Santiago Vásquez
Escritor Ahuachapaneco
El despertador no era más que un frondoso gallo, view criado entre la incertidumbre de la vida placentera del coqueteo con las gallinas o una olla acompañada con frescas verduras al vapor, al cual a su vigoroso canto, despertaban todos los pobladores llenos de ilusiones.
La verdad que en aquella casona de madera y adobe, daba gusto despertarse para despeinar nuestro orgullo y saborear una suculenta tacita de café, humeando a la orilla de aquel fogón que la niña Sofi se encargaba de encender todos los días a las cuatro de la mañana.
Aquella mujer de tez curtida y muy poca cabellera desteñida por el tiempo, trabajó muchos años desde que comenzó a diferenciar y a entender al día y a la noche.
Madre de once hijos, abuela de dieciocho cipotes y bisabuela de ocho herederos, el afán y la lucha fue siempre criarlos a como Dios se lo mandaba.
A diferencia de muchas familias campesinas que el apoyo está cifrado en la presencia del hombre, quien lleva las riendas y era obligación estar siempre al frente de todo, la niña Sofi, se quedó viuda, cuando al fragor de la guerra se arrancaba sin misericordia todo aquello que se movía y parecía que poseía vida.
Una tarde del mes de mayo de 1,979, Don Eleazar Cruz, un devoto de la Virgen de los Remedios, se dirigía a la parroquia, para organizar los eventos de las fiestas patronales del lugar, cuando fue detenido por tres hombres, según testigos, que posteriormente desaparecieron, sin dejar rastro alguno.
Aquel campesino, humilde, trabajador, pobre, pero claro en los propósitos de sus ideales, nunca fue localizado, pese al clamor de las organizaciones sociales y al llamado de la alta jerarquía de la Iglesia, que siempre alzaban su voz por los más necesitados y desamparados y sobre todo de los desaparecidos.
Una noche, sentado sobre la sombra de la inquietud, platicaba con el vecino, quien siempre se sorprendía de la habilidad, como un campesino que apenas había estudiado tercer grado, era capaz de sostener una conversación con tanta capacidad, abordando temas políticos, sociales, económicos y de todo tipo.
-Mirá Fulvio- le decía con los ojos llenos de claror de luna
¡La cosa está jodida y lo que más me preocupa son los cipotes!
El río de aquella barranca se desbordaba, arrastrándose como una serpiente fugaz por toda la montaña que lloraba granitos de dolor.
Los pájaros, con su canto sonámbulo y de miedo, dejaban escapar soledad.
-¡Esta pobreza está matando al pueblo!
Exclamaba con un sentimiento profundo.
.Anoche pasó por aquí la Guardia Nacional, anda la bulla que se llevaron a los hijos del compadre.
-¿Cuál compadre vos?
– El marido de la zarca, la Chana.
Dicen que porque les encontraron unas mantas alusivas al día del trabajo y unos cuadernos de reuniones con la Iglesia.
-Está peligrosa la situación, solo el hecho de ser campesino, estudiante, obrero, profesional consecuente, sindicalista, maestro, o simplemente reclamar por un miserable aumento al salario mínimo, ya lo están chingando a uno, ya lo están tildando de Comunista y peligroso.
-Es que vos, solo palabras extrañas y que uno apenas entiende hablás…
-¿Qué es eso de consecuente y otras vainas?
Miré primo, para entender todo lo que está pasando, es necesario sentir el dolor profundo del desprecio y la terrible angustia del hambre y tener conciencia hombre… conciencia…
En cada una de las palabras que salían de la conversación de aquellos campesinos, se desprendían como racimos de incertidumbre y aflicción, aquellos comentarios, evocados con mucha preocupación.
La niña Sofi, entretenida en los quehaceres de la casa, recordaba con mucha pena, la desaparición de su esposo, ya que cuando lo capturaron, el último de los retoños contaba con apenas dos meses de nacido.
Ese día de su secuestro, iba solo, siempre les decía a los cipotes que no lo acompañaran porque muchas veces lo habían detenido para interrogarlo, si era de los que andaban amolando al gobierno, que si no estaba tranquilo con lo que Dios le había regalado, una casa, una familia, un patrono que siempre le daba trabajo y que esto y el otro, y todo esto le daba cierto recelo de las autoridades.
