Por Francisco Vázquez Mendoza
Ciudad de México/dpa
Vicente Fernández llegó al estatus de abuelo venerable todavía con un pie en el estribo de los escenarios. Reconocido como el último intérprete mítico de la música ranchera mexicana, sovaldi se despedió del público con un concierto en el Estadio Azteca.
Contrario a Pedro Infante, no rx Javier Solís y José Alfredo Jiménez, site que murieron jóvenes, el “charro de Huentitán” siguió activo hasta sus 76 años pese a una serie de problemas de salud. La despedida que en 2012 anunció como inminente todavía se demoró cuatro años. “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, su ‘Chente’ no deja de cantar”, decía.
No es que sus seguidores se hayan cansado. Más bien es su cuerpo el que ya resiente la vida intensa. En los últimos años ha alternado entre el micrófono y los tratamientos médicos, entre una trunca gira de despedida y un reposo inevitable por un cáncer de próstata, un quiste en el hígado y una trombosis pulmonar.
El descanso prescrito por los médicos le hizo descubrir un gusto nuevo: las redes sociales. Publica fotos, algunas de su autoría, intercambia mensajes con sus seguidores, manda saludos a las “mujeres divinas”.
Una vida muy diferente a sus primeros años en Huentitán, una comunidad que hoy forma parte de la zona metropolitana de Guadalajara, en el oeste de México, donde nació el 17 de febrero de 1940, hijo de los campesinos Ramón Fernández y Paula Gómez. A ella siendo niño le dijo que un día sería como su ídolo Pedro Infante.
Y en cierto sentido lo logró. Después de batallar en sus inicios al cantar por unas monedas en la Plaza de los mariachis en Guadalajara y en el cabaret El Zarape, y posteriormente en restaurantes de la Ciudad de México, 50 años después Vicente Fernández se ha ganado el mote del rey de la canción ranchera, con éxitos como “El Rey”, “Volver, volver” y “Mujeres divinas”, además de que tiene su propia estrella en Hollywood.
Se calcula que ha vendido más de 50 millones de discos, participó en 32 películas, siendo las más taquilleras “La ley del monte” (1974), “El arracadas” (1987) y “El tahúr” (1979).
Se casó con su vecina del barrio, María del Refugio “Cuquita” Abarca, y tuvieron tres hijos, Vicente, Gerardo, Alejandro y Alejandra.
A su rancho Los Tres Potrillos, que se localiza a las afueras de Guadalajara, cientos de fans llegan para hacer recorridos por los jardines, ver una piscina en forma de guitarra y los establos.
Pedro, un trabajador del rancho, calcula que en la semana llegan alrededor de 400 personas y hasta 1.500 los fines de semana.
Los Tres Potrillos, localizada en la carretera Guadalajara-Chapala, es su residencia desde mediados de los años 70, y ahí tiene todo: sus caballos, un lienzo charro y un estudio de grabación. Y en los últimos meses, descansó allí obligado por sus dolencias físicas.
Ahí también fue donde se bajó del caballo para tomar la computadora. Por redes sociales ha publicado un repaso de su vida mediante fotografías y videos de dos minutos de duración. “Ahí tenemos el ejemplo de alguien que le dedicó su vida y su pasión al canto”, comenta el artista plástico Cornelio García en uno de los videos.
También escribió un libro, “El adiós de un grande”, una impresión de 6.000 ejemplares que se vende a mil pesos (57 dólares).
Su nieta Camila, hija del cantante Alejandro Fernández, le mandó hace poco un saludo por Twitter: “Tata, te quiero”. Justo ahora que Vicente se retira de los escenarios, su nieta ha iniciado su propio camino en el mundo del canto. La estafeta de los Fernández seguirá por un buen tiempo en el mundo del espectáculo.
Con el concierto “Un azteca en el Azteca”, para el que se repartieron boletos gratuitos, Fernández cerró una trayectoria monumental en la que se conectó con el pueblo mexicano y de varios países de América Latina. El charro descansará ahora y tendrá más tiempo para interactuar en las redes donde sus fans no dejarán de darle “like”.
Emocionado adiós de Vicente Fernández ante 80.000 personas en México
Un emocionado Vicente Fernández vestido de charro se despidió a los 76 años de los escenarios en el estadio Azteca de Ciudad de México, donde unas 80.000 personas dijeron adiós al último gran exponente de la música ranchera mexicana.
“Que te vaya bonito”, “Mujeres divinas” y “La ley del monte” fueron algunas de las canciones que interpretó el veterano cantante la noche del sábado, en el que fue anunciado como su último concierto en vivo después de una carrera de cinco décadas.
“Esta es la herencia que quiero dejar a mis hijos, el día que Dios me recoja quiero que digan con humildad: tuvimos un padre que trabajó mucho para darnos lo que tenemos y que fue capaz de caer muerto en un escenario con tal de llevarse a la tumba lo que más quiso en esta vida: su respeto, su cariño y sus aplausos”, exclamó.
Fernández, que estuvo acompañado en algunas canciones por su hijo Alejandro Fernández, “El Potrillo”, figura entre los mitos de la música mexicana al lado de Pedro Infante, Javier Solís y José Alfredo Jiménez, que murieron jóvenes.
“Siempre he creído ‘habemos’ dos clases de gentes: los ricos muy pobres y los pobres muy ricos”, dijo Fernández. Según sostuvo, gracias al público “un ignorante” como él logró tener una buena vida. “Pero hay una cosa que no se compra ni con todo el oro del mundo”, afirmó: “El cariño que ustedes me tienen”.
El concierto de más de tres horas, para el que se repartieron boletos gratuitos, aunque sin poderse evitar la reventa, marcó el final oficial de las presentaciones en vivo de Fernández, pero seguirá grabando discos.
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