Hugo Fajardo Cuéllar*
El próximo año, El Salvador asistirá a un evento electoral más, para elegir al nuevo presidente de la República para el período constitucional: 2019-2024. Pero a diferencia de las anteriores elecciones, estas se realizarán en un ambiente político marcado por el descontento generalizado de la población votante ante los dos grandes partidos mayoritarios, ARENA y FMLN y el impacto político social que ha generado el surgimiento de un nuevo candidato que hasta el momento ha ganado mucha popularidad en las redes sociales y sobre todo en la población joven del país, el señor Nayib Bukele.
Dentro de ese marco, se plantean a continuación algunas reflexiones sociológicas y políticas sobre el carácter de complejidad que por el momento presenta el proceso político electoral de cara a las elecciones presidenciales del 3 de febrero de 2019. Ese escenario complejo presenta, entre otras, las siguientes características.
En primer lugar, hay que partir del momento político trascendental marcado por los resultados electorales de las elecciones del 4 de marzo del 2018, con estos resultados la población salvadoreña votante sentenció al bipartidismo a los dos partidos mayoritarios, relegando al FMLN a la condición de segunda fuerza política y a ARENA, reduciéndole su caudal de votos a 200 mil votos menos respecto a la elección anterior. Estos resultados tienen como causa, entre otras, el descontento generalizado ante las políticas de gobierno del FMLN y el desencanto provocado por los altos niveles de corrupción cometidos por ARENA, durante sus gestiones como gobierno.
Hay que destacar que ese descontento expresado por los ciudadanos en las anteriores elecciones es el signo más visible del alto nivel de inconformidad y descontento del ciudadano salvadoreño ante un sistema político que históricamente se ha caracterizado por el clientelismo, la corrupción y el oportunismo con el que operan los diferentes partidos políticos, en donde prevalece el interés de los grupos de poder que los dirigen, sin importar sustancialmente el interés de la ciudadanía, que es a quien se deben y para quienes deberían trabajar realmente.
En segundo lugar, hay que señalar que la actual coyuntura electoral está marcada por un escenario complejo, en el sentido que se está configurando un sistema de alianzas y coaliciones entre los partidos mayoritarios como estrategia para buscar la victoria en el 2019 y evitar a toda costa la posible victoria electoral del candidato Bukele, quien, al no poder inscribirse con su propio partido en formación (Nuevas Ideas), ni con el Cambio Democrático (CD), opta a última hora por correr como candidato con el partido Gran Alianza Nacional (GANA).
“En un régimen bipartidista, las alianzas son totalmente excepcionales,” (Duverger, 2012, pág. 350), pero en el momento actual, y de cara a las elecciones del 2019, se tornan muy complejas, ya que tanto ARENA como el FMLN están configurando su estrategia de alianzas para agenciarse la victoria electoral y bloquear por todos los medios posibles a su contrincante más fuerte, el cual, según los resultados de las últimas encuestas, sigue siendo, hasta este momento, el candidato Nayib Bukele.
En el marco de esa estrategia, ARENA está maniobrando desde el escenario de la Asamblea Legislativa, donde tiene una aparente correlación de fuerzas a su favor, para llevar aguas a su molino, es decir, buscar, sumar votos para su candidato (Carlos Calleja), que después de más de diez meses de campaña electoral, la cual comenzó muy temprano de manera ilegal, y luego continúa de manera oficial, pero aún así, no sube en las encuestas. La acción estratégica insigne en esta vía es la llamada “Alianza Nuevo País”, mediante la cual se coaligan los partidos: ARENA, PCN PDC y DS, alrededor de Calleja como su candidato único.
Por su parte, el FMLN con su candidato Hugo Martínez se juega sus últimas cartas, ante el rechazo mayoritario en las elecciones anteriores, con algunas acciones estratégicas desde el Ejecutivo o la Presidencia de la República, implementando algunas políticas de última hora, tales como, entre otras: el bono de salud y educación para las familias más pobres del país, la revisión y aumento de la cobertura en los subsidios al gas licuado y la energía eléctrica, la gratuidad de la educación universitaria en la Universidad de El Salvador para los jóvenes que provienen de institutos nacionales de educación media (bachilleratos) y el más reciente caso que generó un gran impacto político nacional, la apertura de relaciones diplomáticas y comerciales con la República Popular China.
Pese a esas maniobras o tácticas implementadas por los dos partidos mayoritarios, que desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1992 se han venido disputando la victoria en las elecciones presidenciales, el escenario para las próximas elecciones del 2019 se ha tornado complejo y novedoso, en tanto que por primera vez en la historia reciente de El Salvador emerge un candidato que sin tener un partido político, en sus inicios, se ha posicionado según las últimas encuestas de opinión pública como el candidato de mayor preferencia electoral. Ese personaje, como ya se dijo, es Nayib Bukele.
Este candidato tuvo que vencer muchos obstáculos y bloqueos colocados a su paso por los dos partidos mayoritarios para poder inscribirse como candidato a la presidencia de la República, y también tiene que enfrentar el despliegue de una propaganda negra en su contra durante el periodo de campaña electoral. Sin embargo, las últimas encuestas indican que sigue obteniendo el mayor porcentaje en la intención del voto de la ciudadanía. En la encuesta de la Universidad Tecnológica (UTEC), publicada el 9 de octubre del 2018, Bukele obtiene el 55.1 %, Calleja el 18.3 % y Hugo Martínez el 8.5 %. Esa tendencia se mantiene con porcentajes similares en los resultados de las últimas encuestas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), y de la prestigiosa casa encuestadora internacional: CID GALLUP.
Bajo esas circunstancias la coyuntura política actual de cara a las elecciones del 2019 constituye un escenario complejo, marcado por una tensión política inédita en el país, en la que el relevo del poder presidencial no se disputa, según las tendencias de las encuestas electorales, entre los dos partidos tradicionales, sino que, al parecer un nuevo candidato, que emerge con un proyecto de “Nuevas Ideas”, pretende ser el rescate de la esperanza de un pueblo que ya se declaró cansado de tanto esperar cambios de verdad a favor de los más pobres y necesitados.
Esto es natural cuando las derechas y las izquierdas no han sido capaces de penetrar de verdad en el sentimiento y en la acción de un pueblo que sigue clamando un cambio verdadero, que le permita vivir más dignamente, y ante esa incapacidad, surge un personaje que pareciera ser la tabla de salvación, pero que no necesariamente es la solución ante un país cuya crisis social es de carácter histórico estructural, y por ende se necesita de un proyecto no solo de nuevas ideas sino de nuevos cambios radicales en las viejas estructuras injustas y excluyentes del poder oligárquico que siguen vigentes en la sociedad salvadoreña. En todo caso, el pueblo encarnado en cada hombre y mujer que acudirá el 3 de febrero de 2019 a las urnas tiene la última palabra, dando al César lo que es del César, y si les da la razón a las encuestas, ojalá que este pueblo tan sufrido y maltratado no se vaya a equivocar de nuevo.
* Profesor en Ciencias Sociales, Sociólogo, Abogado y Notario, Master en Derechos Humanos y Educación para la Paz, Docente a tiempo completo de la Universidad de El Salvador, Facultad Multidisciplinaria de Occidente, desde 1991 hasta la fecha.