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El camino de la opacidad

Fredis Pereira

El camino de la opacidad es donde el rumor aflora. Este es el reino de los corruptos que confunden las conciencias ingenuas, donde el sinvergüenza ostenta título de noble, y suben de rango en base a fraude y tráfico de influencia aquellos que se subordinan a este mando.

En el camino de la opacidad se rechaza todo haz de luz, porque le es contranatural. Así, se aglutinan como pirañas en busca de presa para destruir. Es que no les queda nada más en su estanque lleno de mugre, porque aun el agua que existe en este camino es clara como una cloaca infestada.

Las sombras abundan en este camino. Pero no se confunda, que no es sobra para el descanso, sino sombra artificiosa propicia para el acecho, el pillaje y la violencia impune. Así, los triunfos celebrados son el resultado de haber atacado de forma vil a su víctima, quebrantado el derecho, y en el mejor de los casos haber impuesto su engaño como verdad a una multitud que le sigue de forma irracional.

Este es el camino que prefieren los contrabandistas y evasores. Su institución preferida es el negocio adulterado; que, si no vende o compra los productos fraudulentos, altera el precio con habituada malicia. Pero esto lo hacen con descaro, porque ya no hay valor humano en estos, sino solo un cuerpo que se asemeja. Las paradas de estos negociantes son los mercados negros que abundan en este camino.

En el camino de la opacidad, la ciencia si no está extinta, agoniza.

Porque la ciencia es precursora de verdad y enemiga de la opacidad, que no permite que la oscuridad reine y que la gente ande tuerta siguiendo el engaño. El constructor de este camino de opacidad es destructor de la ciencia, tiene un desprecio por la educación, estrangula cualquier iniciativa que saque del letargo y de la obsolescencia, a los cuerpos que deben ser ilustres aprendices y enseñantes.

En el camino de la opacidad se instalan canales de comunicación, no con otro propósito, sino el de la adulación, la enajenación y el chantaje. Las plataformas de difusión se utilizan para controlar las masas con temor, para acallar la voz de la denuncia contra la corrupción, y buscar adeptos incondicionales que sigan un guion como enajenado que no distingue un día de otro ni lo nuevo de lo viejo.

En el camino de opacidad los números son engañosos. Las estadísticas se mueven a la voluntad de emisor, aunque sean construidas con seudo datos, lejos de la realidad. Así, las cifras se inflan para aparentar logros inexistentes y se desinflan con el mismo afán.

No es que en este camino no existan calculadoras, computadora, y expertos contadores o matemáticas; sino que el dinero permite que los cálculos de distorsionen a conveniencia del pagador.

En el camino de la opacidad, una buena ley y un buen libro, se interpreta de forma que sirva para trasgredir el principio de la justicia social y otros derechos fundamentales de los ciudadanos sometidos bajo amenazas. Es así, que la razón de las armas se usa para imponer voluntades absurdas, que obedecen a la corrupción; aunque al ministro se le oye decir con insistencia, que todo es conforme a la constitución y al honor.

Este camino es perjuicioso, destruirlo es un deber ético, la lucha no será fácil, porque aun los perjudicados son defensores de los que ostenta el reino corrupto, y los beneficiados, no digamos. El cambio que necesitamos para gozar de bienestar es transformar este camino luchando por la transparencia y alzando la voz de la justicia; la opacidad es un enemigo que debemos destruir.

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