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En un ambiente de gratitud y devoción, site feligreses, la Conferencia Episcopal y el Presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, participaron de la solemne eucaristía celebrada en Catedral Metropolitana, recordando el 36 aniversario del martirio del beato Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
La Eucaristía fue presidida por Monseñor Oscar Julio Vian, Arzobispo Metropolitano de Santiago, Guatemala, quien dijo durante la homilía que la vida del beato Romero fue el reflejo de la vida de Cristo que pasó haciendo el bien, se identificó con los preferidos de Dios, que muy cercano en su dolor los ayudó, fue para ellos un padre y un pastor con olor a oveja.
“Dios se dignó en elegirlo para que sirviera a su pueblo, para ser profeta y proclamar haciendo el bien, Monseñor Romero fue y sigue siendo una gran inspiración, no fue beatificado sólo por la forma en que murió, sino sobre todo por su manera de vivir el Evangelio, por su entrega generosa, por su coherencia de vida”, afirmó el arzobispo guatemalteco.
La vida de Romero es un gran testimonio de lo que debe ser un cristiano, cambió los lujos que le ofrecía su estatus como arzobispo de San Salvador y vivió cercano el dolor en la pobreza desplazándose hasta los cantones y barrios marginales Dónde está la gente que más sufre ahí es donde él supo encontrarse con su pueblo y acompañarle en su lucha por los cambios y la transformación del país su vida estuvo al servicio de todos.
El papel que jugó más señor Romero fue importante, ya que para las grandes mayorías era como el mismo lo decía sus homilías, “la voz de este pueblo, la voz de los que no tienen voz”, porque él recogía semana a semana el sufrimiento del pueblo para reclamar justicia ante la opinión pública y los órganos de estado.
Asumió este papel, ya que al escuchar a su pueblo Romero había aprendido cuáles eran las causas de la injusticia del sistema imperante en el país, que dejaba a las grandes mayorías en la miseria.
Monseñor Romero tuvo la opción radical de recoger y acoger el clamor de los pobres, por ello demandó respeto por la vida y por las organizaciones populares que reclamaron justicia.
Al mismo tiempo denunció y motivó al pueblo y a la organización. Siempre tuvo la puerta abierta para los grupos económicos, parientes de la oligarquía. Es más medió personalmente en huelgas donde estaban en cuestión intereses de las empresas privadas y expresaba que tenía la ilusión la esperanza y la fe que las cosas cambiaran.
Él estaba a favor de la justicia y con su vida al servicio de la causa supo decir lo que tenía que decir a cada quien y en su momento preciso, no se acomodó al sistema para mantenerse libre, para poder denunciar renunció a los poderes mandatos y a la seguridad.
La Iglesia Católica reconoció como mártir a monseñor Romero y lo beatificó el 23 de mayo de 2015 con lo que lo ha puesto como camino a seguir para la construcción de un mundo más justo e igualitario para todos.