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El 9F ¡Nunca más!

Ayer se cumplió un año del episodio más peligroso y vergonzante en la vida democrática e institucional de la país, desde la firma del Acuerdo de Paz, cuando el presidente Nayib Bukele, acompañado de fuerzas élites de la Fuerza Armada y de la Policía Nacional Civil, irrumpió en el Salón Azul de la Asamblea Legislativa, en una intentona golpista.

El medio millar de seguidores del presidente, que atendieron el llamado que se les hizo vía redes sociales, estaban listos para ingresar al Salón Azul, para sacar a los diputados que no dieran los votos para aprobar un préstamo, y ocupar ellos su lugar. Este fue el mensaje previo del presidente y sus voceros más conocidos: sacar a los ‘malos diputados’ que no acompañan a sus presidente. Esto, en cualquier parte del mundo, es una intentona golpista.

Y es que el presidente no quiere oposición real, solo diputados que “levanten la mano” o “apreten el botón”. El presidente quiere diputados borregos, y si no asumen ese papel habría que sacarlos a patadas.

El presidente Bukele, una vez el Salón Azul estuvo repleto de soldados con armas tácticas y especializadas, ingresó al recinto, se sentó en la silla de la presidencia del órgano Legislativo, y sonó el gong; es decir, él, y no el presidente de la Asamblea Legislativa, abrió la plenaria. Esto es una acción golpista aquí en cualquier parte del mundo.

Lo cierto es que desde el viernes por la noche, cuando el presidente Bukele se tomó la atribución inconstitucional de convocar a una plenaria ordinaria para el día domingo, El Salvador vivió momentos de incertidumbre política jamás vivida desde la firma de la paz.

El domingo 9, incluso, el presidente Bukele tuvo que salir de prisa, cuando se vio presionado por una turba para que se eliminaran a los diputados y se instalaran “los representantes del pueblo”.

La embajada de los Estados Unidos, incluso, se pronunció en contra de esa acción del presidente Bukele, y así lo hizo saber a través de un tuit.

Ese hecho, que no debe repetirse jamás, fue repudiado internacionalmente por personalidades reconocidas, así como por gobiernos democráticos; para la comunidad internacional, desde ese 9 de febrero de 2020 no fue más “el presidente más cool del mundo”, sino un aprendiz de dictador, y un peligro para la democracia nacional.

Ese 9 de febrero, y todas las manifestaciones de ataque e irrespeto a los otros órganos del Estado, y los constantes mensajes de odio, han dejado claro que el presidente Bukele quiere eliminar a la oposición, y elegirse como un dictador de nuevo tipo, bajo la obediencia ciega de la cúpula militar y policial, y lamentablemente el amplio apoyo popular.

Pero hay otro porcentaje de salvadoreños y salvadoreñas que están conscientes que el rompimiento de la institucionalidad, producto de las ansias de poder de una persona, a la larga será un grave problema para la sociedad salvadoreña, para el país, del que difícilmente se podrá salir, como ocurrió cuando se instaló la dictadura militar desde 1932 hasta 1980.

Ya hay manifestaciones de violaciones a los derechos humanos, por diferentes circunstancias, como lo ocurrido durante la pandemia. Y no se duda de que, una vez Bukele con el poder absoluto, utilizará la fuerzas represivas para detener las protestas y comenzará con la persecución policial de los opositores, y no dudamos que también la eliminación de estos.

El país se puso en peligro el 9 de febrero de 2020, pero dejó al desnudo la verdadera personalidad y pretensiones del presidente Bukele. Ojalá el pueblo sepa leerlo, y sea más reflexivo para limitar el poder al presidente, tal y como está establecido en los Estados Republicanos.

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