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El caricaturista inmortal

Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso

Hojeando algunos documentos proporcionados por el buen amigo Félix Sánchez sobre Santa Tecla y sus protagonistas de antaño, descubro en ellos uno en particular, la vida y obra del caricaturista, ilustrador y diplomático tecleño Antonio Salazar (+), quien el pasado 01 de junio, hubiese cumplido 126 años de existencia. Como en anteriores escritos, trazar la labor de grandes personajes como el referido no es fácil, ya que su labor en pro de la cultura fue extensa.

Antonio Salazar Morales, nació en Santa Tecla un 1 de junio de 1897, hijo de don Salvador Salazar y Mercedes Morales, a los cuatro años quedó en orfandad de padre y madre, por lo que padeció de muchas carencias bajo la protección del exarzobispo metropolitano de San Salvador, Adolfo Pérez y Aguilar, quien era primo de su progenitora.

En sus inicios de caricaturista e ilustrador, debió superar las críticas de un sector de la población que consideró su obra como política y genérica. Sin embargo, ello no amilanó sus ánimos, logrando exhibir su obra en el Teatro Colón de Santa Ana en 1919. Con el apoyo de algunos de sus amigos que eran influyentes en las esferas gubernamentales logró una beca de estudios en Ciudad de México, embarcándose hacía el país azteca en 1920 con solo 23 años.

En México estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde aprendió los elementos básicos del arte precortesiano, participó de la bohemia y publicó caricaturas en los periódicos El Universal, La Falange, El Heraldo y Zig-Zag. Sin embargo, su destino lo llevó a Paris, en la que existía una intensa actividad artística por ese tiempo.

Arribó a la Ciudad Luz en 1923, instalándose en el bulevar Montparnasse, sitio de artistas y bohemios a los que Salazar se incorporó sin dificultad. Entre sus logros se destaca el haber retratado a los protagonistas de aquellos años, entre estos James Joyce y Pablo Picasso entre otros, a quienes caricaturizó con sus manías; a un año de su llegada a Paris, la beca le fue retirada.

Vivió brevemente en Nueva York en 1930, invitado por doña Carmen Gallardo, quien se convertiría en su esposa, allí publicó en diversas revistas de prestigio, entre ellas Vanity Fair; tiempo después regresó a París. En 1934 trató de formar parte de la “Expedición México – Buenos Aires”, la que pretendía una investigación en áreas científicas y culturales a lo largo de América Latina. Toño Salazar es recordado por su labor diplomática durante veinte años; en 1972 regresó a El Salvador terminando su labor gubernamental. En cuanto a su relación con el ambiente cultural salvadoreño nunca pudo encajar en este, ya que fue visto con desconfianza.

Debido a su enfermedad solía atar el lápiz a sus dedos para dibujar sus creaciones; en 1978 recibió el Premio Nacional de Cultura; actualmente la Escuela Municipal de Bellas Artes de Santa Tecla, lleva su nombre. El insigne maestro muere el 31 de diciembre de 1986 en Santa Tecla, por lo que siempre será recordado como el caricaturista inmortal.

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