EL CLUB DE LOS CABELLOS PLATEADOS
Marlon Chicas El Tecleño Memorioso
Durante años mi abuela Clemencia (+), así como mi madre Magdalena y otras mujeres en Santa Tecla, desgastaron sus vidas en labores domésticas en casas de abolengo o con reconocimiento social, en esta historia nos remontaremos a la casa de habitación de una santa mujer, que se ganó el cariño y respeto de propios y extraños, doña Jacinta Sol de Morales (+), quien se caracterizó por su labor altruista en pro del más necesitado.
Su morada era frecuentada por personas de extracción humilde, quienes en agradecimiento obsequiaban de lo poco que tenían a dicha filántropa, de acuerdo a lo dicho por mi madre, pernoctando en dicha casa, entre ellas se recuerda con cariño a: doña Cristina (+), y su hija María Julia, doña Gabina (+), y la madrina Carmen (+). A la cuales honró con tres simpáticas anécdotas.
Como era natural en Santa Tecla en los años 30s, las gélidas temperaturas calaban hasta los huesos de propios y extraños, doña Cristina y María Julia, no acostumbradas al frio de la ciudad pasaron una noche con la servidumbre entre ellas mi madre y abuela, doña Cristina casi a punto de congelación manifestó su inquietud a su hija con la siguiente alocución – ¡A hielazooo María Julia! A lo que la niña responde entre risas ¿Y dónde lo perdió pues mamá? Indignada doña Cristina refuta a su hija – ¡Queeee que frio te digo muchachita! la niña replica – ¡Frijolitos! Provocando risas en la servidumbre.
Doña Gabina originaria de Colon, solía utilizar unas ruidosas botas por lo duro del camino, llegó a visitar a doña Jacinta, pasando la noche en la galera del servicio doméstico, dispuso a medianoche “hacer aguas”, buscó el lugar más oscuro de la casa en una noche de luna, observó que un hombre a distancia le invitaba a acercarse, doña Gabina corre asustada hacía la galera dejando escuchar el golpe de sus botas “toc tok toc”, informando a mi abuela la presencia del extraño sujeto con estas palabras, – “Señora Clemen, allá fuera esta un hombre cerca del baño que me dice “veni veniii”, a lo que mi abuela aclara que es la camisa del hijo de la cocinera, que movida por la brisa, agita sus mangas, para tranquilidad de la octogenaria mi abuelita y madre le acompañan al lugar resolviendo el misterio de la inusual invitación.
Otra simpática historieta fue protagonizada por la madrina Carmen, estando mi abuela en labores de planchado en horas de la noche, doña Carmen escuchó el tañir de campanas de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen invitando a misa, dispuso caminar al templo, no sin antes ser advertida que no era la hora aún, haciendo caso omiso a la exhortación, se colocó su chal e inició la marcha entre las oscuras y frías calles de la ciudad, llegó al lugar, sentándose en el portón principal a espera que abrieran sus puertas, unos minutos después pasó por el lugar un agente de policía que al verle se le erizó la piel, acercándose con sigilo preguntó – “Buena noche señora” a lo que ella responde – “Buena noche”, ¿Qué hace aquí? Le replica el agente, – “Esperando que abran”, por lo que el agente le cuestiona – “Señora sabe qué hora es”, – “No” dijo ella, – “Son las doce de la noche” afirma el policía, generando el susto en la anciana ante tal noticia, siendo acompañada nuevamente a casa en la que mi abuela y madre trabajaban.
Estas simpáticas anécdotas vividas por estas adorables señoras, nos inspira a valorar a nuestros adultos mayores, los cuales, con sus ocurrencias de niños, nos invitan amarlos, respetarlos y cuidarlos en sus últimos años de vida.