Washington / AFP
Douglas Gillison
Derrochador, corrupto, demasiado generoso con China: las críticas de David Malpass al Banco Mundial, del que sin embargo podría convertirse en presidente, recogen los habituales reproches formulados al organismo por sectores de la comunidad internacional.
A menos que haya una gran sorpresa, este alto funcionario del Tesoro designado por Donald Trump presidirá la institución multilateral cuya misión consiste, en principio, en reducir la pobreza en el mundo mediante la financiación de proyectos de desarrollo.
La presidenta demócrata de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, se declaró opuesta a Malpass, estimando que se trata de un hombre que puede «socavar las misiones de la institución».
«Un incendiario empedernido será ahora nuestro jefe de bomberos», tuiteó a su vez el exministro de Obras Públicas de Liberia W. Gyude Moore.
Sin embargo, el hecho es que algunos de los duros comentarios formulados por Malpass en el pasado coinciden parcialmente con los de activistas que durante mucho tiempo han instado a la reforma del Banco Mundial, una institución empañada por escándalos de diverso tipo, particularmente de corrupción.
En 2015, un informe realizado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), el Huffington Post y otros medios de comunicación mostró que en 10 años el Banco había incumplido sus compromisos de «no perjudicar a la gente o al medio ambiente», y que sus políticas habían acarreado graves consecuencias para algunas de las franjas de población más pobres y vulnerables del planeta.
Auditorías internas e informes externos han establecido vínculos entre fondos entregados por el Banco Mundial y casos de trabajo forzoso en Uzbekistán y el enriquecimiento de gobiernos locales autoritarios como en Chad, por citar solo dos ejemplos.
¿Es David Malpass la persona «adecuada» para este trabajo, como afirma Donald Trump? Las opiniones están divididas.
«Aunque algunas de las críticas de (David) Malpass son válidas, un execonomista jefe de una institución financiera (NDLR: Bear Sterns) cuya imprudencia ayudó a destruir la economía global en 2008 es una de las últimas personas en la cual podríamos contar para hacer del Banco una organización más responsable», dijo David Pred, director de Inclusive Development International.
– «Preocupante» –
Esa ONG acusó al Banco Mundial de haber financiado indebidamente proyectos en el sector de la energía del carbón en Asia, contribuyendo al calentamiento global.
Malpass era entonces el economista jefe del banco de inversión Bear Stearns, que luego dio quiebra.
W. Gyude Moore advirtió respecto a la oposición de Malpass a prestar dinero a China, a pesar de que los intereses que el gigante asiático hubiera pagado podrían haber financiado la asistencia a países de bajos ingresos, muchos de ellos concentrados en África.
«Nunca precisó cómo el Banco aumentará sus reservas financieras», dijo el exministro liberiano a la AFP. «Me pregunto acerca de qué puede significar tener (como presidente) a una persona que se opone fundamentalmente a la forma en que opera el Banco. Es algo preocupante», agregó.
El Banco nunca respondió a las críticas que Malpass le formuló ante el Congreso de Estados Unidos en 2017, pero señaló que la pobreza extrema se había reducido significativamente en 25 años, del 36% en 1990 al 10% en 2015.
El miércoles, Malpass optó por defenderse aduciendo que sus señalamientos contra instituciones «ineficientes» como el Banco Mundial remontaban a 2017 y que desde entonces el organismo había adoptado reformas que van en la dirección correcta.
En particular, señaló que el BM había aceptado la idea de «reclasificar» a China y a otros países importantes para reducir sus préstamos o modificar las tasas de interés.
El Banco Mundial lanzó oficialmente el proceso de presentación de candidaturas el jueves. Quienes aspiren a dirigirlo tienen plazo hasta el 14 de marzo para darse a conocer.
Pero los expertos están de acuerdo en que los dados ya se lanzaron, porque el cargo de presidente del Banco Mundial se atribuye tradicionalmente a un estadounidense, según una división tácita de roles según la cual el liderazgo de la otra institución multilateral del Consenso de Washington, el Fondo Monetario Internacional, es asumido por un europeo.