(No. 5)
Francoise Hanff, patient F.R.C.
Armonización con el Árbol
Para los celtas, no rx los amerindios, los chamanes siberianos y de manera general, para todos los pueblos que viven o han vivido de manera estrecha con la Naturaleza, la Tierra es un ser viviente, recorrida por corrientes energéticas de distintas formas de energía individualizada y consciente. Puede ser contactada por quien la sepa ver. El ritual celta para entrar en contacto con un árbol es el siguiente: Primero que todo, siguiendo su intuición, escoja un árbol, háblele, tóquelo como si fuese un viejo amigo; enseguida dé tres vueltas a su rededor en el sentido de las agujas del reloj, diciendo una invocación en cada vuelta. La tercera vuelta está dedicada a la Luz espiritual que ilumina a cada ser. Luego, mantenerse receptivo, en estado de meditación. Este ritual es simple, realizable por cada uno y todos nosotros, pero su simplicidad no debe esconder su dificultad para el profano. La armonización con el árbol es posible “ramificándose” en su misma longitud de onda, lo que supone una gran pureza de pensamiento puesto que los árboles son, por esencia, el reflejo de una realidad cósmica positiva y ajena a las preocupaciones humanas. El simbolismo de esta ceremonia la aproxima a otros rituales y técnicas que podemos encontrar en otras vías iniciáticas y tradicionales occidentales.
Este tipo de relación con el árbol y la Naturaleza puede elevar al alma hacia las más altas realidades espirituales. Es así como el árbol representa el trabajo que cada ser humano debe hacer sobre la Tierra, es decir, elevarse en una dirección vertical para florecer en el cielo, en las realidades celestes o cósmicas. Ese es todo el trabajo de “reintegración” descrito por Louis Claude de Saint-Martin. Los árboles con su simple presencia nos recuerdan el sentido de nuestra vida sobre la Tierra y esto con el don más total, ya que los árboles nos alimentan, nos calientan, nos amueblan, nos curan sin cuentas y sin límites. Nos recuerdan el Valor del servicio, piedra angular de la evolución espiritual. Los conocimientos y las experiencias toman su valor real solo cuando son utilizados con un fin desinteresado a beneficio del ser humano y de la humanidad en general. Es lo que nos repiten las distintas religiones, pero también todos los movimientos esotéricos e iniciáticos serios.
Sembrar un Árbol es la
Manifestación del Absoluto
Si sembramos un árbol, se convierte en a manifestación del Absoluto, de la Realidad única y trascendente conocida como movimiento descendente, donde la energía pura se transforma en materia y en vida. Al igual que la lluvia del cielo moja la Tierra, la impregna y la hace fértil, así el amor divino se encarnó en nuestros ancestros y los hizo aptos para prolongarse en otras vidas. Estudiar la genealogía es estudiar de qué manera el amor divino se manifestó en nuestros ancestros, es estudiar de qué manera el amor cósmico puede solidificarse en la Vida. En los Upanishad el Universo es un árbol volteado, extendiendo sus ramas por encima de la Tierra, igualmente lo es el Árbol de la Vida chino. Tradicionalmente el Árbol sefirótico cabalístico lo es también y representa el descenso de las energías divinas en nuestro mundo. En su cima, su raíz, se encuentra Kether, la sephira fuera de todo conocimiento, la fuente divina. Es el grano o semilla que virtualmente contiene a todo el Universo así como la semilla del árbol contiene virtualmente al árbol adulto. Esta semilla se materializa en el árbol del mundo y cada sephira es una palabra divina.
(continuará)