Jim Casalbé
Artista y escritor
Pasan los años y cualquier persona que visite nuestro país podría deslumbrarse por algunas cosas que produce el arte salvadoreño, seek here sobre todo, remedy por aquella muestra que gusta por su color, estética, contenidos, estructuras y sus formas. Así tenemos en la plástica, el paisajismo, muralismo sin fondo y trascendencia social y cultural, el desnudo sin fondo cultural que lo justifique, más que el gusto del artista, copismo, colorismo y una muestra abstracta que más es tal por carencia de talento y creatividad, que por ser propuesta ubicada en alguna corriente innovadora y excelente. El arte escénico, específicamente el teatro, nos ha acostumbrado a ver muestras que se engalanan de decorado, utilería, vestuario, luces, efectos especiales, maquillaje, artilugios electrónicos, en el marco de piezas teatrales que rara vez aterrizan en temáticas cercanas a la realidad, siendo productos nacidos de improvisación y del experimento, carentes de dramaturgia o si la tuvieren, pues se trata nada mas de guiones escénicos, que de piezas literarias nacidas en la dramaturgia psicofísica elaboradas a la luz de la preceptiva literaria. La música, como producto artístico serio e innovador, hecha en procesos formativos académicos, admirada por su perfección en la recreación, no pasa de reproducir lo hecho cientos de años atrás por músicos artistas, sin propuesta nacional de música que refleje nuestra identidad, más bien los músicos que pasan por un proceso formal de educación artística, la gran mayoría cae en bandas y orquestas fiesteras reproductoras de cualquier género, sin importar el valor cultural que estos representen en la transculturación. La danza, apreciada por su elegancia y finura en su trabajo físico, su nomenclatura y coreografía, año con año reproduce obras o piezas hechas por compañías y artistas extranjeros, lo cual es bueno, pero son carentes del aporte al producto genuino nacional, en el concepto identitario o propuesta propia que sea exportable o replicable. La literatura, que hasta el momento no pasa de lo rimbombante para algunos escritores, y del silencio excluyente para la gran mayoría, lo cual es reflejo de que ninguno pasa por academia formal, considerándolo normal ya que no existen escuelas que formen escritores, poetas, dramaturgos, novelistas, sino escuelas que forman técnicos, gramatólogos, críticos, lectores y otras especialidades, porque el oficio del escritor no se construye en una academia, ésta solo fortalece el talento con el conocimiento técnico y científico que provee la escuela. En El Salvador contamos con varias salas de teatro, algunas de ellas con lo necesario para mostrar medianamente bien los productos teatrales, pero en su operatividad carecen de políticas institucionales serias y contemporáneas como las hay en los teatros del mundo, donde las pocas compañías de teatro independientes, tienen siempre garantizado un público construido y formado por la institución y un contrato en la que la institución compra el espectáculo, siendo todo lo contrario en nuestro país, ya que aquí los grupos de teatro serios, propositivos e innovadores pagan alquiler en los teatros del estado para mostrar el arte que debería promover el estado, mercadean sus productos por su propia cuenta y capacidad, peleando en competencia desigual contra docenas de grupúsculos que hacen montajes por encargo produciendo hasta clásicos en una semana, con gente que no cuentan con la más mínima formación actoral, a quienes el comerciante teatral explota quedándose con el dinero que instituciones educativas pagan por ver trabajos de pésima calidad, dándoles a los aprendices de actuación una regalía que apenas alcanza para cubrir el salario mínimo del día. . Y así contamos con galerías para que solo exhiban los pintores exclusivos del que conduce la institución o del que conduce el asunto del arte desde el estado; museos que apenas exhiben el patrimonio cultural tangible, muchas veces sin investigación seria sobre origen, características y fecha, en los que tampoco existen políticas de investigación y difusión; sitios arqueológicos medio descubiertos y casi todos saqueados a veces por investigadores que generalmente son extranjeros; tenemos una institución estatal de publicaciones, sin política editorial, que edita y publica más a quienes son afines en lo político, religioso y económico a los consejos editoriales y autoridades superiores; contamos con hermosos e interesantes pueblos que por su instinto de conservación patrimonial arquitectónica o ancestral se mantienen exclusivamente en el menú turístico, pero sin trabajo de rescate cultural local ni cultivo de las artes y ni mucho menos con valoración y registro de su historia. . El tremendo problema es que quienes hablan bien y se admiran, se impresionan y hasta se enorgullecen de nuestra muestra artística, no tienen criterio y a veces ni siquiera idea de lo que es en verdad el arte y no son culpables por ello, porque la cultura de nuestro país, facilita que no tengamos cultura artística sólida, clara, determinante y bien identificada con lo nacional y mucho menos, perspectivas