París/AFP
Mariëtte Le Roux
La circulación de las corrientes oceánicas en el Atlántico, que contribuyen a la regulación del clima mundial, está en su nivel más débil en 1.600 años, en parte a causa del cambio climático, alertan investigadores.
Dos estudios publicados en la revista Nature confirman la vieja hipótesis de un debilitamiento de ese sistema de corrientes conocido como Circulación Meridiana de Retorno del Atlántico Norte (AMOC, por sus siglas en inglés).
Ese debilitamiento de las corrientes es fruto del deshielo de la banquisa, de los glaciares y de las plataformas de hielo, que liberan agua dulce, menos densa que el agua salada, en el Atlántico Norte.
«El agua dulce debilita la AMOC porque impide que las aguas sean bastante densas para hundirse», explica David Thornalley, de la University College London, coautor de uno de esos estudios.
Esa circulación permanente de las aguas marinas consiste en un movimiento de las aguas calientes de las zonas tropicales del Atlántico hacia el Norte gracias a la corriente del Golfo, calentando a su paso Europa Occidental. Una vez en el Atlántico Norte, esas aguas se enfrían, se hacen más densas y más pesadas y se hunden bajo aguas más cálidas antes de regresar hacia el Sur.
«Si el sistema sigue debilitándose, esto podría perturbar las condiciones meteorológicas desde Estados Unidos y Europa hasta el Sahel y provocar una subida más rápida del nivel de los mares en la costa este de Estados Unidos», avisa la Institución Oceanográfica Woods Hole, que participó en los estudios.
Esas corrientes marinas transportan de una zona a otra nutrientes, oxígeno, larvas de coral o peces, y permiten que los océanos absorban y almacenen dióxido de carbono (CO2), el principal responsable del cambio climático.
En el primer estudio, David Thornalley y su equipo estudiaron los granos de arena depositados por las corrientes en los fondos marinos con el paso del tiempo. Cuanto más gruesos eran los granos hallados en los sedimentos, más fuertes debían ser las corrientes que los transportaron.
Los resultados revelan que la AMOC fue relativamente estable entre el año 400 y 1850 y empezó a debilitarse al principio de la era industrial.
El segundo estudio se centró en las temperaturas de la superficie del océano y concluyó que la AMOC se redujo en cerca del 15% en los últimos 50 años, probablemente por culpa del cambio climático provocado por las actividades humanas.
Aunque resulta difícil saber con certeza el papel desempeñado por el calentamiento global, «el hecho de que la AMOC (…) se haya debilitado durante el siglo XX, con un declive importante más o menos a partir de 1950, está muy probablemente vinculado a factores humanos», opina David Thornalley.
Consecuencias para la pesca
Los estudios no dicen si ese sistema de corrientes va a seguir perdiendo fuerza.
Si así fuera, las consecuencias podrían ser más tormentas en invierno en Europa o un desplazamiento hacia el Sur del cinturón de lluvias tropicales.
Según el fondo de investigación europeo ATLAS, que también participó en los estudios, la pesca comercial podría verse afectada por cambios de la posición y de la profundidad de las corrientes oceánicas, y algunas regiones carecerían de aguas ricas en oxígeno.
«Un debilitamiento de la AMOC también puede producir subidas o bajadas de las temperaturas de varios grados, afectando a ciertas especies de peces importantes [para el ser humano] y la cantidad de plancton, de peces, de aves y de ballenas», asegura ATLAS en un comunicado.
Además, si las corrientes marinas siguen perdiendo fuerza, esto llevaría a «dejar más dióxido de carbono en la atmósfera, donde contribuye al calentamiento climático», añade Thornalley.
Esos resultados implican que los modelos utilizados para estudiar posibles escenarios provocados por el cambio climático quizás subestimaron el papel de una AMOC debilitada, según los autores de los trabajos.