Alejandra García Elizalde*
La Habana/Prensa Latina
El bloqueo de Estados Unidos provocó la entrada tardía de Cuba a Internet y es el origen de los fenómenos que está viviendo nuestra sociedad para incorporarse al entorno digital, explicó la periodista Rosa Miriam Elizalde.
Tempranamente Washington diseñó una política de exclusión de la isla en las redes sociales. Con la Ley Torricelli, promulgada por George Bush en 1992, Estados Unidos le prohibió beneficiarse de todas las potencialidades del ciberespacio, dijo.
‘Hasta la fecha, nuestro país solo puede recibir información por Internet, pero la legislación estadounidense restringe la participación de Cuba en la economía digital, ni puede recibir otros beneficios que impacten en el desarrollo de los cubanos’, comentó la especialista.
En diálogo con Prensa Latina, la doctora en Ciencias de la Comunicación y experta cubana en estos temas recordó cómo se le impide a los ciudadanos acceder a cientos de sitios y servicios, la mayoría gratuitos para el resto de los internautas, lo que limita la investigación y el desarrollo de cualquier índole.
‘Acceder a recursos informáticos es excesivamente caro para Cuba, que se ve obligada a adquirirlos en mercados distantes. Esa unión de factores obstaculiza la presencia natural de Cuba en Internet’, aclaró.
A esta realidad se suman las campañas tóxicas que sufre la isla desde territorio estadounidense, con el apoyo de la derecha transnacional que se moviliza a la velocidad de un click.
A través de las redes, los cubanos sufren una guerra comunicacional sin precedentes, en la que se ejecutan todo tipo de tácticas de desinformación con nuevas metodologías y herramientas.
Prensa Latina (PL): ¿Por qué las redes sociales son el escenario ideal para promover estas maniobras de manipulación?
Rosa Miriam Elizalde (RME): Las campañas contra Cuba no son recientes, datan desde 1959 y siempre buscaron lo mismo, derrocar al gobierno.
Lo novedoso hoy es que Estados Unidos usa las plataformas digitales con todo el arsenal de las operaciones de guerra de la información.
Hemos visto aquí muchas de las novedades de confrontación no convencional y cibernética aplicadas por el Pentágono y las agencias de inteligencia estadounidense contra otros países.
El objetivo de la llamada guerra no convencional es obviar el envío de soldados sobre el terreno. Los medios de comunicación y las redes sociales permiten generar espacios de consenso sin los costos que supondría una intervención militar. Facilitan modelar los escenarios políticos a partir de la construcción del consenso y el control social.
En un mundo super tecnologizado, la comunicación se ha convertido en el elemento central para disciplinar a los países.
Mientras más fragmentada es la sociedad, más poder tienen estas armas de guerra para empaquetar una misma agenda colonizadora para los centenares de miles de burbujas en que están segmentadas las audiencias.
PL: ¿Cómo influye el contexto de la pandemia de la Covid-19?
RME: El aislamiento social aumentó la dependencia tecnológica. Las personas pasan más horas ante la pantalla, casi la mitad de las horas de vigilia. Es un contexto que afecta todos los ámbitos de nuestra vida, donde los dispositivos y plataformas acceden como nunca a nuestra vida diaria.
A la par, los medios se disputan la representación de lo que pueden ver y lo que pueden imaginar millones de personas, mientras las fake news (noticias falsas) y la viralización de contenidos chatarra aumentan.
PL: ¿Qué rol desempeñan las grandes compañías tecnológicas en la guerra mediática contra Cuba?
RME: Las plataformas sociales -Google, Twitter, Youtube, Facebook e Instagram, principalmente- son cómplices de estos procesos de desinformación contra Cuba y otros gobiernos progresistas en la región.
Miraron para otro lado frente a los flujos de violencia que estimularon la neurosis social durante las llamadas guarimbas de Venezuela en 2017 o el golpe de Estado contra el presidente boliviano Evo Morales en 2019. Pero se amplifican los acontecimientos más recientes en Cuba. Todo está documentado.
PL: ¿Cómo surge el #SOSCUBA?
RME: Esa campaña tóxica no empezó el 11 de julio, sino mucho antes. Laboratorios de la Florida armaron la operación en redes, está demostrado. El Canciller cubano, Bruno Rodríguez, denunció a Proactivo Miami y exigió a Washington que desmintiera esa acusación, lo que no hicieron.
¿Qué ocurriría si por un momento fuera al revés, si Estados Unidos acusara a una empresa de La Habana de organizar una operación en redes contra la población civil?
Twitter tampoco hizo nada para impedir esa operación que involucró a sistemas automatizados (robots), cibertropas y olas de fake news, en los días previos y posteriores a los disturbios del 11 de julio en Cuba.
Desde entonces nuestro país es víctima de todas las técnicas conocidas de ciberguerra y operaciones de información que utiliza el Ejército de Estados Unidos contra sus enemigos.
PL: ¿Cómo se defiende Cuba en estos escenarios?
RME: Cuba se defiende con la verdad. Esa es una gran lección que nos dejó Fidel Castro. Llevamos más de 60 años de bloqueo y acoso, de estrategias para aniquilar a los cubanos por hambre y desesperación, con problemas de toda índole no resueltos.
Pero este es un proyecto en el que los ideales de libertad y justicia van de la mano. La isla se defiende cuando logra que esa realidad, compleja y heroica, a veces contradictoria, se represente tal cual es en la vida cotidiana, que ya es la mixtura del espacio físico y el digital.
PL: ¿Cuáles son los retos del país en el ámbito digital?
RME: Entender que la Internet llegó para quedarse, que es un espacio de construcción de hegemonía y de disputa política. Por tanto, hay que aprender a convivir en esta nueva ecología social, fortalecer los valores humanistas y solidarios y crear nuestras propias herramientas.
Entender que las plataformas digitales y los nuevos espacios de socialización no son neutrales y que es preciso estimular el pensamiento crítico frente a esta realidad. No hay de otra.