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«El cacaopera. Identidad nacional en el olvido» (parte 1). Por Rafael Lara Martínez

Por Rafael Lara Martínez

 

Máni kal-am yálaca Áicu caradi (Mániji yálaka Áyku karidi), tú (toi) ser-tú(tu) hermosa Luna como, eres hermosa como la Luna

 

Al igual que sucede con los otros idiomas indígenas de El Salvador —excepto el náhuat en revitalización— el cacaopera certifica su exclusión arbitraria de la identidad nacional.  Un decreto monolingüe fundacional rige la historia.  Tal cual lo demuestra Mafalda Bertoglia Richards en «La fonología de la lengua cacaopera» (1989), en dos siglos de literatura salvadoreña, casi sólo a los extranjeros les interesa. recopilar ese legado ancestral.[1]  Se llaman Jeremías Mendoza (1895, 1913), Karl Sapper (1895), Walter Lehmann (1920) y Lyle Campbell (1975 y 1979).  La excepción la ofrece María de Baratta (1950) quien reproduce el texto de Mendoza (1913), aún si confunde el cacaopera con el lenca.

Es cierto que Francisco Gavidia escribe el relato «La loba», hacia principios del siglo XX, el cual tiene lugar en Cacaopera.  Sin embargo, los nombres propios trasponen el náhuatl-mexicano a su arbitrio creativo, en vez de transcribir el habla local.  Jamás se encontraría el reverso, esto es, que la historiografía mexicana traslade archivos del oriente salvadoreño a su territorio.  Este calco lo efectúan otras figuras célebres, pero el desdén institucional por el legado ancestral confunde la herencia extranjera con la nacional, en el nombre de un autor consagrado.  Interesa inventar tradiciones nacionales salvadoreñas, gracias al calco de los idiomas extranjeros de prestigio.  Esta misma importación la confirma «El códice maya» en cuyo relato Gavidia pretende que el idioma yucateco —separado hace treintainueve (39) siglos de la familia de lenguas mayas— se equipara a los otros idiomas, sin mencionar cuáles corresponden a El Salvador, i.e., poqomam y ch’ortí’.[2]

En (1), nótese la manera en que Gavidia desconoce la recopilación de su compatriota Mendoza y el estudio lingüístico de su contemporáneo alemán, Lehmann.  Sobre una base nacionalista sólida, Gavidia enuncia el axioma de la literatura indigenista salvadoreña, sin documentos transcritos en los idiomas indígenas.  Quienes obtengan el privilegio de consultar su archivo personal, podrían falsificar esta afirmación y, por tanto, se encargarán de indagar la razón por la cual omite utilizar esos datos primarios para elaborar su relato regional.

(1)

  1. a) Oxil-tla, «flor de pino», pero el fonema «tl» sólo existe en náhuatl-mexicano y xal es «pino» y xuna, «flor(es)» en lenca; encacaopera»bar, baska» es «flor», el náhuatl oxitl, «ungüento»;

  1. b) Iquexapil, «perro de agua», pero en lenca, «perro» es xuxu, xu’i, alu y «agua» es wal, wach; encacaopera, «hálu, álu» es «perro» y «li, lí-kar» es agua;

  1. c) Kol-Ak-Chiutl o Kola, «mudada de culebra», pero «culebra» es amap, xalala, ÿarra en lenca y la «tl» no existe en lenca ni encacaopera; encacaopera, «culebra» es «yerra»;

  1. d) Oxtal, «cascabel», pero oxil, «tener hambre, hambrear». Ni el sonido x (sh) ni el /tl/ existe encacaopera;

  1. f) Ofo, «diablo de los ladrones», pero el sonido fricativo labiodental «f» casi no existe, salvo en «posición final de sílaba» (Herranz Herranz). Campbell y Bertoglia Richards niegan la existencia del sonido /f/ que reconocen Mendoza y Lehmann.[3]

Sin sorpresa, la actual revalorización «científica» de Gavidia acalla toda mención de las lenguas maternas ancestrales, pese a que «se busca determinar…la posibilidad de una filosofía latinoamericana».[4]  Sea que se valore su legado por el arraigo en el continente, su «concepción de la modernidad» y aporte a la «pedagogía nacional», su «interpretación (de) la independencia» y, en fin, su contribución a la «musicología», se silencia el diálogo con la lingüística mesoamericana.  No importan los nombres que la califican —»descolonizar, liberar, etc.»— la filosofía latinoamericana renovada repite el axioma fundacional de la república al excluir las lenguas maternas ancestrales de su esfera de pensamiento.  No hay un debate editorial abierto, ya que toda oposición carece del derecho al habla.

Esta disyunción —tradición oral sin lengua— verificaría la ausencia de todo idioma indígena al inventar el «idioma Salvador».  Por ello, no clasificaría como «lengua con marcación en el centro rector, Head Marking Language (HML)» —sin caso en las frases de sujeto, objeto, etc., como en latín y el griego— debido a su raigambre indo-europea, o bien que ese idioma privilegia el tiempo verbal en vez del aspecto (estoy bebiendo (activo) vs. estoy bebido (pasivo)).  La falta de diálogo entre el trabajo lingüístico y antropológico de Jiménez —pese a sus prejuicios— y la literatura indigenista de Gavidia aclara la división tajante de disciplinas.  La lengua define un sistema de incomunicación, dividida en parcelas con fronteras infranqueables.  Por eso, si Lehmann cita sin cese a Jiménez —Baratta reproduce su obra— el escritor de renombre la ignora al hablar de Cacaopera.   La literatura y la filosofía no tienen nada que ver con la lingüística y los idiomas maternos.

