Sami Naïr
La tragedia de los refugiados ha sido manipulada por las autoridades europeas como si fuera una cuestión de inmigración económica. Al comienzo, store los Gobiernos aceptaron hablar de peticionarios de asilo, shop pero la decisión que se pactó entre Alemania y Turquía, discount avalada después por el resto de los europeos, vincula en realidad un rechazo de la solidaridad hacia los refugiados con una drástica reacción antiinmigrante. Pues el temor expresado por las autoridades europeas era y es que detrás de los refugiados, cuya cantidad queda aún por definir dado que los criterios de determinación de los mismos según la Convención de 1951 son más que elásticos e imprecisos, se esconden demandantes ilegales de emigración laboral, lo cual topa con las reglas de Schengen.
La verdad es que los sirios, iraquíes o afganos huyen de la guerra civil y, si hay entre ellos unos miles que se aprovechan de la situación para optar por la emigración económica, la inmensa mayoría lo hace tras haberle sido arrebatada la tierra en que vivía y sin la certeza de poder, algún día, regresar a ella.
Más allá de esa cínica manipulación por parte de la Unión Europea, que tiende a justificar la violación de los principios fundamentales de las convenciones internacionales en materia de derecho de asilo, se puede ver hoy, ocho meses después del inicio de la tragedia, que incluso en cuanto a los que han sido tan estrechamente definidos como refugiados, la mayoría de los 28 sigue rechazando aceptar las pequeñas cuotas atribuidas.
El caso de España es desgraciadamente emblemático. Primero, hubo en septiembre una gran solidaridad expresada por la sociedad civil española, propuestas que salieron de todas partes (municipios, diputaciones, comunidades), recibidas, en cambio, de modo dilatorio por parte del Gobierno. La excusa era que España no podía actuar sin el aval de las autoridades europeas. Pero el Gobierno prometió recibir a 467 refugiados. ¡Hasta la fecha no más de 18 han sido acogidos!
Hoy, la Comisión Europea denuncia la falta de voluntad del Gobierno español en cumplir sus obligaciones. La nueva excusa para no cumplir lo prometido es que el Gobierno en funciones no puede actuar en la materia. Ahora bien, ¡se trata de una decisión ya tomada y de un compromiso aceptado desde antes de las elecciones del 20 de diciembre de 2015! ¿Hasta cuándo los refugiados que esperan su llegada al país tendrán que sufrir las maniobras del Gobierno español? ¿Pueden entender las autoridades actuales que se trata de una cuestión de urgencia humanitaria que no debe entrar en la politiquería electoral?
La vergonzosa realidad es que, sobre los refugiados, casi todos los Gobiernos incumplen sus promesas. No se contentan con violar los principios más elementales de los valores humanitarios, sino que añaden, en su comportamiento diario, tal y como desgraciadamente demuestra el Gobierno español, una dosis de egoísmo indigna de la solidaridad expresada por la propia sociedad civil española.