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El cambio y una decisión

Mauricio Vallejo Márquez

coordinador
Suplemento Tres mil

Es suficiente con observar a la gente pasar para que los recuerdos emerjan. De súbito se presentan nombres y rostros que curiosamente se olvidan hasta llenarnos la tarde.
Aquel se parece a alguien que vi, cheap aquella señora camina y se viste como mi abuela paterna que ya no está.
Yo viví lo que hace aquella pareja al caminar tomada de la mano viendo sin mirar las vitrinas de un centro comercial mientras afuera el mundo sigue su curso.
Cotidianidad donde también nosotros parecemos estar atrapados, y no se ve cercana la salida, porque nos sumimos a ese mundo en el que somos un engrane más de la maquinaria del sistema en que los pesos y contrapesos conviven en simbiosis, tanto que a veces te hace dudar acerca de qué tan real es la realidad. Estamos ahogados por la cotidianidad y el querer volvernos uno más de todo, sin percatarnos que somos únicos y que solo eso es algo hermoso.
Si al observar la tarde somos capaces de recordar no sólo a las personas que vienen y se van, sino descubrir quienes somos y que existimos, también. Pero lo recordamos cuando ya es muy tarde y nos percatamos muchas veces cuando no existe remedio. Sucede, claro, y muchos lo viven para jamás repetirlo, así es la vida: única e indivisible.
En tanto la gente sigue caminando como los niños del video Another brick in the wall de Pink Floyd. La gente vive por vivir sometida a la rutina y al tedio, muchas veces odiando sus vidas y sin la mínima posibilidad de cambiarla, sometidos a su eterna clase social y a su misma falta de oportunidades, porque estas no son las mismas para toda la gente, porque las condiciones de vida son así, porque el sistema impone esas divisiones que parecen irreconciliables.
Sin embargo, al percatarnos de todo esto, que en realidad vivimos, que somos y existimos, y sobre todo que somos únicos e irrepetibles; y aunque algunos digan que nadie es indispensable, lo somos. Por la sencilla razón que cuando ya no estemos, ningún otro llenará nuestro papel, nadie le dará nuestro lugar a la madre, cónyuge, amigo, amiga, hijo e hija que sobreviva. Tenemos el valor de ser quienes somos y sólo basta que observemos para darnos cuenta y tomar las riendas de nuestra vida para en verdad ser dueños de nuestro destino. No permitiendo que otros decidan por nosotros, que nos sometan y nos obliguen a ser y a vivir como no somos. No podemos vivir engañados y con miedo todo el tiempo, debemos atrevernos a saltar la barda, a escalar la montaña, a realizar la gran aventura de encontrarnos a nosotros mismos para encontrar nuestro destino.
El sistema nos agobia y nos quiere hacer ver que la vida es gris y absurda en la que vivimos de forma autómata o vegetal al arbitrio del destino. Pero, la verdad dice que el poder de un individuo logra cambiar a una nación, al tiempo, la historia y al mundo. ¿Porqué no creer que podemos cambiar nuestro destino, entonces?

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