión principal de una presidencia, se fue haciendo cada vez más numerosa.

En la marcha se coreaban consignas improvisadas como “Somos los estudiantes, que venimos a apoyar la Junta de Gobierno que quieren derrocar” o “queremos armas”. Las dos consignas era ingenuas porque ya la Junta había caído y los miembros del gobierno saliente estaban escondidos y no había manera de que una muchedumbre tuviera acceso a las armas de los cuarteles.

La sede principal de los golpistas estaba en el Cuartel San Carlos, y los líderes dieron instrucciones de marchar hacia allá, saliendo por Avenida los Diplomáticos y después tomar las Avenida Cuscatlán y su continuación la Avenida España.

La marcha se engrosaba y los gritos subían de tono. De repente, dos líderes de la Junta caída, René Fortín Magaña y Ricardo Falla Cáceres, se sumaron a la cabeza de la marcha y a ellos se agregaron Chema Méndez padre y Marinita de Quesada. De algún lado salió una bandera con asta y se la dieron a Fortín Magaña para que encabezara la marcha. No había manera de registrar esas escenas llenas de simbolismo, pues no eran tiempos de cámaras personales ni teléfonos inteligentes; pero las tengo vivas en mi memoria. Un líder joven, bandera nacional en mano, encabezando una manifestación popular. Era una imagen impactante.

Al llegar al cruce de la Avenida España y la Novena Avenida, nos encontramos con un vehículo militar y un oficial megáfono en mano advirtiéndonos que no siguiéramos. Detrás, un camión cargando guardias nacionales armados. La marcha continuó y hubo contacto físico. El oficial ordenó la captura de los funcionarios mencionados y mandó a sus subordinados atajar a balazos la marcha. Siguieron los tiros, los gritos y las carreras.

La marcha se disipó, la protesta se acalló y los golpistas seguían sin mayores novedades en su centro de operaciones. Ahí tenían a sus abogados, Rodolfo Cordón Cea, Antonio Rodríguez Porth y Feliciano Avelar redactando los primeros decretos de gobierno.

Rodríguez Porth, Avelar y el médico Francisco José Valiente se sumaron al coronel Aníbal Portillo y al teniente coronel Julio Rivera para formar el Directorio Cívico Militar que, entre balas, esperanzas truncadas y represión, asumió el gobierno por un par de años, hasta que la dictadura militar, que ya había cumplido 30 años y le quedaban otros 30, instaló como candidato único a Julio Rivera en 1962 quien gobernó hasta 1967.

Cuando, ese 25 de enero de 1961, después de las acciones violentas llegó la calma, quedaron sobre la calle zapatos, bolsos y otros artículos. Sobre la pared de color claro de una oficina pública, creo que la Dirección General de Educación Física, sito sobre la Avenida España, había una la palabra escrita en letras grandes y gruesas de color rojo. Decía: LIBERTAD.

Algunos testigos, superado el susto inicial, quedaron cerca y contaron que un herido de bala mojó sus manos con la sangre de una herida de bala y escribió la palabra. Muchas personas vimos la palabra escrita antes de que llegaran los acostumbrados manguerazos que borraban evidencias. No presencié cuando el supuesto herido la escribió; pero sí puedo decir que en el ambiente se sentía el típico olor de la sangre. Ahí se le encontraba sentido a la frase del Himno Nacional “Con su sangre escribió libertad”.

Quedan pocos testigos presenciales de estos hechos. Cuando sucedieron, hace 63 años, yo tenía 20 años. Los guardias homicidas rondaban los 25 y el oficial a cargo, los 30.  O han fallecido o están muy ancianos. Y seguramente vivieron en la impunidad por sus actos. Los políticos mencionados, René Fortín, Ricardo Falla, Chema Méndez y Marina de Quesada, fallecieron hacer varios años.

 

Ha sido largo el camino seguido por El Salvador para lograr su libertad y vivir en dignidad. Es bueno mantener vivos algunos recuerdos mientras la memoria ayude. Mis recuerdos son desde la atalaya de un ciudadano interesado en el desarrollo del país, que mejore las condiciones de vida sobre todo de los más necesitados, lo cual, después de tantos esfuerzos, sigue como la tarea principal del momento y del futuro inmediato. Ojalá las jóvenes generaciones, cuando lleguen a un nivel de adecuado desarrollo humano, recuerden que el pueblo salvadoreño “CON SU SANGRE ESCRIBIÓ LIBERTAD”.

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