José M. Tojeira
Hace cincuenta años nadie se hubiera imaginado que El Salvador tuviera una responsabilidad seria con respecto al clima. Una responsabilidad que no sólo es de los gobiernos, sales sino de todos los que vivimos y habitamos en este pequeño país, see que por sí sólo parecería no tener ninguna influencia en el cambio climático. Sin embargo, la responsabilidad salvadoreña es grande. No como la de Estados Unidos o la de la China, que son los mayores depredadores del clima y al mismo tiempo causantes del cambio climático. Pero sí responsabilidad con la propia gente. Nuestro país, por estar ubicado en el trópico, sufrirá las repercusiones más fuertes del cambio climático. La elevación de los océanos nos limitará nuestro ya pequeño territorio. Las sequías y el calor serán más pronunciadas, elevando costos de granos básicos y generando enfermedades. Las tormentas más violentas y destructivas, ocasionarán catástrofes con mayor frecuencia. La desertización de parte de nuestro territorio aumentará si no se toman medidas inmediatas. Y en general la vida será más difícil en El Salvador.
En estos días se está llegando a la toma de decisiones en la cumbre del clima en París. Decisiones en las que participan la mayor parte de los países del mundo y en la que se pretende frenar el calentamiento global y evitar que la temperatura promedio aumente más allá de dos grados centígrados. Si ya el aumento de dos grados implicará problemas graves para El Salvador, del orden de lo que decíamos en el párrafo anterior, podemos imaginar lo que causaría un aumento de cuatro o cinco grados, si no se llega a los acuerdos necesarios en París. Sólo para hacernos una idea, las máximas de temperatura los días de mayor calor podrían llegar en las zonas bajas del país a los cincuenta grados a la sombra. De hecho unos acuerdos malos o insuficientes en París no solamente limitarán los derechos de muchos salvadoreños a una vida digna y sostenible, sino que aumentarán la ya fuerte desigualdad económica y social que tantos problemas trae a nuestra tierra.
En este contexto El Salvador tiene una doble responsabilidad. La primera es con los propios ciudadanos. No podemos continuar dándole poca o escasa importancia al tema del agua. El calentamiento global, aunque se logre reducirlo a los dos grados de aumento durante este siglo, acelerará el problema de la escasez de agua en El Salvador. Reforestar sistemáticamente, proteger y aumentar reservorios de agua, diseñar un crecimiento urbano respetuoso del medio ambiente, proteger fuentes y vigilar la capa freática, evitar la contaminación de nuestros ríos y proteger sus cuencas, declarar el agua como un derecho fundamental y constitucional son medidas urgentes. No de las que hay que tratar al ritmo tortuguesco característico de la Asamblea Legislativo. Son medidas que para muchos salvadoreños serán de vida o muerte. Lo mismo que debería ser urgentísimo el control de la contaminación en las ciudades. La incapacidad de controlar el humo de camiones, buses y carros en general es simplemente una vergüenza. Se está dañando la salud del ciudadano y aunque las denuncias se repiten, los oídos sordos de los políticos muestran la irresponsabilidad, cuando no la complicidad con los depredadores del ambiente ciudadano de los autodenominados representantes del pueblo.
La segunda responsabilidad es la de tener el tema del medio ambiente en el primer plano de nuestra política internacional. Un país amenazado por un cambio climático al que el propio país,dada su pequeñez, casi no contribuye, debería tener una política internacional agresiva. Estamos pagando el egoísmo y la injusticia de otros, que depredan y destruyen lo que es patrimonio común. No podemos ni quedarnos callados ni tener una política complaciente con los grandes países que en realidad están agrediendo a nuestros ciudadanos. Porque una agresión al medio ambiente como la que realizan los países desarrollados, o los países emergentes, es un verdadero ataque contra los países pobres o con recursos limitados, mucho más vulnerables ante el cambio climático. Vulnerabilidad que significa, si el calentamiento global continúa aumentando, más muerte, enfermedad, empobrecimiento y multiplicación de la desigualdad. Defender la patria es algo más que echar discursos o celebrar el 15 de Septiembre. Aunque evidentemente, para defender el medio ambiente con un mínimo de coherencia, debemos también nosotros mostrar coheerencia y adoptar medidas de protección medioambiental como las que ya hemos mencionado.
En la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco referida al medio ambiente se decía: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”. Cuando en El Salvador hablamos de desarrollo, de incluir a los pobres en el mismo, de avanzar por el camino del bienestar y la justicia social, solemos olvidarnos del medio ambiente. Si hoy lo olvidamos, será el propio medio ambiente el que nos lo recordará desde una convivencia con mayores disonancias, confrontaciones y con una violencia todavía más dura que la actual.