Herberth Vaquerano,
Escritor
En el follaje exuberante y embriagador del occidente de Kuskatan(l), un maestro de aula rural impartía termas harto fascinantes de Estudios Sociales y de Ciencias a sus alumnos. y así como en el seno de la Madre Natura, la inspiración brota espontánea y embelesedora, el “maishtrito” explicaba con sus sencillas palabras temas tales como la evolución de los seres vivos que atañe a ambas asignaturas y como él bien sabía, por ser devorador de libros, concordaba los contenidos y hacía uso excelente de las analogías entre las materias, lo cual había leído en uno de tantos libros de un autor a quien él rendía un culto devocional, realizaba así un fin que se había propuesto que le brindara la inmensa satisfacción la cual conocen los profesores y que adolesce casi siempre de la agonía silenciosa en el ser interno de un verdadero educador. Se sentía, pues, un innovador, un portador de la educación de la Nueva Era.
Y a medida que iba adentrándose en el tema mencionado y observando las faces redondas como los ojos de sus pequeños discípulos y viendo saltar la chispa divina de la curiosidad y la motivación en sus expresiones infantiles angelicales, sabedor de los innúmeros recursos motivacionales de la pedagogía, halló oportuno referirles una leyenda la cual él había escuchado desde niño en este querido terruño y sabedor, también, de la necesidad de acercar, especialmente a los niños y jóvenes a sus raíces culturales, tenía siempre el cuidado de narrar leyendas propias de su tierra, siendo ésta la versión salvadoreña del basilisco: Cuando una gallina escapa milagrosamente del azote de la matanza organizada del descuartizamiento y llega a fenecer por muerte natural y no por “accidente” u otra enfermedad, sino más bien por decrepitud o ancianidad, cuentan que del postrero huevo que ella pone nace, por misterio de la naturaleza, el basilisco -reptil fabuloso- el cual si es visto primero por un ser humano muere instantáneamente, caso contrario, es el humano quien perece ante la fatídica mirada del basilisco. Este ser mitológico posee un color verde preciosísimo y anonadante y es del tamaño de una iguana. Se le atribuye, a su vez, otro poder fatal, asesinar con su aliento.
Luego de referir brevemente la leyenda y notar la estupefacción de sus alumnos, concluyó explicándoles, a manera de una moraleja ocurrida gracias a su preclaro discernimiento, que el hecho de la mirada mortal relacionada con el basilisco, simboliza la valentía que se debe tener para escudriñar los misterios de la Creación y la Naturaleza, siendo el primer caso, el de ver en primera instancia al basilisco para que fallezca de inmediato, en vez de amedentrarse ante las miradas inquisidoras y asesinas de los tradicionalistas y los falsos escrupulosos quienes prefieren dejar las cosas como están por no comprenderlas, siendo éste, el caso segundo, el de morir ante la mirada letal del basilisco o de su aliento que simboliza perfectamente la malignidad presente en la maledicencia.
(1)Kuskatan. Nahuat: kuskat: jade tallado, collar, presea; tan: lugar.