Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
A 46 años del desaparecimiento físico del ex presidente chileno Salvador Allende (1908-1973), ¿qué puede decirnos su figura como estadista, como político y como hombre de bien? ¿Qué lección podemos seguir aprendiendo los latinoamericanos de lo que se conoció en su momento como “la vía chilena”, “la vía pacífica hacia el socialismo”?
Estas preguntas me asaltan cuando doy de nuevo -en el marco de un aniversario más del suicidio de Allende, y del monstruoso golpe de estado chileno- con el libro “Salvador Allende, la vía chilena hacia el socialismo” (Editorial Fundamentos, Madrid, España, 1971), que mi padre adquirió en Nueva York, el 28 de septiembre de 1973, diecisiete días después del bombardeo al Palacio de la Moneda, y que recoge discursos iniciales, alguna entrevista y el programa de Gobierno de la Unidad Popular (la coalición histórica que llevó al triunfo a Salvador Allende en las elecciones presidenciales de 1970, integrada por los partidos Comunista, Socialista, Radical y Social Demócrata, el Movimiento de Acción Popular Unitaria y la Acción Independiente).
En dicho texto leemos, emocionados, el discurso inaugural (“Para qué hemos vencido”) que Allende pronunció en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, el 5 de noviembre de 1970: “De los trabajadores es la victoria. Del pueblo sufrido que soportó, por siglo y medio, bajo el nombre de Independencia, la explotación de una clase dominante incapaz de asegurar el progreso y de hecho desentendida de él. La verdad, lo sabemos todos, es que el atraso, la ignorancia, el hambre de nuestro pueblo y de todos los pueblos del tercer mundo, existen y persisten porque resultan lucrativos para unos pocos privilegiados. Pero ha llegado, por fin, el día de decir basta. Basta a la explotación económica. Basta a la desigualdad social. Basta a la opresión política. Hoy con la inspiración de los héroes de nuestra patria, nos reunimos aquí para conmemorar nuestra victoria de Chile y también para señalar el comienzo de la liberación. El pueblo al fin hecho Gobierno asume la dirección de los destinos nacionales”.
Existen dos aspectos fundamentales que caracterizaron el pensamiento de Allende y que lo distinguen a profundidad, de otras figuras de la izquierda latinoamericana: su intensa convicción democrática y su dignidad.
A diferencia de los líderes de la izquierda dogmática que se terminaron envileciéndose con sus comportamientos políticos autoritarios, verticalistas y corruptos, Allende es ejemplo de probidad y de pluralismo democrático. La robustez moral de Allende, su extraordinaria preparación, su solidez ideológica, dista años luz, de las figuras políticas actuales, hundidas en el latrocinio y el populismo.
La lección de Allende, entonces, sigue siendo, la lección democrática, de dignidad personal y nacional. Allende fue víctima de esta doble condición, por elección propia, por legítima y decidida voluntad. Sus valores democráticos y su dignidad le hicieron defender su fuero presidencial hasta la muerte, ese trágico 11 de septiembre de 1973 ¡Queda su ejemplo, como una luz, inextinguible, para América Latina!
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