Por eso es que siempre se reveló contra una cantidad cosas que según él, andaban mal.
No era malo reclamar los derechos a una vida digna, se decía siempre y trataba de explicarse por que el odio hacia los pobres.
El tiempo había transcurrido después de aquel episodio en medio de la lucha, la pobreza y tanta necesidad para aquella noble mujer, sin embargo, con mucho esfuerzo los había sacado adelante, solo, acompañada por aquel recuerdo de una cruenta guerra sin nombre.
Aquellos hijos a quienes les habían arrebatado a su padre, crecieron preguntándose siempre, extrañando aquella figura que un día les dio cariño, estabilidad y protección.
Los años fueron avanzando y con ello nuevas experiencias y cambios sustanciales en la vida del pueblo.
Un día, la mujer, de pie frente al portón de la vivienda, esperaba el bus donde viajaban sus hijos a la escuela, recibiendo la sorpresa que en ese viaje no hizo parada como siempre lo hacía, se fue de paso.
Aquel lugar se había convertido en un pueblo fantasma, uno que otro lugareño se atrevía a caminar por aquellas calles, temerosas y silenciosas.
Las paredes estaban cubiertas de grafitis, de curiosidad, de rencor.
Frente a esta difícil situación y con una sombra de preocupación, la niña Sofi esperó que pasara el otro viaje como a la media hora, pero tampoco hizo la estación acostumbrada; salió corriendo para la habitación, le comentó a su hija lo sucedido, tomó el celular para hacer una llamada, pero estaba apagado, intentó varias veces, pero fue imposible la comunicación.
El celular era un rotundo silencio.
Llamadas que se perdieron en la profundidad de la sin razón y que guardaron un secreto hasta hoy imposible de descifrar.
Se apresuró para ir en su búsqueda, pero, después de varios días, el tiempo fue sepultando aquel recuerdo de dos jóvenes llenos de esperanzas que buscaban un espacio para la superación y encontraron una marcha sin regreso.
Una cantidad de nubes se amontonan, para anunciar la entrada de un terrible huracán que se avecina sin piedad.
De vez en cuando, la niña Sofi, toma EL CELULAR en sus manos, marca un número, quizá con la esperanza que una voz le conteste muy alegremente…
-Mamá, no se preocupe.
Estoy bien.
Pero aquel pensamiento es imposible.
Después de la firma de los Acuerdos de Paz, que llenaron de mucha esperanza y fe a todo un pueblo, aquella mujer, tiene que sufrir la amarga experiencia de llevar la imagen de la desaparición del padre de sus hijos en pleno conflicto armado; y en la Pos Guerra, la profunda pena y dolor, de llevar la imagen de la desaparición de los hijos de aquel recordado y comprometido campesino y buen padre.
Cuando El Celular suena, aquella mujer despierta al sobre salto de una buena noticia.
Los ojos se le llenan de lluvia, su corazón se contrita y de vez en cuando, sale al portón de aquella casona de madera y adobe a espiar el regreso del bus, que siempre le trae esperanzas.
Nunca deja de contestar las llamadas, aferrándose a su fatal angustia, aunque así, tenga que esperarlos hasta el último día de su existencia.
En la televisión se anuncia el último Celular de moda, mientras otro se apaga para esconder una llamada fuera de servicio.
Un cajero de un Banco de la ciudad, no termina de llegar a su hora de almuerzo; revisando su face book, se precipita a un tragante sin tapadera, y se lamenta.
¡Que autoridades más pura m…!
Una Sirena de la Cruz Verde se aproxima para llevarlo con las dos piernas fracturadas al hospital.
Las gentes corren como sonámbulos robotizados, con los dedos pegados al celular y la mirada perdida, ignorando saludos, sonrisas y uno que otro fraternal apretón de manos.
Otra muchacha de escote malicioso y buen vestir, grita furiosa al motorista:
¡Bájeme aquí…
Porque no avisan para donde van…! -Mientras contesta el teléfono- Ya llego amor, me equivoque de micro.
El celular, la tecnología que sigue llenando de expectativa a la niña Sofi, mientras que a otros los sigue llenando de silencio e indiferencia total.