Autor: Ronald Suárez Rivas | [email protected]
Cuentan que fue después de ver cómo las fuerzas de la tiranía reprimían una manifestación, que acabó de decidirse a subir por su cuenta a la Sierra Maestra, para unirse a las filas del Ejército Rebelde. Así que tras cobrar su salario de albañil, Antonio Sánchez Díaz tomó el dinero y partió hacia Oriente.
Las cosas, sin embargo, serían mucho más complicadas de lo que suponía, por lo que al cabo de varios días de búsqueda inútil, no le quedó más remedio que regresar a su casa de Pinar del Río.
Pero Antonio no se conformaría. Luego de vender los instrumentos de trabajo con los que se ganaba la vida, argumentó que tenía que ir la iglesia de El Cobre a pagar una promesa, y salió nuevamente hacia el otro extremo de la Isla, en busca de los rebeldes.
Tiempo después explicaría que a falta de otras pistas, decidiría guiarse para tratar de encontrarlos, por donde más altas le parecieron las montañas.
Su llegada, sin ninguna referencia, generaría desconfianza entre los guerrilleros. No obstante, Antonio consigue que lo admitan.
En la Sierra le asignan la única ametralladora 30 que existe en ese momento, y en poco tiempo se gana el afecto de sus compañeros con su puntería y su coraje.
Nadie lo llama por su nombre, sino por Pinares, en alusión a su provincia de origen.
En el combate de Purialón, cuando el jefe de su tropa cae abatido por el fuego enemigo y la gente queda desconcertada, Pinares toma el mando y le arenga a los suyos: “¡Aquí no se pelea con lágrimas sino con tiros!”.
Después de esta acción es ascendido a capitán, y más tarde a jefe de la retaguardia de la columna 2 “Antonio Maceo”, que bajo las órdenes de Camilo Cienfuegos reeditaría la invasión a occidente.
El 4 de enero de 1959 el propio Señor de la Vanguardia le confiere los grados de Comandante, por su heroica participación en la lucha insurreccional.
Después del triunfo de la Revolución, participa en la lucha contra bandidos en el Escambray y en Pinar del Río, y ocupa varias responsabilidades dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Además, cursa estudios que elevan su preparación como oficial de las FAR.
En 1965 es elegido dentro del primer Comité Central del Partido.
Al año siguiente, el Che lo invita a formar parte del destacamento guerrillero que iría a Bolivia, donde ya no será Antonio ni Pinares, sino Marcos.
En medio de los rigores de la contienda, el Che lo recrimina varias veces por problemas de disciplina. Incluso llega a amenazarlo con la expulsión de la guerrilla, a lo que Marcos responde con entereza: “Antes fusilado”.
De la vanguardia pasa a la retaguardia. El 15 de abril de 1967 aparece la última referencia sobre él en el diario del Che.
“Se completó el armamento del grupo, asignando la ametralladora 30 a la retaguardia (Marcos), teniendo de ayudantes a los de la resaca”.
La guerrilla se divide dos días después, y Marcos queda en el grupo comandado por Joaquín (Juan Vitalio Acuña).
El 2 de junio de 1967, en Peñón Colorado, muy cerca del poblado de Buena Vista, durante una misión de exploración, cae en una emboscada junto a los combatientes bolivianos Casildo Condori Cochi (Víctor) y Antonio Jiménez Tardío (Pedro), el único que logra sobrevivir y narrar lo sucedido.
Antonio Sánchez Díaz, el comandante Pinares, Marcos en la guerrilla del Che, “dio su vida heroicamente”, afirmaría Fidel.
Todavía no había cumplido los 40 años cuando la muerte, que tantas veces lo había asediado desde los días fragorosos de la Sierra Maestra, decidiera lanzar su zarpazo definitivo.
Antonio estaba consciente de esa posibilidad. “Las grandes obras exigen grandes sacrificios”, había advertido una vez, pero por eso no renunciaría a los sueños de justicia que lo llevaron a vender sus instrumentos de albañil, para partir en busca de los rebeldes que combatían a la dictadura, y sumarse a ellos.