de evolución positiva y trascendente que marque un sello identitario propiamente salvadoreño, a pesar que tenemos una exagerada miríada de talentos en la plástica, la música, el teatro, la danza y hasta en la literatura, por sobre todos los países de la región y lo hemos probado con tantas propuestas respetadas en el exterior y menospreciadas o ignoradas en nuestro propio terruño, algunos producen sin detenerse, sin pensar en respaldos o esperar aplausos, como ocurre con la mayoría que esperan siempre algún acompañamiento de parte del estado, sin entender que esa espera, nunca recomendable, se alarga y nunca termina, siendo este el punto álgido de las artes nuestras, el impase que significa el esperar algo y recibir nada, eso se lleva años, y evoluciona siempre para mal, porque el desarrollo de las artes podrá ser excelente para algunos artistas porque son privilegiados por el estado, pero es mediocre y fatal para la gran mayoría de trabajadores del arte, porque la etiqueta de la marginación les viene no solo por el sello político e ideológico que rige un gobierno o la orientación ideológica del funcionario a cargo, sino también por el acre gusto artístico de quienes pueden pagar por ello. . ¿Dónde está el problema? No está en el gobierno y sus instituciones constituidas para trabajar por el arte, no está en la empresa privada ni en sus medios de comunicación, no está en las diez mil iglesias de dos mil denominaciones con sus dogmas y dioses propios, no está en la clase económicamente poderosa ni en la clase donde gobierna la miseria con sus miles de necesidades nunca resueltas, el problema radica en que siempre nadie, ningún gobierno se ha detenido a pensar que la implementación, desarrollo y evolución de las artes de un país y sus diversas naciones, es uno de los mejores sellos de identidad que enaltecen el valor de ser oriundo de un lugar determinado, eso implica que desde nuestro nacimiento como república, los gobiernos se han ocupado de otras cosas y de los miles de problemas que nunca cesan, pero nunca por el arte, porque nacimos desencontrados, enemistados unos con otros, inseminados por la perversidad de los hispanos invasores, contagiados por la voracidad y el egoísmo de tantas invasiones, hemos vivido o coexistido con el mote de republicanos, sin nacionalismo claro, porque aún en la convivencia de las naciones mayas, lencas, chortís, nahuas, ulúas, catchikeles, mixes, pocomámes, mangues, kakawiras y otras naciones, a nadie se le ocurre investigar e identificar en un territorio tan pequeño, donde los pactos de convivencia, la paz, justicia y solidaridad, no han existido o no se han permitido, tanto así que ha sido imposible iniciar una evolución artístico cultural que nos de el rango de una nación conjuntada, donde el respeto a los derechos de cada nación y el fomento a sus propios desarrollos, marque la senda que nos de como resultado una muestra artística nacida de las entrañas de una identidad bien definida. ¿Qué nivel de arte queremos ver en un país donde nunca se ha implementado una cultura artística? No contamos con políticas que establezcan identidades en todas las expresiones artísticas y su verdad histórica, firme, creíble, consensuada, inclusiva, diferenciada en las naciones que conforman nuestro país, pero unidas en intereses comunes. . ¿Tenemos cultura artística? Si la tenemos, pero amparada en los conceptos de entretención, divertimento, contemplación, decoración, experimentos de todo tipo que no buscan más que impresionar al mercado inculto en el arte, pero aparentemente culto ante quienes no comprarían nada para decorar sus casas, porque en el 90% de familias salvadoreñas, lo que más interesa es satisfacer las necesidades básicas y están a cien años luz para considerar el arte como parte de su idiosincrasia, asunto que tampoco entienden, siendo así desde la invasión ibérica. . Quienes si tienen conciencia más o menos clara sobre una cultura artística, son los trabajadores de arte propiamente dicho, los que producen arte útil y trascendental, no incluyo a quienes se meten al arte por necesidad económica o para ganar estrellatos, reconocimientos y hasta privilegios, ni mucho menos a los divos y divas que más hacen vedetismo artístico que arte propiamente dicho, sin saber que son responsables de entorpecer el desarrollo y evolución del arte, porque se ofrecen, se exhiben y hasta se venden al postor que no sabe del arte genuino y trascendental, contrario a la actitud digna y noble del artista creador, con talento innovador, revolucionario en sus aportes, generador de propuesta y conocimiento, dinamizador de la cultura y del arte mismo y que establece con ello una cultura sobre lo que hace, siendo además, replicado por otras generaciones, este es el artista de oficio que por gracia propia se sostiene sin necesidad de respaldos que lo encadenen a ideas y preceptos, con un cúmulo de riquezas que ninguna institución investiga, valora, procesa, rescata, sistematiza y mucho menos promueve, por el contrario este productor de arte es ignorado, excluido, y solo se recurre a él cuando se le quiere robar ideas o para utilizarlo políticamente.