Rodrigo Guerra y Guerra
Al revisar la trágica historia del siglo XX muchos números vienen a la mente. Hace 100 años con su secuela de millones de muertos recién iniciaba la primera guerra mundial; hace 75, sickness purchase después de que el fascismo había triunfado en la guerra civil española, illness Hitler lanzaba la segunda guerra mundial, y hace 25 años se resquebraja el muro de Berlín.
Este mes inicia un período de conmemoraciones de eventos que marcaron la historia salvadoreña. El próximo día 15 será el 35º aniversario de la emisión de la Proclama del 15 de Octubre de 1979 y la salida, a través del un golpe de estado cívico-militar, de la última dictadura militar que se había entronizado casi medio siglo en el poder a través de fraudes electorales y represión. El 16 de Noviembre recordaremos el 25 aniversario del artero asesinato de los padres Jesuitas y dos de sus asistentes en la UCA, lo cual con todo y el dolor y rechazo que causó, inició el proceso de la firma de los Acuerdos de Paz, el 30 de noviembre será el recordatorio del 34° aniversario del asesinato de Quique Alvarez y cuatro líderes del FDR. El 24 de Marzo, recordaremos el 35º aniversario del martirio de Monseñor Romero, provocado en parte porque lo que se intentó un previo 15 de Octubre no pudo consolidarse. El golpe de estado tomó siete años en planificarse, pero en las etapas finales hubo serios errores de varios de sus organizadores al permitir que sectores militares conservadores y corruptos, algunos de ellos agentes o informantes de la CIA, se infiltraran, y porque líderes radicales de la izquierda lo sabotearon, a pesar de que el Partido Comunista, no envuelto todavía en la vía armada de la toma del poder, lo había apoyado al grado de que cuatro de sus militantes habían integrado el gobierno de la Primera Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG) que jurando aplicar la Proclama tomó posesión el 17 de octubre de 1979. La JRG estaba integrada en el lado civil por social demócratas, pequeños empresarios, independientes, demócrata cristianos (que después la socavaron) y minoritariamente por comunistas. Del lado militar estaba compuesta por jóvenes militares y sectores conservadores infiltrados que rápidamente ganaron la partida a los jóvenes, y los desplazaron. Menos de dos meses después, el 7 de diciembre de 1979 el gabinete de gobierno presentó a la JRG su preocupación por la acentuada represión hacia las organizaciones populares activada por el infiltrado ministro de defensa y su grupo. El 30 de diciembre el gabinete hizo un planteamiento definitivo para que se diera cabal cumplimiento a la Proclama y cuando fue rechazado, todo el gabinete, incluidos los demócratas cristianos, con la excepción de unos cuantos conocidos serviles a los militares y a la derecha oscura, renunció el 3 de enero de 1980; unos días después renunciaron dos de los civiles que habían integrado la JRG, el Dr. Manuel Ungo y el Ing. Román Mayorga, ex rector de la UCA. Lo que no sabíamos al firmar el planteamiento del 30 de diciembre era que el partido demócrata cristiano, con Napoleón Duarte “y miembros del gabinete” de la cabeza ya negociaba con los militares la formación de un nuevo gobierno, lo cual hicieron el 7 de enero de 1980, e hizo estallar con ello la guerra civil que queríamos evitar.
El partido demócrata cristiano dio entonces vía libre a sus aliados los militares para intensificar al máximo la represión, lo cual fue denunciado vigorosamente por Monseñor Romero, culminando con su homilía del domingo 23 de marzo de 1980 en la que pronunció aquellas inolvidables palabras: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión”. Al día siguiente, mientras oficiaba misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, fue asesinado.
El impacto de 12 años de guerra civil, con más de 70, 000 muertos y la destrucción del tejido social e infraestructura es evidente todavía; aquella Proclama fue rechazada porque sus principales planteamientos eran: Garantizar la Vigencia de los Derechos Humanos, Establecer una Distribución Equitativa de la Riqueza y la Eliminación de toda Violencia y Corrupción. Varios de dichos principios tuvieron que ser aceptados por las partes en los Acuerdos de Paz de Enero de 1992.
Después de estas experiencias nuestro país no debería haber descendido hacia la tragedia en la que se encuentra, infectado de pandillas, corrupción, impunidad e ineptitud. Si bien es cierto que hay conocidos funcionarios que enfrentan la justicia, y que se ha respetado la vigencia de la democracia, el mismo Sistema Judicial no funciona todavía con la eficacia requerida, y no hemos creado suficientes oportunidades para que los sectores necesitados aspiren a una vida justa y de pleno desarrollo.
El libro “Un Golpe al Amanecer” que publiqué en 2009 dice textualmente en su última frase: “Las divinas bienaventuranzas nos dicen: Serán dichosos los que trabajan por la Paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la Justicia, porque de ellos es el reino de los Cielos. Me atrevo a decir que las bienaventuranzas son válidas dos mil años después, muy especialmente en el caso de Monseñor Romero. Creo que aquel Camelot de fines de 1979 atestigua lo que se quiso hacer en cuanto a una causa justa que valió la pena intentar, y sus consecuencias de persecución, muerte y destierro”.
En la aritmética divina de los evangelios, incluso aquel que enterró el talento que Dios le dio y nada hizo fue condenado. No basta ser el aprendiz de samaritano que aplica curitas al pueblo necesitado de justicia y comida, hay que hacer lo que se puede en el momento que se necesita, y eso fue lo que se intentó el 15 de octubre de 1979. Obviamente, “la lucha continúa”………………………………………….