El Caracol Marino

Roberto Alas

cuentista

 

“Cuando nos sobreviene la muerte y cruzamos al otro lado, muchas veces nuestra esencias, divaga confundida por entre la oscuridad de la noche, mas otras veces retorna al origen…  a la matriz de donde se creo  y en no pocas ocasiones es absorbida por un objeto cualquiera habitando su interior  por el resto de los tiempos. 

Alberto Masferrer 

Sobre el alma, su esencia y  destino, 

Pág. 12-15 Editorial Patria 1925)

 

Mi afición por los objetos antiguos y misteriosos en mas de una ocasión excedió mis capacidades económicas, obligándome a contraer prestamos entre mis colegas del trabajo,con el pasar de los años me di cuenta que dicha afición últimamente rayaba en la   obsesión.

La historia que voy a narrarles dio inicio  una tarde de sábado cuando después de varios intentos frustrados me dirigí a la terminal de buses  tome el que me llevaría hacia el occidente del pais específicamente hacia  la pequeña y antigua ciudad de Izalco en búsqueda de un objeto que llenara mi necesidad de tener algo realmente único.

Durante el trayecto, entre el verde paisaje y las montañas, recordé haber leído en los clasificados el anuncio de una tienda de antigüedades ubicada al lado norte de la ciudad en el sector conocido localmente como el  barrio de los naturales, después de casi una hora de viaje, me di a la tarea de localizar la tienda, preguntando a diferentes personas en la calle algunas accedieron a darme información aunque note en muchas una expresión de desagrado, al fin después de casi cuarenta minutos de recorrido llegue: frente a mi una  pequeña casa de pueblo me invitaba a adentrarme en su intimidad, paredes blancas, techo de teja, balcones forjado en hierro, piso de ladrillo de barro y otras características mas de las cuales casi todos estamos familiarizados; pues bien ansiosamente entre y comencé escudriñar su interior,  con un buenas tardes amistoso fui recibido por un anciano medio sordo con cara de estar dispuesto a sacarme un ojo de la cara por cualquier baratija de sus estantes , entre baúles, cajas, muebles y demás tesoros, algo  llamo mi  atención rápidamente fue como un amor a primera vista: era un baúl de madera de pino color café chocolate. Me acerque lentamente para disimular mi enorme interés,me pare frente a el y con una veloz mirada rápidamente evalué su estado, parecía estar muy bien conservado, con sumo cuidado lo abrí, dentro había una colección de viejos periódicos nacionales y alguno que otro extranjero, revistas de contenido social, facturas desechadas, un trozo de tela roja ,una cruz gamada echa en madera, dos candelas: una verde y la otra amarilla, ademas   un enorme caracol marino, este ultimo objeto extrañamente penetró mis sentidos clavándose en mi cerebro profundamente.

Era un enorme caracol marino, digo enorme porque personalmente nunca había visto algo similar, tenia unos colores impresionantes, pregunte por el precio, parecía que el anciano desconocía de él,  lo tomo en sus manos observándolo des varios ángulos y después de pensarlo unos segundos me pidió  $50, ¡me parece! dije sin regatearle un solo centavo, un impulso externo se apodero de mi mente al contestar y casi corriendo salí de la tienda con mi preciado objeto envuelto en papel periódico bajo el brazo izquierdo, tome el autobús de regreso a casa, sin ni siquiera sospechar todo lo que en su interior resguardaba sigilosamente.

Entre a casa agotado eran casi las ocho de la noche, cene ligeramente, leí algún cuento de los que tanto  suelo disfrutar,  luego me  acosté, no sin antes sacar el caracol de entre las arrugadas hojas de periódicos, respire hondo  e hice lo que todos haríamos con un caracol marino y en especial uno como este: lo tome con mis dos manos y lo acerque a mi oído derecho, por increíble que parezca no escuché el típico oleaje del océano encadenado en su interior, trague grueso y un gesto de incredulidad se dibujo en mi rostro, me acosté a dormir pensando en la rareza que desde ese día habitaba conmigo.

Horas mas tarde.

Desperté de un sobresalto volví a ver el reloj digital en la mesita de noche, eran pasadas las once de la mañana, menos mal que hoy domingo me dije tranqulizándome, busque el caracol con mis ojos, ahí estaba en donde lo deje, me fije en un detalle: lucía mas limpio que el día anterior, tal ves el cansancio me impidió apreciarlo claramente.

Me levante de la cama, me duche e inicie mis actividades rutinarias, regrese a casa al atardecer, lo primero que hice al  entrar fue dirigirme a mi cuarto y ver al caracol. Lo tome entre mis manos, acercándolo esta ves- a mi oído izquierdo, un zumbido semejante al de  una explosión cercana invadió mi cerebro, me quede estático por unos minutos, posteriormente algo parecido a la vos de una mujer lamentándose surgió desde dentro del caracol lo solté rápidamente observándolo con sospecha, lo tome nuevamente  pero el silencio reinó en su interior. Cene con desgano, luego me eche a dormir, un tanto temeroso… la oscuridad de la noche me rodeo y al caracol también.

Días más tarde mientras me encontraba en el  trabajo el extraño  zumbido parecía llenar mi mente y después siempre el mismo efecto un pequeño lapso de distracción que con el pasar de los días se fue volviendo mas largo, sentía  miedo, pero  a la vez esta sensación me producía un extraño placer. Mis compañeros de trabajo notaron mi cambio, fui remitido al especialista por el medico de la empresa, se me indico descanso y tranquilizantes, lo cierto es que ya no volví al trabajo, no quería despegarme del caracol marino, sentía casi un amor por el y me imagino que el por mi.

Los meses transcurrieron rápidamente, el calor dio paso a la lluvia y esta dio paso al frío,entretanto mi salud empezó a deteriorarse, me bañaba poco y comía mucho, mis pocos amigo me habían abandonado, me daban por  loco, yo simplemente obviaba todo comentarios, algunos servicios básicos me fueron suspendidos por falta de pago, hice una cara de desprecio ante eso, ¡el caracol marino importaba mas!, noche tras  noche tomaba el caracol entre mis manos  acercándolo a mi oído izquierdo no siempre escuchaba algo, cuando ocurría siempre era precedido por ese molesto pero hipnotizante zumbido demencial, el pimmmmmmmmmmm, luego venían las voces diferentes una de otra: femeninas, masculinas, seniles, todas ellas tristes, amargadas, llenas de angustia, solitarias, sin fe, quizá fueron personas llevando vidas solitarias me preguntaba, vidas clandestinas, quien sabe, lo cierto es que mi vida nunca ha sido un ejemplo, hoy a las puertas de mi  propio ocaso, producto de esta extraña enfermedad,  le ruego al creador que tenga piedad de mi pobre alma castigada y que esta al cruzar al otro lado pueda descanse por siempre al  interior de mi viejo  caracol marino.

Ver también

Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024