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El cacareo del gallo, ante la justicia en Francia

Rochefort/Gajac/ AFP
Olivier Guerin/Benoit Petit

La justicia francesa determinará esta semana si el cacareo de un gallo debe ser considerado como un sonido pernicioso, en un caso paradigmático de las nuevas disputas entre vecinos en el mundo rural.

Una vecina de la isla de Oleron, en el suroeste francés, deberá comparecer ante un tribuna.

El pasado jueves tras haber sido denunciada por sus vecinos por el cacareo matutino de su ave de corral. La disputa opone a Corinne Fesseau, propietaria del animal y residente en Saint Pierre de Oleron desde hace 35 años, con los demandantes, que viven en un entorno urbano y solo se instalan en su residencia secundaria durante las vacaciones.

“Vienen dos veces al año a la isla”, dijo Fesseau a la cadena de televisión France 3.

“Hoy denuncian el cacareo, y mañana ¿qué será?, ¿las gaviotas?, ¿el ruido del viento?, ¿nuestros acentos?”, se indignó el alcalde de Saint Pierre de Oleron, Christophe Sueur.

El caso, aunque anecdótico, ilustra a la vez los temores de que desaparezca el mundo rural en Francia, debido al declive de la actividad agrícola y ganadera y al éxodo de los jóvenes hacia la ciudad.

La creciente brecha entre las zonas rurales y urbanas, quedó reflejada con el movimiento de protestas populares de los “chalecos amarillos”, que estallaron a fines de 2018.

Fesseau, quien comparecerá ante el juez en la localidad de Rochefort, amagó con llevar a su gallo, Maurice.

-Denuncia contra las ranas-

El caso llevó al alcalde de la localidad de Gajac, en el suroeste de Francia, a publicar una enardecida carta para defender el “derecho” de las campanas de las iglesias a repicar, de las vacas a mugir y de los burros a rebuznar.

La alusión a las campanas se debe a una disputa acontecida en 2018, en un pueblo de la región de Doubs (este), donde los propietarios de una residencia secundaria se quejaron de que éstas repicaban a las 07H00, demasiado temprano a su entender.

“Cuando se critica a las campanas, se ataca a todo el pueblo”, dijo a la AFP el alcalde de Gajac, Bruno Dionis du Séjour, un granjero jubilado.

“Es humillante para una persona del mundo rural ser demandada por alguien que viene de fuera”, añadió. “Cuando voy a la ciudad, no les pido que retiren los semáforos y los autos”, prosiguió.

Su carta compara a los recién llegados a las aldeas que se quejan de los ruidos y los olores con “los ignorantes que descubren que los huevos no crecen en los árboles”.

Dionis du Séjour, también hizo referencia a un caso en la región del Perigord, donde una pareja tuvo que tapar un estanque, después de una demanda contra el ruidoso croar de las ranas.

El alcalde pidió al gobierno que clasifique los sonidos del mundo rural, como parte del patrimonio del país.

Su demanda recibió el apoyo del diputado conservador Pierre Morel-a-L’Huissier, que representa parte de la región de Lozère (noreste).

“La vida rural se desarrolla 365 días al año. La gente vive allí y trata de ganarse la vida”, dijo a la AFP Morel-a-L’Huissier.

“Lo que es inaceptable es que quienes no son de aquí, traten de imponer sus costumbres a expensas de la vida rural”, insistió.

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