Gabriel Moraes
Escritor
El león viejo no esperó que lo atacaran. Viendo su inminente fin y las consecuencias trágicas, se arrojó ferozmente contra los dos jóvenes leones que le cerraban el camino.
La agilidad y velocidad de los sorprendidos leones los salvó de las dentelladas que silbando como el viento pasaron muy cerca de sus melenas…
-Detente le rugieron los dos al unísono.
El león viejo, rápidamente los embistió con más ferocidad que la primera, pero otra vez los leones lograron sortear esos enormes colmillos…
-Para! Para!
Dos rugidos de tormenta como rocas soberbias sacudieron las hojas de los árboles.
El león experimentado se detuvo, como paralizado por un rayo y sin perderles de vista…
Los dos leones le rugieron que desde hace tres días le seguían las huellas, las encontraban y las perdían:
-Lo sé- rugió el león de más años vividos…
-El esfuerzo me cansa, pero antes de que me maten voy a pelear como el valiente que soy.
Los dos leones le contestaron que no le buscaban para matarle, sino para llevarle con los demás por orden de la manada:
“Las cosas han cambiado, ya no se debe abandonar y dejar morir en la soledad a los leones viejos, por eso vinimos a llevarte… Estamos a tiempo de corregir los errores, y no lo hacemos por lástima, sino por reconocimiento a los años de tu juventud en la cual nos entregaste tu ejemplo y tu valor, enseñándonos como se debe cazar, como compartir la comida de cada día. Si no te valorizamos ahora, no nos valorizarán mañana a nosotros cuando seamos viejos…
Unas cosas prevalecen, otras hay que cambiarlas y así se ha hecho por acuerdo de la mayoría de nuestros rugidos.”