Joseph Blatter lo perdió prácticamente todo en 2015. Pero pese a una reputación arrasada, sales una pérdida total de poder y una salud claramente afectada, help el suspendido presidente de la FIFA mantiene una cosa: su particular forma de ver de la situación.
“Por amor de dios, drugstore tengo que decir que la comisión de ética me está tratando como la inquisición”, dijo el suizo antes de ser suspendido por ocho años junto a Michel Platini.
Tras conocer el fallo, el suizo lo calificó como una “vergüenza” y aseguró que recurrirá. “Sigo siendo el presidente”, lanzó, como si siguiera manteniendo en su mano los designios del mundo del fútbol.
Blatter camina entre las ruinas de su caído imperio, la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), donde según parecen mostrar los hechos, se practicó y se toleró durante décadas un sistema de clientelismo y corrupción.
El principio del fin del sistema Blatter se produjo en los albores del 27 de mayo, cuando la policía suiza, a solicitud de la Justicia de Estados Unidos, detuvo en el nobiliario hotel Baur au Lac a siete altos dirigentes futbolísticos por sospecha de corrupción, entre ellos el vicepresidente Jeffrey Webb, un hombre de confianza de Blatter.
Los cimientos de la FIFA se tambaleaban sólo dos días antes de la reelección del suizo, que pronto empezó a hablar de conspiración, de que el momento de las detenciones había sido elegido conscientemente por sus oponentes en Estados Unidos.
Blatter se mostraba retador, por lo que el anuncio de su retirada sólo cuatro días después de la votación resultó aún más sorprendente. Todavía no está claro qué es lo que pasó en la granítica sede de la FIFA en esas horas. Blatter mantuvo el silencio, pero de repente quiso emprender reformas que dejaran en la recta final una impronta moral a su ya tambaleante legado.
Apenas 48 horas después del anuncio, llegaron nuevos indicios desde Estados Unidos. El testigo clave del caso, Chuck Blazer, declaró en un juzgado de Nueva York. La jueza no sabía ni siquiera cómo se pronunciaba FIFA, pero dejó claro que ategorizaba al ente rector del fútbol: una organización con estructuras mafiosas.
La dirección de la FIFA podía alegar que la investigación se centraba sobre todo en las Confederaciones del continente americano (Concacaf y Conmebol), pero pronto empezaron a llegar acusaciones a la central.
Un dudoso pago de diez millones de dólares fue transferido desde Sudáfrica, sede del Mundial de 2010, a través de Zúrich rumbo al Caribe para acabar en manos del polémico vicepresidente Jack Warner, implicado en un buen número de escándalos de corrupción.
Al menos el fallecido argentino Julio Grondona, vicepresidente y poderoso jefe de la comisión de finanzas, debería haber sabido algo. ¿O quizá también el secretario general, Jerome Valcke, íntimo de Blatter?
El suizo de 79 años siguió negando cualquier responsabilidad, aunque se abstuvo desde entonces de viajar a países en los que pudiera ser apresado y extraditado a Estados Unidos.
Valcke fue el siguiente en caer. El astuto francés, que años antes ya había sido despedido de la FIFA por un error de gestión que costó unos 100 millones de dólares, presuntamente se enriqueció o al menos lo intentó con la reventa de tickets del Mundial de Brasil 2014. Las sospechas se acercaban cada vez más al despacho presidencial, hasta que finalmente llamaron a la puerta. Un pago de dos millones de francos suizos en 2011 a su antiguo aliado y hoy enemigo íntimo Michel Platini convirtió a Blatter en sospechoso para la Justicia suiza, que acusa al suizo de “administración desleal”.
Los dos dirigentes aseguran que la transacción es legal y se debe a un trabajo de asesoría del ex futbolista entre 1998 y 2002, pero que el dinero llegara con nueve años de retraso socavó la credibilidad del argumento, incluso para la comisión de ética de la FIFA, que el 7 de octubre suspendió provisionalmente por 90 días a los dos hombres más poderosos del fútbol y el lunes los expulsó por ocho años.
Blatter no podrá tener la despedida que soñaba dirigiendo el congreso electoral del 26 de febrero, pero su carrera estaba de todos modos acabada. La caída de Platini, jefe de la UEFA, se produce cuando era el máximo candidato para sucederlo en la votación en Zúrich.
Antes de la reunión del comité ejecutivo del 3 de diciembre, la FIFA sufrió otro golpe: la detención en Suiza de otros dos vicepresidentes, el paraguayo Juan Angel Napout y el hondureño Alfredo Hawit, quienes además eran los jefe de Conmebol y Concacaf, respectivamente.
La UEFA, que se mostraba como ejemplo de éxito económico y gerencial, está actualmente sin jefe, pero actúa como si éste siguiera en el cargo.
El español Ángel María Villar, sustituto de facto, fue multado con 25.000 francos suizos por la comisión de ética por displicente actitud durante la investigación de la polémica adjudicación de los Mundiales de 2018 y 2022.
El ente europeo no puede ya presentarse como referente moral ante las irregularidades en África, Asia o América. Además, hasta hoy siguen siendo ignoradas las llamativas acusaciones de corrupción en la concesión de la Eurocopa 2012 a Polonia y Ucrania.
La FIFA, la UEFA y la Conmebol entran en 2016 sin un presidente elegido, al igual que la federación nacional más grande del mundo, la alemana, cuyo jefe, Wolfgang Niersbach, dimitió arrastrado por el escándalo en torno a la votación de la sede del Mundial de 2006.