EL BOTÓN CORRECTO
Por: Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y Editor Suplemento 3000
Fue en la casa de un primo. Ahí me enamoré por primera vez de un juego de vídeo llamado Double Dragon, y creo que fue su música de entrada que la ocupo de ringtone en mi celular. La pantalla no me dejaba seguir adelante hasta que apretara el botón de Select a diferencia del start acostumbrado del resto de juegos de Nintendo. Y entonces empezaba la magia.
No son gráficos rebuscados los de este juego, como los que existen ahora con tanto avance tecnológico. La trama era sencilla, era un tipo llamado Billy que debe rescatar a su novia, la que ha sido secuestrada por su hermano gemelo Jimmy.
Y ahí va uno pasando 4 misiones. La primera misión enfrenta unos cuantos sujetos y unas mujeres llamadas Linda, que usan un látigo, después algunos otros tipos que les gusta cargar barriles o cajas de madera para aventarlas a Billy. Quizás el reto más grande era un tipo sin camisa con el pelo como el Pibe Valderrama pero en rosado y pantalones del mismo color que era bueno para darse sus golpes, y el otro reto era un gigante amorfo que se parecía a la mole pero en color verde con un pantalón azul o morado dependiendo de la pantalla. De ahí, ya casi terminando el juego se enfrenta a un sujeto que tiene una ametralladora y se veía irreal, la verdad, porque no parecía que uno pudiese ganarle a un tipo con una ametralladora. Y por último se pelea contra el hermano gemelo. Y bueno después si uno ganaba se rescataba a la muchacha y ahí se acaba el juego.
Si se dan cuenta no es algo maravilloso. Pero, algo tenía este juego y algo tiene, porque cuando lo conocí tenía tal vez entre 10 y 11 años, hoy a mis 41, que logramos adquirir un NES, me sigue gustando y cada vez que tengo oportunidad cuando vengo del trabajo o en mis días libres juego un rato. No soy igual de hábil que en mi niñez, sin embargo me divierto y creo que siento la misma sensación que cuando era niño. Me refuerza esa idea qué interpreté de la cábala. Y es que la vida es como un juego de vídeo, todo es una ilusión. Enfrentamos retos y tenemos un solo destino: la muerte. Qué diera porque fuera así de fácil comprenderlo. La vida para interpretarla se debe tener conciencia; ser como el agua, sólo dejarse fluir aprender a caminar, andar, deslizarse entre las grietas, entre los contornos, sobre la superficie, bajo la superficie.
La vida parece un caos, nuestro país parece un caos. Paulo Freire afirma que una persona no llega a la conciencia sola, sino que requiere que sea en colectivo. Nadie libera a otro y nadie se libera sólo, todos nos liberamos junto. Y quizá tenga razón, pero alguien debe tener primero esa conciencia de liberación. Asimismo, de ver la vida con la importancia real de vivirla, perder de vista el hecho de la sobrevivencia por la vida. No vivir corriendo tras el dinero, tras las oportunidades, tras las trampas, sino vivir e imaginar el mundo como la canción de John Lennon Imagine. Sin embargo, para eso hay que saber apretar el botón correcto para iniciar el juego.