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El Brasil de Bolsonaro, en “cruzada” contra el progresismo cultural

Río de Janeiro / AFP
Jorge Svartzman

El director teatral Roberto Alvim, al mando de las artes escénicas de Brasil por decisión del presidente Jair Bolsonaro, alista fuerzas para lanzar una “cruzada” contra el progresismo que, según afirma, amenaza la “civilización judeo-cristiana”.

Alvim, de 46 años, convocó en Twitter a las personas “alineadas con los valores conservadores” en el mundo del teatro para “crear una máquina de guerra cultural”.

Aún está por verse si su llamado aumentará la presión sobre artistas acusados de propagar el “marxismo cultural” o valores contrarios a la familia tradicional.

Para Alvim, se trata de una esperada contraofensiva.

“Yo no he inventado la guerra cultural. Esta es perpetrada de manera brutal por la izquierda desde hace por lo menos 30 años. Todo artista que no se alinea con la izquierda es boicoteado, difamado e impedido de trabajar, como sucedió conmigo”, dijo a la AFP en un diálogo por Whatsapp.

Desde su cargo en la Fundación Nacional de las Artes (Funarte), pretende ahora “equilibrar el juego, fomentando y dando medios materiales para la creación de obras (…) que emancipen poéticamente al espectador, contrariamente a las pautadas por una agenda progresista, que promueven un discurso ideológico dirigista”.

“Voy a revitalizar la red federal de teatros, estimulando la creación de compañías de repertorio clásico, así como la escritura de obras contemporáneas que tengan como referencia la complejidad técnica y la profundidad de visión de las obras de Shakespeare, Nelson Rodríguez, Esquilo, Strindberg, Ibsen”, anuncia.

“Sí. Se trata de una lucha similar a las Cruzadas. Como los guerreros cristianos del pasado, estamos combatiendo por nuestra civilización judeo-cristiana, contra su destrucción por las fuerzas progresistas”, afirma este seguidor de Olavo de Carvalho, el “gurú” del bolsonarismo.

– Guerras de identidad –

Los ambientes artísticos y culturales fueron sacudidos por la ola ultraconservadora que en enero llevó al poder a Bolsonaro, un admirador de la dictadura militar (1964-1985).

Apenas instalado, el excapitán disolvió el Ministerio de Cultura, absorbido por el de Ciudadanía.

Según Eduardo Wolf, doctor en Filosofía e investigador del Laboratorio de Política, Comportamiento y Medios (de la universidad católica PUC-Sao Paulo), las “guerras culturales” suelen librarse en torno a cuestiones de etnia, religión o sexualidad de una sociedad.

Eso ocurre cuando un grupo considera que “la identidad de una sociedad o una Nación es algo fijo, con todos sus símbolos y valores”, dijo Wolf a la AFP.

Wolf considera que esa concepción no es más que “un mito”, pero coincide con Alvim en que las hostilidades en Brasil fueron iniciadas por la izquierda durante sus años en el poder (2003-2016).

“La radicalización ideológica” de esa época provocó la “reacción de una derecha regresiva, adepta de teorías conspiratorias y de una respuesta autoritaria”, afirmó.

– Hostigamientos –

Si el gobierno aún estudia sus pasos, la acción de sus más ardientes partidarios ya produce efectos. El miércoles, la Feria del Libro de Jaraguá do Sul (Santa Catarina) canceló, a causa de las amenazas, la invitación a la periodista Miriam Leitao y al sociólogo Sérgio Abranches, críticos del gobierno.

Una curadora de exposiciones, Márcia Fortes, lamentó el ambiente irrespirable que se propaga entre artistas plásticos.

Una exposición fue cerrada, contó en el portal select.art.br, después de que una pintora fuera acusada de “incentivar la zoofilia y la violación”. Otra artista fue “acusada de ofender a los evangélicos y de glorificar a los evangélicos, simultáneamente, en una misma obra”.

– Respuestas –

Nayse López, coordinadora artística del Festival Panorama de danza y artes del cuerpo, se dice preocupada por las crecientes dificultades para montar proyectos, tanto por la crisis económica como por la prudencia de los patrocinadores.

El impacto de las políticas oficiales podrá evaluarse “dentro de seis meses o un año, cuando se sepa lo que este gobierno representó para la financiación de proyectos”, dijo a la AFP.

Bolsonaro empezó a dar su respuesta el jueves, al afirmar que el dinero público ya no debería destinarse a hacer películas como “Bruna Surfistinha”, un éxito de taquilla de 2011 que narra la historia de una célebre prostituta.

López admite que la ola conservadora obliga a los artistas a “pensar estrategias nuevas para estar presentes en una sociedad tan dividida como esta”.

“Me niego a creer que Brasil pueda vivir sin arte, creo que encontraremos formas de sobrevivencia”, subraya.

Artistas e investigadores tratan de comprender la irrupción de la intolerancia en un país tradicionalmente reputado por su amabilidad. El último libro de la historiadora Lilia Moritz Schwarcz -”Sobre el autoritarismo brasileño”- indaga en ese fenómeno. Sus capítulos llevan títulos elocuentes, como “Esclavitud y racismo”, “Corrupción” o “Desigualdad social”.

“Los brasileños estamos actualmente perseguidos por nuestro pasado y dedicándonos además a la tarea de expulsar fantasmas que, porfiadamente, siguen obsesionándonos”, escribe Moritz Schwarcz.

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