Por este rechazo fundacional (1821-2024), no extraña que proliferen las investigaciones sobre la literatura monolingüe, mientras la academia excluye los idiomas indígenas de su currículo.  Al personalizar la identidad nacional, se cree que un «héroe de la pluma» encarna al pueblo (demos), acaso en antesala de cualquier dictadura individual.

Como lo establece Bertoglia Richards para el cacaopera, sólo determinar la fonología del idioma —su alfabeto elemental— plantea un serio problema, irresuelto hasta finales del siglo XX.  En efecto, si el trabajo clásico de Lehmann sugiere la presencia de unas veinte (20) consonantes y diez (10) vocales —asimiladas al castellano en Mendoza— Campbell las reduce a casi la mitad: doce (12; r vs. rr) consonantes y cinco (5) vocales como en castellano, mientras Bertoglia Richards concluye en trece (13 consonantes y tres (3) vocales, a saber: p – t – tz – k – b – d – s – j (x) – m – n – l – r – w – y; i – a – u; acento, según el alfabeto tradicional.  Debido al desdén académico por los archivos de los idiomas ancestrales, se ignora si se trata de una reducción notable de una lengua en extinción o, por lo contrario, tal sería su sistema fonológico ancestral.  A saber…

Se subraya que «los sonidos más peculiares» del cacaopera según Lehmann los descartan Campbell y Bertoglia Richards. Estos «son las consonantes nasalizadas: ndan, cocodrilo; lâpm, sendero; täpîtn, comal; üäxn, sapo.  Los sonidos del bloqueo de la laringe [que] se desarrollan en la serie gutural, k’utk’un, nistamal.  El sonido r en particular a menudo se duplica rr, se vuelve fricativo j, insertado se observó un leve sonido j antes de rr.  Puede interpretarse como una r sorda, similar a laly del lenca de Chilanga, una l sorda».  Nótese también la falta de sonidos glotalizados que caracterizan al cacaopera, a diferencia de otros idiomas mesoamericanos.

Se anota un claro contraste con los otros idiomas vecinos —el ch’ortí’, el náhuat y el lenca, entre otros.  El cacaopera sería acaso la única lengua sin cierre glotal /’/, menos aún, sin consonantes glotalizadas.  A la vez, el sistema vocálico se reduce a un mínimo de tres, mientras otras lenguas de la región utilizan vocales largas o vocales glotalizadas /v’/.  Al aplicar la sugerencia de Richards —salvo la reducción de las cinco vocales en Campbell— los ejemplos citados aplican este abecedario elemental, el cual reduce la complejidad de Lehmann.  Sea lo que fuere a nivel fonológico, el propósito de este ensayo consiste en indagar la morfología a fin de esclarecer las múltiples maneras de referir el Yo (Self).   Se entiende que no hay un solo Yo (Self) sino esta primera persona se multiplica si ejerce una acción o, por lo contrario, permanece pasiva.  Así el lenca distingue i-tali-kon, yo estoy bebiéndolo = su/lo beber-yo (aspecto incompletivo, Yo (Self) activo) de i tali-ax-u, lo bebí/he bebido = su/lo beber-perfectivo-yo (aspecto completivo, Yo (Self) pasivo), donde el objeto directo (i, lo) antes del verbo corresponde al adjetivo posesivo (i, su).

Los datos de cada autor se citarán con su nombre antes de transcribir el ejemplo o se usarán sus iniciales.

A continuar

[1].  Mafalda Bertoglia Richards, «La fonología de la lengua cacaopera», 1989, http://tushik.org/wp-content/uploads/BER-fonologia.pdf.

[2].  Para la familia de lenguas más estudiadas en el continente americanos —la maya, compuesta de treintaiuna lenguas— debe leerse «The Mayan Languages» de J.  Aissen, N. C. England and R. Zavala M. (Eds.).  NY: Routledge, 2017.  Certifica la ausencia de toda investigación salvadoreña.

[3].  véanse: Lyle Campbell, «El estado actual…de la lengua indígena de Cacaopera», 1975; AH Herranz, «El lenca de Honduras», 1987; Mafalda Bertoglia Richards, «La fonología de la lengua cacaopera», 1989; A. King, «Conozcamos el lenca», 2016 y «Aprendamos a hablar lenca», 2018.  Francisco Gavidia, «Cuentos y narraciones», San Salvador: Talleres Gráficos Cisneros, 1931: 30-35.  Mientras no se publique la primera la primera antología plurilingüe de los textos gavidianos en las lenguas maternas ancestrales, no se admite que su aporte lingüístico calca literariamente lecturas sobre los idiomas extranjeros de prestigio.

[4].  Ricardo Roque Baldovinos, «Francisco Gavidia: pensamiento y archivo».  Departamento de Filosofía.  Biblioteca Padre Florentino Idoate, S. J., 15 de mayo de 2022: 3.  chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/http://repositorio.uca.edu.sv/jspui/bitstream/11674/5560/1/02.%20Informe%20cient%c3%adfico%20investigaci%c3%b3n%20gavidia.revisado.pdf.  Para el desconocimiento de Gavidia sobre los idiomas maternos ancestrales de su lugar natal —lenca y cacaopera—, véase I. IV. de un libro por venir.

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